Dióxido de cloro, el «aliado» anti-COVID que las autoridades prefieren ignorar

Médicos, empresarios, alcaldes de distintos partidos y artistas avalan la eficacia del protocolo C, pero la Organización Panamericana de la Salud lo impugna. Es un «producto milagro de alto riesgo»: FDA y Cofepris. La Coalición Mundial Salud y Vida los refuta y avala el tratamiento

Semáforo COVID-19

Mecanismo de cloro y oxígeno para combatir al SARS-CoV-2

La COVID-19 ha cobrado ya más de dos millones de vidas en el mundo y el número de infectados se acerca a los 100 millones desde el primer brote en Wuhan, China, hace 14 meses. Un protocolo para el uso de dióxido de cloro (CDS, por sus siglas en inglés) como alternativa «más rápida y eficaz» que las vacunas gana fuerza a escala internacional, pero es combatido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

La Coalición Mundial Salud y Vida (Comusav), formada por más de 4 mil científicos, médicos, biólogos, químicos y farmacéuticos de 20 países, promueve el uso del CDS contra el virus SARS-CoV-2, causante de COVID-19, con base en innumerables testimonios y la experiencia de sus agremiados y pacientes.

Sin embargo, la OPS ha emitido una advertencia: «No se recomienda utilizar productos a base de dióxido de cloro, clorito de sodio o hipoclorito por vía oral o parenteral —intravenosa, intraarterial, intramuscular y subcutánea— en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19, porque no hay evidencia científica de su eficacia. Su ingesta o inhalación podría ocasionar graves efectos adversos». En México, «hasta ahora el IMSS o el ISSSTE no han reportado ninguna intoxicación por consumo intencional de dióxido de cloro, producto que sí se distribuye y se consume en territorio nacional» (Animal Político, 16.01.21).

Autoridades sanitarias de, al menos, nueve países de América, incluida la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) respaldan la posición de la OPS y califican al CDS como «producto milagro de alto riesgo». Pues, afirman, es corrosivo en la cavidad bucal, el esófago y el estómago; además, su asimilación sistémica daña el hígado y el riñón.

«Hay grandes empresarios laguneros, e incluso funcionarios públicos de todas partes que ya lo toman y a quienes les consta su efectividad».

Doctor Jonathan Ávalos, alcalde de Francisco I. Madero, Coah

«Yo superé la COVID-19 gracias al CDS. Ofrezco 10 millones de pesos a quien me demuestre que esta substancia ha causado la muerte de alguien en el mundo».

Pedro Luis Martín Bringas, empresario

El dióxido de cloro (ClO2) es un gas obtenido artificialmente. Es conocido por su uso como desinfectante de alimentos —principalmente verduras— y material quirúrgico. También se emplea como activo en plantas tratadoras de aguas residuales y para blanquear papel, pero no para tratar enfermedades. A falta de estudios clínicos y químicos formales para explicar cómo actúa el CDS contra el SARS-CoV-2, los argumentos de la Comusav se desechan bajo el argumento de que es necesaria «evidencia científica comprobable y repetible, no la simple difusión que hacen los doctores o los propios pacientes de beneficios en la experiencia empírica personal».

La efectividad del tratamiento es experiencia no científica, admite la Comusav, pero advierte que los miles de resultados que sus agremiados constatan a diario no deben ser ignorados. «Nadie sugiere que la población se automedique» ni desea generar confusión. «Debemos ser enfáticos en que el tratamiento no es con clorito o hipoclorito de sodio, porque esas son substancias totalmente diferentes. Es como confundir el agua con el agua oxigenada. Tampoco se trata de inhalar directamente el ClO2. Nosotros usamos una fórmula de dióxido de cloro disperso en agua a muy bajas concentraciones, obtenido en un procedimiento certificado y lo administramos bajo protocolo C como preventivo o como tratamiento de enfermos de COVID-19 y otras enfermedades», dice el organismo.

El protocolo C consiste en: 1) diluir 10 ml de CDS concentrado a 3 mil partes por millón, en un litro de agua; 2) 10 tomas de esa substancia, aproximadamente, una cada hora hasta terminar el líquido; y 3) en caso de enfermedad grave o de peligro para la vida, la dosis se podría aumentar lenta y progresivamente hasta llegar a 30 ml por litro de agua. En todo caso, la concentración de ClO2 es apenas la mitad del límite considerado riesgoso, observa la Comusav.

«Mi familia conoce este producto desde hace muchos años y nos ha funcionado bien. Ahora lo usamos para prevenir o combatir la COVID-19».



Eduardo González Madero, undécimo regidor de Torreón

«Esta substancia (CDS) es de amplio uso en México. Un ejercicio de preguntar en redes sociales personales “¿quién la consume?” evidencia que no es nueva para los amigos».

Comusav

En dosis inadecuadas el CDS también puede ser tóxico, como ocurre con cualquier substancia o medicamento, apunta. Cita a modo de ejemplo que, «con la dosis correcta, incluso la nitroglicerina que se usa para producir explosivos puede tratar padecimientos cardíacos». Sobre intoxicación por dióxido de cloro, históricamente solo hay dos casos publicados en artículos internacionales, pero en ambos fue por sobredosis, aclara. Por tanto, pide a la OPS no validar con ellos su argumentación detractora. Además, «ya se ha descifrado parte del mecanismo de acción contra el virus, y se han iniciado estudios para constatarlo en SARS-CoV-2».

Con respecto a las recientes muertes de cuatro personas en Argentina —dos mujeres, un hombre y un niño—, atribuidas al uso de CDS, los especialistas apuntan que no hay autopsia que lo certifique. Acerca de su determinación de tratar a pacientes COVID-19 sin el aval de las autoridades de salud, la Comusav se acoge a la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial, según la cual «en situaciones extraordinarias y con el consentimiento informado del paciente, para salvarle la vida y con base a su experiencia, el médico puede usar mecanismos alternativos no comprobados. Eso estamos haciendo».

Luz verde en Campeche

El empresario lagunero Pedro Luis Martín Bringas asegura haber vencido la COVID-19 gracias al dióxido de cloro y ofreció 10 millones de pesos a quien le demuestre que, usada bajo el protocolo C, esta substancia es dañina y que su consumo ha causado la muerte de alguna persona en el mundo.

Eduardo González Madero, undécimo regidor de Torreón (PAN), manifiesta en Facebook «a título personal» que, «como católico», desea compartir que su familia conoce este producto desde hace muchos años y lo emplean contra varias enfermedades. «Nos ha funcionado bien. Ahora lo usamos para prevenir COVID. En quienes lo empezaron a tomar ya contagiados les evitó enfermar, si estaban enfermos aligeró síntomas y trajo pronto alivio», afirma.

González reconoce que el consumo lo hacen al margen de la regulación sanitaria, «pues la aprobación del CDS puede tardar años o quizás nunca se autorice». Por esa razón, felicitó al alcalde de Francisco I. Madero, doctor Jonathan Ávalos (Morena), quien ha manifestado su intención de ofrecer la substancia a la población, «por las agallas de anteponer la vida humana a las leyes y permisos, y desafiar a instancias de gobierno que intentan frenarlo».

En la misma línea están los alcaldes Antonio Arámbula (PAN), de Jesús María, Aguascalientes, y Eliseo Fernández Montúfar (MC), de Campeche. Para sustentar su tesis se acompañan de médicos que avalan la efectividad del CDS contra el coronavirus. Es el caso de Patricia Tinoco, quien, asegura, ha tratado con éxito a más de 175 aguascalentenses.

En Campeche, el descenso de casos de COVID-19 se debe al uso de esa sustancia, asegura Fernández en redes sociales. Según el emecista, médicos militares le explicaron sobre los beneficios del dióxido de cloro. «Quedé sorprendido, por eso decidimos otorgarlo a la población. Estamos pensando seriamente en montar una planta en el municipio de Campeche para producir esta substancia» (Animal Político, 24.11.20).

El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha declarado que no existe evidencia científica para respaldar el beneficio del CDS en el tratamiento de la COVID-19, pero reconoce que el municipio de Campeche fue el primero del país en entrar a «semáforo verde», donde permanece hasta la fecha. Fernández lo atribuye al uso del dióxido de cloro. La Secretaría de Salud de Campeche, estado gobernado por el PRI, rechazó la afirmación en un comunicado y desautorizó el uso del CDS contra el coronavirus.

El alcalde maderense Jonathan Ávalos tomó la decisión de distribuir el dióxido de cloro, como médico, a partir de su propia experiencia con pacientes. «Hay grandes empresarios de la región e incluso funcionarios públicos de todas partes que ya lo toman y a quienes les consta su efectividad» (Milenio Laguna 30.11.20). La intención es ofrecerlo de manera gratuita, dice: «En primer lugar, no es caro, pero además ni siquiera tendría que recurrir a las arcas municipales para adquirirlo, porque muchos de esos mismos empresarios, incluido Pedro Martín Bringas, han ofrecido fondear el ejercicio».

Sobre el exhorto de la Comisión de los Derechos Humanos de Coahuila para suspender la promoción del dióxido de cloro y retractarse de sus declaraciones, remite al delegado internacional de Derechos Humanos miembro de la Comusav. «Me comentó que no pueden coartarle a nadie su derecho a la libre opinión… sobre todo cuando se vive una situación de emergencia mundial. La respuesta se apoya en artículos de tratados internacionales, de la Constitución mexicana y la coahuilense», replica.

Alberto Salas, representante de la Mesa de Salud en La Laguna, declaró al mismo diario que hasta ahora no hay estudios formales que respalden la conveniencia de usar CDS para combatir COVID-19. Aconsejó al edil «no perder el piso» y apegarse a los tratamientos avalados por las instancias sanitarias reguladoras nacionales e internacionales.

Testimonios y teorías

El conductor de televisión Ernesto Chavana comenta en Facebook que sus médicos lo disuadieron de usar CDS cuando enfermó de COVID. «Me recetaron medicamentos en extremo caros e inefectivos que solo inflaron la cuenta. Otro compañero de Multimedios Televisión que enfermó y tenía todas las comorbilidades, quien sí lo tomó, se alivió en tres días a un costo ínfimo».

En redes sociales, Twitter y Youtube censuran y bloquean prácticamente a todos quienes respaldan o promueven el uso de la substancia para combatir la enfermedad por coronavirus. Facebook no lo hace. Twitter bloqueó la cuenta del cantante Miguel Bosé por felicitar a quienes la utilizan. «En un mundo donde la religión es someternos a cotos internacionales de poder, optar por el milagro de la medicina alternativa parece una herejía», comentó en su cuenta de Facebook.

Convencidos de la efectividad del CDS bajo el protocolo C y de su inocuidad en humanos, los líderes de la Coalición Mundial Salud y Vida (Comusav) no se explican por qué las autoridades sanitarias le niegan este tratamiento alternativo a la población. «Supongamos que no funciona, pero tampoco es nocivo (…) la autoridad lo sabe porque no hay evidencia científica que constate que administrado bajo el protocolo C ha causado intoxicación o daño alguno a las personas», plantean.

«¿Cuál es, entonces, el argumento que nos hace falta —cuestionan— para que entiendan que aquí lo realmente riesgoso para la salud es su consumo clandestino y sin asesoría médica?».

Ante la falta de respuestas claras se recurre a la especulación sobre «un poder superior oscuro detrás del cual podrían estar las grandes farmacéuticas internacionales», tercer poder económico global después de las industrias armamentista y de petroquímicos. El tratamiento de CDS por persona, según la Comusav, no supera los cuatro dólares. En México costaría menos de 80 pesos. «Una diferencia del suelo al cielo» comparado con los gastos de hospitalización, ventilación, intubación y otros servicios necesarios para atender a un paciente con COVID-19, anota. E4


Semáforo COVID-19

Estados en rojo por el alto nivel de contagios. La recomendación de la Secretaría de Salud es no salir de casa excepto en casos «estrictamente necesarios», estará vigente al menos hasta el 31 de enero.

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Mecanismo de cloro y oxígeno para combatir al SARS-CoV-2

No obstante la oposición al uso médico del dióxido de cloro (CDS) bajo el protocolo C, Karina Acevedo Whitehouse, investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), defiende esa alternativa para tratar a enfermos de COVID-19.

Graduada de veterinaria, Acevedo basa su carrera científica en la ecología molecular. La especialidad le ha permitido desarrollar en animales investigación de laboratorio previa a las etapas en humanos. También ha realizado análisis para constatar cómo actúa el dióxido de cloro contra virus como el SARS-Cov-2.

«Sí existe evidencia publicada de que el dióxido de cloro puede ser aplicado de manera segura para contrarrestar diversas infecciones, entre ellas algunas virales», declaró al canal de la UAQ. En el caso concreto de la COVID-19, precisa que «si bien se ha realizado de manera no controlada —por el apremio de buscar soluciones a la pandemia—, sí hay pruebas de la efectividad en escenarios hospitalarios y clínicas».

Existe evidencia publicada de que el dióxido de cloro puede ser usado de manera segura para contrarrestar diversas infecciones, incluidas las virales en seres humanos y animales. «Una de 1981 incluso ya determina cuál es el umbral de riesgo o la dosis letal para las personas, la cual se retoma en 2007 para reevaluar esas conclusiones. También hay otra de 2019 donde se analiza un virus respiratorio en cerdos».

«Negar el permiso a que la sociedad acceda al consumo de CDS con vigilancia médica en canales formales la expone a charlatanes que no sabemos qué producto ofrecen. Ese sí es un verdadero riesgo».

Doctora Karina Acevedo W.

En general, explica Acevedo, el virus es por naturaleza ácido y requiere un medio del mismo tipo para subsistir. Por eso su agresividad contra la circulación del oxígeno, elemento fuertemente alcalinizante en el organismo. La alcalinidad es lo opuesto a la acidez; un tejido alcalino tiene 20 veces más oxígeno que los tejidos ácidos.

El dióxido de cloro es una molécula [ClO2 (dos átomos de oxígeno y uno de cloro)] que reacciona con residuos de proteínas. En este caso, el cloro va hacia tres aminoácidos presentes: cisteína, tirosina y triptófano. El SARS-Cov-2 tiene 40 residuos de cisteína, 54 de tirosina y 14 de triptófano en las espículas que forman la corona y en la membrana —cápside— que envuelve su material genético (ADN).

Cuando el cloro topa con los aminoácidos del virus, los modifica —desnaturaliza— y rompe la cápside, por lo cual su ADN queda expuesto y el oxígeno lo descompone en el proceso de oxidación. Así el virus es aniquilado antes de entrar a la célula.

Acevedo plantea una pregunta retórica: «¿Por qué no nos afecta a nosotros, si también nuestras células tienen esos aminoácidos?… Lo primero es la dosis, que debe ser mínima; y segundo, el ser humano también tiene glutatión, otro aminoácido acumulado en torno a las células, el cual reacciona más rápido que la cisteína con el cloro. Además es un antioxidante que neutraliza al oxígeno, por eso el dióxido de cloro no afecta a las células humanas, pero sí al virus, que no cuenta con glutatión, de modo que el CDS se enfoca a desactivar el virus —también hongos y bacterias—, y esa inactivación se da en cuestión de horas, lo cual es una gran ventaja, porque un solo virus activo que entra a la célula puede replicarse de 10 mil a 100 mil veces en un día, por eso nos enferma tan rápido».

Incluso, desde 1984, por orden sanitaria internacional, a las bolsas de sangre para transfundir se les aplica solución de CDS para combatir la presencia de virus del VIH o de hepatitis. Ante la afirmación de que ese cloro resulta tóxico, Acevedo explica: «Debe entenderse que administrado a bajísimas concentraciones no alcanza grado de toxicidad en humanos, y el cloro que queda como radical libre después de este proceso, se liga al sodio existente en el plasma sanguíneo, con el cual forma cloruro de sodio (NaCl; sal), perfectamente desechable por la orina o sudor. El oxígeno restante se combina con carbono y forma CO2, gas que expelemos al respirar».

El permiso del sector salud para que los médicos administren el CDS evitaría el riesgo de consumirlo de forma indebida, dice la investigadora. Actualmente muchas personas lo usan por cuenta propia porque la substancia no es patentable y sus componentes se encuentran en el mercado. En tal situación, prácticamente cualquier persona la puede producir, distribuir o consumir sin vigilancia. «Ese y la muerte por COVID-19 son el verdadero riesgo», concluye. E4

Es ingeniero egresado de la Universidad Autónoma de Chapingo con especialización en el área de Economía. Ha ejercido el periodismo en Saltillo. Trabajó en El Diario de Coahuila; se desempeñó como editor, diseñador, fotógrafo, redactor de editoriales y artículos de economía, industria automotriz, cultura e historia de Saltillo en el periódico Vanguardia.

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