Dos septiembres a las doce

Era un día como estos. El 3 de septiembre. Las cuerdas de una milonga tejieron a un niño en el Montevideo de 1940. Arriba del continente, Einstein cambió de idioma al inglés. Y en la Vichy francesa se empezaba a hablar alemán. Unos treinta años después, el pibe uruguayo desveló Las venas abiertas de América Latina. Contenía asomos insurrectos al «imperio”». A las dictaduras que atestiguó el Eduardo Galeano que nos dejó hace ya casi diez años.

Hoy el sexenio se extingue en los estertores de esas diatribas matutinas. Dice el «Caudillo» —atrapado en el tiempo— que «está en pausa» reanudar la cordialidad con Canadá y Estados Unidos ante las narices bien arrugadas que olfatean la reforma judicial. Ese remanente de la praxis setentera que nubló a la democracia latinoamericana del siglo pasado.

Desde el 1301 de la calle «K» en el Distrito de Columbia, la carta editorial del Washington Post caló hondo en la agenda «transformadora». Quirúrgica, la diplomacia del TLCAN sopesa advertencias desde sendas embajadas. Un Robespierre de Tabasco se desdibuja en la semántica revolucionaria. ¿O es «conmigo» o es «contra» mí? Y, despacito, desliza el cordón del guillotinazo. No son cabezas. Aún. Sí es independencia. Amén por este mes.

En el púlpito nacional, el ya casi litúrgico color guinda se desparrama en forma de pendones muy soberanos. Porque les indigna la intromisión. «¿Cuándo nosotros hemos ido allá a decirles lo que está bien y lo que está mal? ¡Nunca!». Dice el «Caudillo»: el estadista, el consejero, el Lech Walesa del cuarto «reich».

Lo que parece una cruzada para desmantelar a la (tremenda) Corte podría politizar el escenario, ¿no? Y si es así… ¿acaso los ministros se elegirán como se aprueba o desaprueba un tren o un aeropuerto? Mientras tanto, jueces y magistrados pululan por glorietas que enarbolan a esa «Independencia» que está más allá del pozole. Todo es negociable a dos o tres palmadas en la espalda del Senado. Pareciera que el cañonazo podría destartalar a todo el sistema judicial mexicano. Y uno todavía no se lo cree. Lo que en el tajo norte del continente causa preocupación, desconfianza o alarma… por acá es como un espantajo que se adhiere a una niebla espesa. La que cae —como ceniza— sobre la víspera de la toma de posesión de Claudia Sheinbaum. ¿Y si la estrategia económica del área impone condiciones? Un péndulo maniqueo resuena al fondo del pasillo. Todavía no dan las doce. ¿Será medianoche o mediodía?

La hoja de la guillotina oscila como cepillo entre las canas del capricho definitorio. ¿Profecía que sumerge instituciones a grutas sulfurosas? Decapitar el poder… o ser la hidra de un cuento. Cuenta regresiva.

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