El animal sin vínculos

Michel Houellebecq publicó Serotonina, su enésima novela. En ella retrata la vida de Florent-Claude Labrouste, un hombre que para abatir la depresión toma Captorix, un antidepresivo que libera serotonina, pero que tiene efectos secundarios: provoca náuseas e inhibe la líbido.

Florent-Claude, para deshacerse de su novia japonesa, de quien se entera que se dedica a prácticas promiscuas, opta por el mecanismo de la «desaparición voluntaria». Mecanismo que ha ido alcanzando cierta notoriedad en la sociedad francesa: cada año 12 mil franceses optan por dicha práctica. Esto significa cortar todos los vínculos con el pasado: abandonar el trabajo y toda relación. Florent-Claude inicia una vida desde cero a los 46 años. Es una decisión valiente, pero arriesgada. Asumir la soledad a riesgo de hundirse en un fango mortal.

Florent-Claude pierde paulatinamente el sentido vital: «Mis días transcurrían cada vez más dolorosos a falta de acontecimientos tangibles y simplemente de razones para vivir…». (Houellebecq, 2019: 28) Va sumiéndose en la desesperación. Intenta deshacerse del hijo de Camille, la mujer de su vida. No se anima. El suicidio aparece como posibilidad. El final de la novela queda abierto.

Schopenhauer resucita en esta frase pesimista: «Los hombres, en general, no saben vivir, no tienen ninguna familiaridad real con la vida, nunca se sienten en ella totalmente a gusto, por eso persiguen diferentes proyectos, más o menos ambiciosos o más o menos grandiosos, depende, claro está, fracasan y llegan a la conclusión de que habría sido mejor, simplemente, dedicarse a vivir, pero suele ser demasiado tarde». (Houellebecq, 2019: 140)

Poco a poco se va deshaciendo de los vínculos que lo atan a esta tierra: «Así que ahora yo estaba en la tierra, como escribe Rousseau, sin tener más hermano, prójimo, amigo, sociedad que yo mismo». (Houellebecq, 2019: 224) La locura unaria, la autorreferencialidad, de la que habla Dany-Robert Dufour queda retratada en esta biografía. Porque «…el tiempo de las relaciones humanas había caducado, al menos para mí». (Houellebecq, 2019: 262)

Philip Roth, en El animal moribundo, nos presenta una situación semejante. David Kepesh, sexagenario, un don Juan que se acuesta con sus alumnas, se enamora perdidamente de una cubana de nombre Consuelo Castillo. Poco después se da la ruptura y seis años y medio más tarde reaparece Consuelo desconsolada con un cáncer avanzado.

David acepta sin más el llamado por él mismo «caos del Eros». (Roth, 2019: 24) Todo se desordena con el sexo. El sexo es poderoso. Su vida queda volteada del revés con la llegada y la partida de Consuelo.

Su amigo George lo desaconseja y le hace ver que el enamoramiento en lugar de unir, divide. Esto en sentido contrario a lo que sugiere Aristófanes en El banquete, de Platón. Es George quien cita a Joseph Conrad: «quien establece un vínculo está perdido». (Roth, 2019: 82) El apego se convierte en nuestro enemigo.

El final de la novela pone en duda la solución de George. El animal sin vínculos se plantea la posibilidad de acompañar a una Consuelo que será operada de un cáncer en el seno.

Dufour afirma que «hace un siglo la psicosis era la excepción y la neurosis la norma». (Dufour, 2002:130) Hoy la tendencia se ha revertido debido a que ayer era el otro, la alteridad, quien sostenía la locura de las antinomias unarias en nombre del sujeto, y hoy es el sujeto quien las debe afrontar directamente. Hoy el sujeto está completamente solo, no cuenta con asideros, tiene que habérselas consigo mismo. Lo unario es el terreno propicio para el desarrollo de la psicosis y lo ternario —lo que cuenta con el respaldo del otro—, para el desarrollo de la neurosis. La alteridad parece estar en proceso de desaparición. Los personajes de Houellebecq y de Roth son ejemplos ilustrativos de esta tendencia al solipsismo y a la autorreferencialidad. Han optado por la desvinculación y en el pecado llevan la penitencia.

Ambas novelas tratan sobre la autorreferencialidad. ¿Se puede vivir sin vínculos? ¿Es aconsejable? El dilema está planteado con suficiente hondura. El animal sin vínculos es El animal moribundo (Yeats). El poeta nos ofrece una respuesta. Para vivir será necesario comprometerse y entregarse, con todo lo que implique eso. E4

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