El capricho expansionista de Putin tiene de nuevo al mundo en ascuas

El presidente ruso emula estrategia nazi de conquista. Comunidad internacional condena invasión y ayuda con recursos bélicos. El presidente Volodímir Zelenski rechaza la oferta de Estados Unidos para evacuarlo de Ucrania. Necesito municiones, no un viaje, replica

México rechaza invasión rusa a Ucrania

Ni el supuesto peligro que representa la OTAN para Rusia, ni las buenas intenciones de proteger a sus connacionales en la región de Donbás, logran disimular las verdaderas intenciones del presidente Vladímir Putin: recuperar, si no todo, al menos parte de las antiguas repúblicas soviéticas.

El 21 de febrero —tres días antes de la invasión a Ucrania—, el mandatario ruso manifestó que el país vecino «nunca tuvo una tradición de Estado genuino» y calificó de locura la salida incondicional de las naciones que antes conformaban la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

«Les dimos a estas repúblicas el derecho a salir de la Unión sin términos ni condiciones. Eso fue una locura. […] Permítanme enfatizar una vez más que Ucrania para nosotros no es solo un país vecino. Es una parte integral de nuestra propia historia, cultura, espacio espiritual», aseguró (BBC, 21.02.22).

La estrategia del discurso de integración nacionalista no es nueva. Adolfo Hitler la utilizó con probado éxito. En abril de 1938, la Alemania nazi exigió a Checoslovaquia la anexión de parte de sus territorios —los Sudetes— bajo el argumento de que allí sobrevivía una gran comunidad alemana explotada por el Gobierno local. Para evitar un conflicto bélico, el 21 de septiembre Checoslovaquia capituló. Sin embargo, no sería suficiente para el hambre expansionista de Hitler. Casi un año exacto después —el 1 de septiembre de 1939— los nazis atacaban Polonia y comenzaba así la Segunda Guerra Mundial.

«Cualquiera que intente interferir con nosotros, o más aún, crear amenazas para nuestro país y nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y lo llevará a consecuencias como nunca antes ha experimentado en su historia».

Vladímir Putin, presidente de Rusia

Hoy es Rusia quien invade Ucrania, escudada por la necesidad de proteger a la población rusa y prorrusa que habita las regiones rebeldes de Donetsk y Luhansk, autoproclamadas independientes bajo el reconocimiento unilateral de Moscú.

El presidente Vladímir Putin —a quien ya muchos llaman el Hitler del siglo XXI— repite esquema y retórica de la Alemania nazi:

«Era necesario detener de inmediato esta pesadilla: el genocidio contra los millones de personas que viven allí, que solo confían en Rusia, que cifran sus esperanzas solo en nosotros», comentó en su discurso de la madrugada del 24 de febrero, cuando ya su ejército atacaba Ucrania.

«No ha visto nunca sanciones como las que he prometido que se impondrán […] Una cosa es una incursión menor, que acabemos discutiendo [entre aliados] cómo responder, pero si hacen lo que son capaces de hacer con una gran fuerza en la frontera, va a ser un desastre para Rusia».

Joe Biden, presidente de EE.UU

Desde esa fecha, los bombardeos y las bajas en uno y otro bando no cesan. Kiev asegura haber causado la muerte de al menos 4 mil 300 soldados rusos; al tiempo que lamenta el fallecimiento de más de cien civiles. Miles de personas se refugian en estaciones del metro, mientras que otros cientos de miles intentan ponerse a salvo en países vecinos como Polonia, Hungría y Rumania. Ninguna cifra ha sido confirmada por el momento.

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, se mantiene al mando de sus tropas. «Estamos todos aquí», dijo en un video compartido el 25 de febrero, frente al palacio presidencia, rodeado por sus líderes. «Estamos defendiendo nuestra independencia, nuestro Estado y lo seguiremos haciendo».

El mandatario se ha comportado a la altura de las circunstancias. Ante la oferta de Estados Unidos para evacuarlo del país, contestó: «Necesito municiones, no un viaje».

Acuerdos de Minsk al retrete

El reconocimiento del Kremlin a las regiones rebeldes de Donetsk y Luhansk como estados independientes, dejó en claro que para el Gobierno de Vladímir Putin los acuerdos signados por Rusia y Ucrania en el Protocolo de Minsk, en 2014, son cosas del pasado. El propio presidente ruso declaró el 22 de febrero que dichos acuerdos ya habían dejado de existir desde mucho antes y culpó a Kiev por su falta de autoridad para implementarlos correctamente.

«Debido a los esfuerzos de las actuales autoridades de Kiev, todo se redujo a cero. Los acuerdos de Minsk fueron muertos mucho antes del reconocimiento de las repúblicas populares de Donbás. Y no por nosotros, no por los representantes de estas repúblicas, sino por las actuales autoridades de Kiev», afirmó.

El Protocolo de Minsk buscaba poner fin a la guerra del Donbás —causante de más de 14 mil víctimas— en el este de Ucrania; lograr el alto al fuego entre el Ejército de esa nación y las fuerzas separatistas prorrusas de la República Popular de Donetsk y la República Popular de Luhansk. Sus términos también establecían la liberación de rehenes y personas detenidas ilegalmente.

La realidad es que tanto Moscú como Kiev interpretaron de forma diferente los pactos establecidos. El primero esperaba el establecimiento de un Gobierno prorruso en Donbás, mientras el segundo confiaba en que una vez pacificadas ambas regiones, estas abandonarían sus aspiraciones separatistas y así reunificar la nación.

A la postre, no sucedió ni lo uno ni lo otro. Rusia determinó de forma unilateral reconocer la independencia de Donetsk y Luhansk y con ello envió al retrete los acuerdos de Minsk.

«El reconocimiento de los dos territorios separatistas en Ucrania es una flagrante violación del derecho internacional, la integridad territorial de Ucrania y los acuerdos de Minsk», escribió en su cuenta de Twitter Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

OTAN maniatada

La Organización del Tratado del Atlántico Norte criticó enérgicamente la invasión rusa de Ucrania y organizó un paquete de medidas coercitivas en contra del Gobierno de Putin, pero, al menos por el momento, no está dispuesta a intervenir militarmente en defensa de Kiev.

En términos de restricciones económicas, el Gobierno de Moscú ya ha sido advertido de que su sistema bancario será desconectado del mecanismo SWIFT —un procedimiento de identificación de transacciones financieras que interconecta a la Banca Mundial— y se impedirá la apertura del gaseoducto Nord Stream 2 que une a Rusia con Alemania.

La confrontación militar directa es harina de otro costal. Desde su creación, 4 de abril de 1949, la OTAN recoge en su artículo 5 que: «Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas». Sin embargo, aunque en 2008, la Alianza Atlántica declaró que Ucrania podría ser parte de la Organización, en la práctica esto aún no ha ocurrido, por lo que resulta improcedente una acción bélica en nombre del principio de defensa colectiva. De hecho, el artículo 5 sólo se ha invocado una vez. Fue en 2011, en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos.

Aun así, Moscú considera la influencia de la OTAN en Ucrania una amenaza para su seguridad.

«Ya hemos hablado de esto públicamente muchas, muchas veces. De hecho, este es el tema de nuestra fuerte disputa con Washington y la OTAN. Nos oponemos categóricamente a la admisión de Ucrania en la OTAN porque representa una amenaza para nosotros y tenemos bases para ello», alegó Putin en conferencia de prensa el 22 de febrero (Agencia Anadolu, 22.02.22).

La inclusión a la OTAN de naciones que pertenecieron a la antigua Unión Soviética sigue siendo un tema delicado. Desde 1997 se han sumado 14 países que proceden del antiguo régimen comunista. Algo que Rusia no ve con buenos ojos, especialmente cuando comparte frontera con alguno de ellos, como es el caso de Ucrania que sí ha solicitado retiradas veces formar parte del bloque.

En la actualidad, la OTAN está conformada por 30 naciones, con Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia como sus principales potencias. Esta última le recordó al presidente Vladímir Putin que ellos representan una alianza nuclear, luego que el presidente ruso se jactara de su arsenal nuclear.

«Vladímir Putin tiene que entender que la Alianza Atlántica es también una alianza nuclear», dijo canciller Jean-Yves Le Drian a la cadena TF1.

Si bien ninguna de las naciones de la Organización ha enviado soldados a Ucrania, sí han hecho un gran despliegue de efectivos militares en otros países de la región como Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania con la finalidad de protegerlos en caso de una expansión de las hostilidades.

Además, el Departamento de Estado de EE.UU. se comprometió a despachar unos 350 millones de dólares en armas para Ucrania; iniciativa que respaldaron Alemania, Países Bajos y Suiza que enviarán pertrechos militares que incluyen cohetes antitanques, misiles, lanzagranadas, chalecos antibalas, cascos y raciones de alimentos.

El presidente Joe Biden no descarta la posibilidad de una escalada militar de gran envergadura, en caso de que el régimen de sanciones económicas —«el más amplio de la historia», según su criterio— no detenga a Putin.

«Tienes dos opciones: iniciar una tercera guerra mundial, ir a la guerra con Rusia físicamente. O dos, que un país que actúa tan contrario al derecho internacional termine pagando un precio por haberlo hecho», sostuvo el mandatario.

Vladímir Putin, por su parte, ha sido muy enfático sobre las consecuencias que enfrentará aquella nación que se interponga en sus planes bélicos.

«Cualquiera que intente interferir con nosotros, o más aún, crear amenazas para nuestro país y nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y lo llevará a consecuencias como nunca antes ha experimentado en su historia. Estamos listos para cualquier giro de los acontecimientos. Se han adoptado todas las decisiones necesarias al respecto» (BBC, 23.02.22).

China, aliado subrepticio

La invasión de Ucrania provocó la inmediata condena a Rusia desde las naciones de la OTAN y los miembros del G7 —al cual pertenece Japón, que no forma parte de la Alianza Atlántica— junto con Israel, Australia y Taiwán.

«Esta crisis es una seria amenaza para el orden internacional basado en reglas, con ramificaciones mucho más allá de Europa», dijeron los líderes del G7 en un comunicado conjunto.

En cambio, apoyan a Moscú los Gobiernos que integran la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) —una entidad creada después de la caída de la Unión Soviética— entre los que se cuentan Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán.

También en América Latina el Kremlin tiene seguidores que apoyaron la ofensiva. Cuba, Nicaragua, Venezuela: países que comparten lazos económicos con Rusia y algunos, además, la ideología comunista representada por la extinta Unión Soviética.

La mayor de las Antillas criticó a Washington por imponer una progresiva expansión de la OTAN en territorio europeo y pidió una salida diplomática para preservar la paz internacional.

Punto y aparte para el expresidente Donald Trump que desde el principio no solo aplaudió el emplazamiento de fuerzas rusas en la frontera con Ucrania, sino que animó a sus connacionales a imitarla.

«¿Qué tan inteligente es eso? Va a entrar y ser un pacificador. Es la fuerza de paz más fuerte. Eso podríamos hacer en nuestra frontera sur. Es la fuerza de paz más fuerte que haya visto. Había más tanques del ejército de los que haya visto. Van a mantener la paz, sin duda. Piensen en ello. Aquí hay un tipo muy inteligente… Lo conozco muy bien. Muy, muy bien», declaró (El Sol de México, 22.02.22).

Sin embargo, uno de los países más poderosos del mundo, China, se ha mostrado ambivalente ante la situación, y por el momento, ni siquiera trata de «invasión» el operativo militar a raíz de los antecedentes históricos entre Rusia y Ucrania.

«Entendemos las preocupaciones legítimas de Rusia sobre cuestiones de seguridad», dijo el viernes el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Wang Wenbin.

El presidente Xi Jinping habló el 25 de febrero con su homólogo ruso para pedirle una solución pacífica negociada con Ucrania, pero al día siguiente su ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, se comunicaba con su par alemana, Annalena Baerbock, para comunicarle que China estaba en contra del paquete de sanciones económicas dirigido a Moscú.

«China se opone a las sanciones unilaterales que no tienen base en el derecho internacional [pues estas] no resolverán los problemas, sino que crearán otros nuevos», aseguró Wang.

Durante la última década, el gigante asiático y Rusia han alineado cada vez más sus políticas exteriores para contrarrestar el dominio estadounidense en el orden económico y político internacional. Algo que preocupa a Occidente quien ve en esta nación un fuerte contendiente para hacerse de la hegemonía mundial.

Washington y Pekín sostienen una feroz pelea por el comercio y la tecnología, azuzada por la intimidación militar de China a Taiwán, a la cual la Casa Blanca se opone.

Con Moscú las cosas no pintan mucho mejor. La relación entre Rusia y Estados Unidos se vio gravemente afectada tras la anexión de Crimea en 2014 y el respaldo ruso a la insurgencia separatista en el este de Ucrania. Después, durante la campaña electoral presidencial de 2016, en Estados Unidos, el Kremlin usó al operador político republicano Paul Manafort, el sitio web WikiLeaks y a otros para influir en los comicios y ayudar a Donald Trump a hacerse con la victoria.

Tanto China como Rusia ya han enfrentado sanciones impuestas por Occidente. Circunstancia que, en buena medida, ha influido para que los Gobiernos de ambas naciones se acerquen.

«Es incómodo para los estadounidenses admitir que son nuestras políticas las que, en muchos sentidos, están actuando como un agente cohesivo para Moscú y Pekín», dice Jude Blanchette, director de estudios de China en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.

Por el momento ese acercamiento se ha enfocado en el ámbito económico, aunque no se descarta que, tras bambalinas, se concierte una alianza militar. Algo que el presidente ruso ha rechazado en varias ocasiones. «A diferencia de la OTAN, no estamos creando un bloque militar cerrado. […] No existe ningún bloque Rusia-China y no tenemos ahora planes de crearlo» (Efe, 21.10.21).

Ya con el conflicto en Ucrania al rojo vivo, Putin visitó al presidente de China, Xi Jinping, el 4 de febrero en Pekín, previo al comienzo de los Juegos Olímpicos de Invierno y ambos solicitaron el fin de la expansión de la OTAN, a la par que criticaron la influencia estadounidense en la región de Asia-Pacífico.

En un mensaje conjunto, los dos acusaron a la Alianza Atlántica de revivir la ideología de la Guerra Fría y manifestaron particular preocupación por el pacto militar Aukus signado por Estados Unidos, Reino Unido y Australia que pretende defender los intereses compartidos de estas potencias en el Indopacífico, pero gracias al cual Australia podrá construir por primera vez submarinos de propulsión nuclear. Además, el pacto cubre áreas de cooperación en inteligencia artificial, tecnología cuántica y cibernética, instalaciones industriales o cadenas de suministro y tiene lugar justo cuando el Gobierno chino ha construido desde instalaciones turísticas hasta complejos militares en áreas del Pacífico sur.

En un artículo para la agencia china de noticias Xinhua, Putin recalcó que Moscú y Pekín juegan un «importante papel estabilizador» en asuntos globales.

La realidad es que ambas naciones se necesitan para hacer frente a la OTAN y lograr un verdadero equilibrio de poderes. «Los que toman las decisiones en Moscú entienden que sin la ayuda china, sin el respaldo de China, Rusia no podría resistir la confrontación con Occidente», advierte Artyom Lukin, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Federal y del Lejano Oriente en Vladivostok. E4

Invasión a Ucrania

2021

Noviembre

  • Moscú envía tropas a la frontera con Ucrania y acusa a la OTAN de aumentar su actividad en la región.

Diciembre

  • Rusia emite una lista de demandas para ponerle fin a la crisis, entre estas que Ucrania nunca se una a la OTAN.

2022

24 de enero

  • La OTAN envía barcos y aviones de combate a la región para proteger a sus aliados.

26 de enero

  • Estados Unidos responde a las demandas de Rusia y rechaza que Ucrania no se pueda sumar a la OTAN en el futuro.

22 de febrero

  • El Kremlin reconoce la independencia de las regiones separatistas rebeldes de Donetsk y Luhansk. Envía tropas para defenderlas.

24 de febrero

  • Rusia inicia la invasión a Ucrania. Le llama «operación militar especial».

Claves del conflicto

  • A finales de 2013 Rusia evitó que Ucrania formara parte de la Unión Europea.
  • En 2014 Rusia se anexó la península de Crimea, ubicada al sur de Ucrania, tras una crisis política internacional.
  • El Gobierno de Putin apoya a los separatistas prorrusos de Ucrania, inmersos en la llamada Guerra del Donbás, que ha cobrado más de 14 mil víctimas.
  • Moscú busca a toda costa evitar que la OTAN integre a sus filas más exrepúblicas soviéticas.
  • Ucrania comparte fuertes lazos sociales, culturales e históricos con Rusia.

Desproporción militar

UcraniaRusia
Soldados           1,096,600 2,900,000
Activos             196,600900,000
Reserva900,0002,000,000
Tanques9873,417
Aeronaves1241,391
Helicópteros57407
Blindados8317,272
Artillería1,8185,899
Fuente: IISS Military Balance 2022

México rechaza invasión rusa a Ucrania

Tras una primera postura bastante tibia —justificada por el presidente Andrés Manuel López Obrador sobre las bases del principio de no intervención— México finalmente abandonó su estatus neutral y criticó enérgicamente la presencia de efectivos militares rusos en Ucrania.

Durante su conferencia matutina del 24 de febrero, el mismo día de la invasión Rusia a Ucrania, el presidente López Obrador había argumentado que su Gobierno seguiría promoviendo el diálogo entre las partes en conflicto para evitar el uso de la fuerza.

«Nuestra orientación principal es rechazar el uso de la fuerza y condenar enérgicamente la presencia de fuerzas de la Federación Rusa en territorio de Ucrania».

Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores

«México es un país que siempre se ha pronunciado por la paz y por la solución pacífica de las controversias, incluso está en nuestra Constitución en el artículo 89, es un principio de política exterior la solución pacífica de las controversias y esa es la postura internacional de México, es lo que ha dado a conocer la Secretaría de Relaciones Exteriores y va a seguir siendo esa la postura, la no intervención: la autodeterminación de los pueblos y la solución pacífica de las controversias», comentó.

Estas declaraciones recibieron críticas tanto dentro como fuera del país por su falta de aplomo y compromiso. Sin embargo, más tarde, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, actualizó la postura del Gobierno de la 4T sobre el conflicto bélico y condenó la ofensiva rusa.

«Ya no hay ninguna duda sobre ello, es una operación con una escala que cubre casi todo el territorio de Ucrania, y quisiera yo decirles que nuestra orientación principal es rechazar el uso de la fuerza y condenar enérgicamente la presencia de fuerzas de la Federación Rusa en territorio de Ucrania», dijo.

«Demandamos que cesen las operaciones militares por parte de la Federación Rusa en territorio de Ucrania, que se respete su integridad territorial, que se proteja a su población civil», agregó.

La Embajada de Ucrania había pedido a México que rompiera relaciones con Rusia. Solicitud que Ebrard rechazó en aras de mantener abierta la posibilidad de diálogo con el Kremlin. E4

La Habana, 1975. Escritor, editor y periodista. Es autor de los libros El nieto del lobo, (Pen)últimas palabras, A escondidas de la memoria e Historias de la corte sana. Textos suyos han aparecido en diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales. Actualmente es columnista de Espacio 4 y de la revista hispanoamericana de cultura Otrolunes.

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