Dignidad y comicios

La «dignidad» en toda su extensión es un «atributo de la persona humana», con el cual, todo paradigma convencional queda superado. Es importante destacar que es el ser humano quien hace valiosas a las cosas, las cuales lo son solamente en la medida en que permiten que la humanidad alcance valor supremo universal. Como diría Dostoievski: «Si el ser humano no existe, el universo no tiene sentido». Más preciso es Kant: «El ser humano siempre deberá ser fin, jamás medio».

Con Pascal debemos decir que el hombre posee una dignidad infinitamente infinita y que la mejor manera de saciarla es precisamente reconociéndola y promoviéndola con sabiduría a través de los derechos más sustanciales, dignificándolo al desarrollar comunidades de seres dignos. Esa unión, sabiduría/dignidad, genera la capacidad de emplear el conocimiento hacía fines nobles. La sabiduría es un atributo solamente utilizable para tomar decisiones justas y perfectamente equilibradas que den autoestima y preeminencia al ser humano, respetando al otro como a mí mismo, reconociéndolo como un ser con todos los valores éticos y sociales, esos que constituyen la verdadera medida del hombre.

Históricamente el mexicano ha visto minimizada, desconocida y hasta pisoteada su dignidad en múltiples ocasiones, pero destacan como las más lúgubres los procesos electorales, en los que se busca engañar, engatusar y hasta burlarse de su capacidad intelectual; en general, todas las elecciones se han caracterizado por ser burlas hirientes del político que busca un cargo hacía el ciudadano en general y sus adversarios en la elección, así como gobernantes originarios de esos partidos adversos. Además de medios comunicativos que se prestan a difamar a ciertos candidatos, así como mostrar encuestas totalmente manipuladas; es increíble que no teman quedar en ridículo y pierdan credibilidad entre sus seguidores, muchos de los cuales precisamente perciben y creen lo contrario a lo que se informa, eso desde hace ya tiempo era tendencia y ahora es más común.

En 2022, las elecciones que recién vivimos son un estigma sangriento satanizado y engrandecido por medios tradicionales y redes sociales en las que comunicadores y políticos se convierten en lobos rapaces, hambrientos de poder y con calumnias irracionales y brutales. La sátira agraviante no queda entre los contrincantes, como era tradición, sino que se enfoca además a las propias marionetas, encarnizando burlas irónicas que denotan dominio absoluto y total sobre las voluntades de los dirigentes de los partidos aglutinados.

En lo personal, me llamó, y mucho, la atención el descaro con que reconoce la utilización de partidos y personas el titiritero jefe de la alianza opositora. Nombrando directamente por sus siglas a sus tres partidos, los encontró «muy vistos» y burdamente los desecha buscando otro fantoche que sirva a sus intereses en las siguientes elecciones. Para él, las personas e instituciones públicas son instrumentos útiles. Los políticos, mientras atraigan votos y los votantes, mientras los emitan, son atractivos y aceptados. Me sorprendieron dichas declaraciones que releí para confirmarlas, pero más estupefacto quedé al darme cuenta de que ninguno de los líderes de los partidos agraviados en cuestión protestase por ese desprecio y hasta deshonra de décadas de lucha electoral, eso me convenció de lo rastrero de sus actitudes y lo infame de sus intereses.

En las redes sociales circulan cartas de miembros honestos de los partidos coaligados; en ellas critican esos actuares y exigen un cambio de rumbo hacía confines honorables. Deseo sean ciertas (uno ya no sabe), jamás he pertenecido a partido alguno (ADG), pero comulgué por largo tiempo con los ideales fundacionales de uno de ellos, hasta que comprendí y aprendí que en la práctica era idéntico a su antiguo odiado adversario político, hoy amado aliado y compinche de corrupción.

Me pregunto: ¿Cómo presumen defender los intereses del pueblo si no pueden defender los de sus propios agremiados ni la dignidad de sus entidades de interés público, es más, ni de ellos mismos como personas? Simplemente se dejaron ningunear.

Debemos prepararnos a vivir la «Judicialcracia», porque más allá de los resultados, quienes no lograron el triunfo en las urnas ya preparan demandas ante los tribunales electorales, porque el voto popular es lo que menos les interesa, lo importante es obtener el triunfo en la judicatura.

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