El discreto encanto del miedo

Para el Dr. Jorge Mario Galván
y afición taurina coahuilense

Las cinco de la tarde. Manuel siente el sudor de sus manos en el capote, sabe que en cualquier momento debe entrar al quite, pues su alternante, Ignacio, es un temerario irredento cuyos alardes lo hacen vaticinar que lo cogerá el toro y lo comenta, «Hombre, si este no se está quieto y olvida la técnica por lo circense».

Nacho pasa al animal cerca de la taleguilla, siente la pelambre rozar su propia piel. Se agita cuando el jurel parece mirarle con odio y se pega a las tablas, con muy propio espacio para ambos, con el ambiente muy tenso, con los gritos de las mujeres, con todo el paisaje ideal para el miedo, con la sonrisa socarrona.

Manolo reza en silencio. Él, que nunca hace caso de los nombres de los toros, esta vez cayó en pánico solamente con el cartel que anuncia a la bestia con la que su alternante hace circo, que no toreo. «Si se llama Islero, como el jurel que me ha matado en Linares, en 1947, y yo solo tenía mis 30 años».

Camará, su apoderado, parece ahogarse en el puro cubano y echa humo como una máquina de vapor en película de blanco y negro. «Otra vez con tus miedos, Manolo. Estamos muertos desde hace muchos años y en esta quinta De San Pedro toreamos par el gusto de gente selecta. Somos embajadores de arte y seda, artistas del ruedo. Si hay heridas, estos médicos los dejan como nuevos. En la Tierra sí, ahí todo es muerte y solo muerte».

De pronto Ignacio entra volando al anillo, porque el toro lo obliga y se estrella en tablas. Sonriendo le grita a Manolete: «Viene, hermano, que está visto que este tío no pide ni da cuartel». Ahí va, titubeante, pero al citar, erguido y de perfil, Islero viene y va otra vez, primero en el capote, luego en la muleta. Está hipnotizado ante el fenómeno cordobés que pone a la multitud de pie. Una faena maravillosa. Está en lo suyo, con miedo y todo, es el arte mismo, elegante y vertical.

En una pausa, cerca ya del epílogo, frente a frente quedan hombre y animal. Le grita el maestro: «¿Eres el mismo Islero que me ha matado; es que tú también has vuelto a la vida?», porque dirán que somos inmortales en este cielo, pero ¿qué tal si te mato y me matas y ya no hay para nosotros otro chance más de vida después?

Cuando todo mundo espera que venga la estocada. Ambos quedan fijos, y la gente igual. Un silencio de sepulcro donde se escuchan los latidos de cada uno, como si terminase la película en esa escena de duda, de miedo, de ansiedad, bajo el sol calcínate de las cinco de la tarde.

Protagonistas

Ignacio Sánchez Mejías (Sevilla, 1891-Madrid, 1934). Torero valiente y temerario. Fue escritor, presidente del Betis FC y miembro de la famosa Generación del 27. Se dice que volvió del retiro para morir toreando. Lo corneó y mató Granadino.

Manuel Laureano Rodríguez Sánchez (Córdoba, 1917- Linares, 1947). Manolete es uno de los grandes fenómenos del toreo de todos los tiempos. Murió matando a Islero de Miura que le clavó el pitón en su muslo derecho. E4

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