Día de Muertos o Halloween

Lo más probable es que esta reflexión se pierda en la indiferencia, sin embargo, no está por demás invitar a las presentes y a las nuevas generaciones para que vuelvan a sus tradiciones. Quizá ya sea algo tarde, lamentablemente la influencia de otras culturas ha causado en nuestra sociedad que decida hacer suya la idea importada y dejar a un lado lo auténtico. Por ejemplo, la fiesta del día de brujas celebrada principalmente en Estados Unidos que está desbancando estrepitosamente a nuestra hermosa celebración del Día de Muertos.

La mencionada festividad de Halloween de la última noche de octubre, cuando en lugar de esperar el tradicional 2 de noviembre, todos los jovencitos y niños se disfrazan de momias, brujas o algo aterrador, predominando en sus atuendos los colores naranja y morado, acompañados de calabazas u ollas adornadas con calaveras, esqueletos o murciélagos. Y ahí los tiene, pidiendo Halloween casa por casa y negocio por negocio.

Lo triste es que con esta conducta se le da vigencia a una costumbre extranjera. Lo nuestro será la catrina de Posada, las calaveritas de azúcar —siempre risueñas—, las flores de cempasúchil, la mano de león y otras que, combinadas con el papel de china picado color naranja o rosa mexicano, servirán para adornar el hermoso altar de muertos que se ofrece a nuestros queridos difuntos.

Estos altares, tan mexicanos y únicos en el mundo, cada vez son más escasos. Es más: hay quienes no los conocen, y así va perdiendo terreno nuestra tradición, y entre más camine usted hacia la frontera norte, más encontrará la influencia sajona, reconociendo que lo nuestro se evapora y extingue con la figura del Conde Drácula, ya que los chiquillos se colocan en el cuello una capa negra imitando al demonio de Transilvania que, por cierto, nada tiene que ver con esa fiesta.

Afortunadamente en el centro y sur de nuestro hermoso y fiestero México sí se sostiene la tradición del Día de Muertos. Por aquellos mágicos lugares de la geografía de Guanajuato, Jalisco, Hidalgo, Michoacán (con su Janitzio), el Estado de México y el propio Distrito Federal, entre otros, todavía se pueden ver y visitar los mexicanísimos altares de adornados con frutas, flores y la comida que le gustaba al difunto, sin faltar su pulquecito, dulce de calabaza, cañas de castilla, panes de muerto, rodeado del folclor que se manifiesta en esta celebración tan auténtica y colorida, que no tiene por qué ni para qué importar algo tan divorciado de lo nuestro.

Mexicanos, reflexionen, por favor vean que estamos perdiendo tradiciones, y con ello, nuestra identidad y patriotismo, sí, aunque suene alarmista, practicando y dándole vida a otras costumbres extranjeras se va perdiendo México como un todo. Vuelvan a lo nuestro, a lo original, a esa mexicanidad que tanto admiran en Europa. ¡Si supieran cómo nos ven y aprecian aquellas culturas, tratarían de conservar la tradición, pues no hay duda de que es más bonito ser mexicano que postizo!

Da gusto y orgullo ver en algunos lujosos hoteles, por ejemplo, el Quinta Real de Zacatecas, así como otros ubicados en ciudades del centro y sur de nuestro territorio, cómo preparan con esmero los altares, todo para lucirlos ante su clientela compuesta en su mayoría por extranjeros, a quienes no les interesa el Halloween, sino saber y conocer la enorme riqueza de México, su picardía, folclor, colorido y razón de ser. Lo nuestro es auténtico, tiene raíces y vida propia; aquello es, simplemente, de utilería y carente de sustento.

Vivamos la fiesta del Día de Muertos con el orgullo de ser mexicanos, dejemos a un lado el Halloween, y así estaremos contribuyendo a fortalecer nuestras tradiciones y, por tanto, a arraigar nuestra identidad para no perderla con aquello que importamos, arrasados por la mercadotecnia global de Estados Unidos, cuya idiosincrasia es muy distinta a la mexicana.

Hacemos votos para que así sea.

Posdata: La autenticidad es lo más difícil de lograr en la vida, como personas y como nación. Nosotros la tenemos para dar y prestar. No olviden comprar el pan de muerto y saboréenlo con una rica taza de chocolate o champurrado.

* El texto pertenece al libro Varias páginas del diario vivir y otras narraciones.

Deja un comentario