Durante algún tiempo sufrí el asedio y rencor de un grupo de jóvenes periodistas que cuando no tenían de que escribir publicaban una serie de agresiones convertidas en maquinazos. Con el tiempo dejé de leerlos y preocuparme por lo que escribían. «Búscalos, invítalos a comer, siempre tienen hambre, dales dinero, es lo único que quieren» me decían mis compañeros de trabajo. Nunca lo hice. Dejaron de importarme.
Cuando salí de ese trabajo, que me dejó grandes satisfacciones y logros, me puse a escribir una propuesta para que el gobierno de la República creara un organismo semejante a la Comisión de Derechos Humanos, una defensoría que atendiera a las personas que eran víctimas de una noticia falsa o de una calumnia. Éste, estaría integrado por periodistas y representantes del Poder Judicial y el Ejecutivo, lo llamé «Defensoría del lector», para que atendiera los casos en que los periodistas se convierten en verdugos y se ponen de acuerdo entre ellos para deteriorar la imagen de una persona.
Publiqué el estudio y lo mandé a la Cámara de Diputados, algunos amigos lo vieron con simpatía; sin embargo, en esa época, como ahora que priva el embuste y el arreglo en lo oscurito, mi propuesta no siguió adelante.
Las cosas no han cambiado, Andrés Manuel López Obrador presentó un análisis sobre los contenidos en los periódicos, con el fin de exponer cómo la libertad de expresión se ejerce en México. Nunca se había atacado a un presidente como lo hacen con él. El ejercicio de la libertad es pleno. Los que antes callaban ante el saqueo, ahora gritan. Mostró un análisis de los artículos y las columnas de ocho periódicos. El Financiero publicó una columna positiva, tres neutrales y nueve negativas. En El Universal no hubo ninguna columna positiva, sólo dos neutrales y diez negativas. En El Economista, hubo una columna positiva, una neutral y siete negativas. En La Jornada, se registraron cinco positivas, tres neutrales y cero negativas. En el Excélsior hubo dos positivas, cinco neutrales y 11 negativas. En El Heraldo hubo una columna positiva, cinco neutrales y siete negativas; en Milenio se registró una columna positiva, dos neutrales y 12 negativas. En Reforma hubo cero positivas, cero neutrales y siete negativas. Reveló que se revisaron 148 textos, de esos 95 fueron acerca de la 4T; hubo 11 columnas positivas, 21 neutrales y 63 negativas. En cuanto a porcentajes, indicó que el 64.2% de las columnas hablan de la 4T, de ellas el 10.6% hablan positivamente y el 63.3% hablan negativamente. Con estos números se entiende los cientos de millones de pesos que se les daban a los medios y a los periodistas los gobiernos neoliberales.
Jaime Cárdenas, excelente constitucionalista, pone sobre el tapete de la política el concepto de la lealtad. En una carta renuncia, donde también da a conocer su incapacidad para ser funcionario público, dijo que su lealtad no era una lealtad ciega. Con la libertad que tenemos ahora se busca redefinir qué tipo de lealtad damos, una lealtad ciega, absoluta y total o una lealtad condicionada, como si no supieran que la lealtad «es», no hay ni más, ni menos lealtad, se es leal o no.
El presidente comentó en una mañanera: «pedimos lealtad a ciegas, para llevar a cabo un gobierno austero, sobrio, para hacer justicia. Entonces, sí, es lealtad al pueblo, básicamente, no a mi persona. La lealtad a las personas se convierte, la mayoría de las veces, en abyección, en servilismo. Nosotros queremos lealtad al proyecto de nación».
La lealtad a ciegas no existe, se llama dogmatismo. Ya nos olvidamos de que los presidentes exigían a sus subordinados y en general a la sociedad una lealtad absoluta, completa, total.
En el pasado se acuñó la frase cuando el presidente de la República preguntaba: ¿Qué horas son? La respuesta era: las que usted mande señor presidente. A esos niveles de abyección llegaban sus colaboradores. Esta incondicionalidad de los funcionarios ante los presidentes surgidos del viejo PRI hizo mucho daño a la nación.
Ahora, en otro clima de libertad y de dignidad, le condicionan al presidente el tipo y cantidad de lealtad que le tiene, Andrés Manuel López Orador ha dicho que pide una lealtad absoluta a los principios de renovación de la Cuarta Transformación. Lealtad, dice el diccionario de la Real Academia, es el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las de honor y hombría de bien. También afirma que se entiende como legalidad, verdad y realidad. Nunca se habla de que hay lealtades ciegas, a medias o en partes.
Lamentablemente la lealtad se fue perdiendo, olvidando o dejando a un lado. La lealtad personal y a los grupos es hoy casi antítesis de la ambición política y el amor al dinero. Son pocos los que tienen lealtades personales y mucho menos en la política neoliberal, donde las ambiciones y el dinero son los dioses a los cuales les tienen todo tipo de lealtades. Estas actitudes son una de las herencias profundas y dolorosas que dejaron los neoliberales.
Ya han pasado casi dos años de gobierno y todavía se habla de lealtades. Es muy tarde para ese tema que debía estar solucionado desde los primeros días.
La lealtad a ciegas no debe ser nunca parte de la política ni del servicio público. Por ello es saludable que los funcionarios y personajes que tengan dudas o se sientan incapacitados ante el reto que plantea esta etapa de gobierno, renuncien.
Las transformaciones son verdaderas, requieren una gran dosis de convicción y lealtad. No hay que olvidar que, también, una de las formas de mostrar la lealtad es quedarse callado.
Anaya
Ricardo Anaya vuelve a la vida pública para que cuando lo llamen a declarar sobre el caso de Lozoya y los seis millones que le tocaron —por lo cual deberían meterlo a la cárcel—, pueda decir que lo están persiguiendo por su activismo político.