Echeverría, el alter ego de AMLO

Ambos personajes están vivos y coleando. Los vitaliza un ego inmensurable. Luis Echeverría Álvarez (LEA), 100 años, y Andrés Manuel López Obrador, 68 y contando. El mesianismo no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Tan hablantín fue uno como ahora es el otro. Ambos en extremo populistas, estatistas e indigenistas. Enemigos jurados de los empresarios. Amigos solidarios del Tercer Mundo. Dos presidentes nacionalistas y revolucionarios. Ambos centralistas y asistencialistas.

Para LEA, los campesinos eran la «reserva moral de México»; para AMLO «el pueblo es bueno y sabio». Echeverría odia a los «riquillos» y a los «encapuchados de Chipinque». Andrés repudia a los conservadores y a los «fifís». Echeverría apoya a Salvador Allende en Chile y a Fidel Castro en Cuba. AMLO respalda a Cuba, Nicaragua y Venezuela.

AMLO aborrece a los expresidentes desde Salinas a Peña Nieto. Pero Luis Echeverría es un tabú al que nunca menciona y mucho menos critica. Sería fabuloso preguntarle al expresidente Echeverría qué opina de AMLO y de su estilo personal de gobernar, donde, como todo indica, el propio LEA es su alter ego. Y tanto se reconoce y se proyecta Echeverría en el actual presidente, que el último conflicto de Andrés con la comunidad judía nacional es un remedo del gran conflicto que LEA tuvo con el sionismo mundial.

Y es que en una de esas decisiones políticas absurdas que suelen tomar nuestros presidentes, en su momento Echeverría la tomó a favor de Yasser Arafat y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y en contra del sionismo mundial, que alentaba al judío errante de todo el planeta en su retorno a la tierra prometida, Israel. Fue entonces que en la ONU se votó una propuesta para definir al sionismo como una forma de racismo y, por instrucciones de LEA, el embajador García Robles votó a favor de la propuesta, cuando lo más sensato hubiera sido abstenerse, dada la influencia de los judíos en el mundo, empezando con Henry Kissinger, el poderoso secretario de Estado del entonces presidente Gerald Ford. Y la reacción no se hizo esperar: judíos de todo el planeta iniciaron un boicot en contra de México, mientras Echeverría permitía la apertura de una oficina de la OLP en México, una fantochada polémica y absurda.

AMLO acaba de abrir un conflicto mucho menor con la comunidad judía de este país, pues la disputa con el señor de las «cartitas», el judío Carlos Alazraki, es cosa de enfrentarse a las infanterías intelectuales, porque muy lejos está don Carlos de ser un Jacobo Zabludovsky o un Ezra Shabot.

Echeverría Álvarez se enfrentó al enorme pensador liberal del siglo pasado, don Daniel Cosío Villegas, mismo que demolió al mesiánico emperador sexenal con su «Estilo Personal de Gobernar», y aquí un simple párrafo del libro que hoy alcanza al Peje: «Puede considerarse que un hombre, así sea de singular talento, de cultura enciclopédica y con un dominio magistral del idioma, pueda decir todos los días —y a veces dos o tres veces al día— cosas convincentes y luminosas. En este caso particular resulta mucho más remoto, porque la mente de Echeverría dista de ser clara y porque su lenguaje le ayuda muy poco».

¿Y si hoy le preguntáramos a don Daniel qué opina de la mente y el lenguaje del Peje?

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