El feminismo: la mayor y más decisiva revolución de la modernidad

Para todas las mujeres que luchan denodadamente contra el patriarcado

Hace tiempo le leí de la desaparecida Agnes Heller una nota en torno a la importancia de la emancipación de la mujer. Decía la discípula de Lúkacs que la revolución feminista es la que mejor sobrevive en el boom emancipador de la modernidad:

«En todos los altibajos de sus continuidades y discontinuidades (de las tres oleadas), hay un rasgo que se ha mantenido estable. Los movimientos feministas han constituido una importante tendencia en los tres, y ésta es la tendencia que, pese a algunas derrotas menores, ha cambiado por completo la cultura moderna. El feminismo fue, y ha seguido siendo, la mayor y más decisiva revolución «social» de la modernidad. La revolución feminista no es un fenómeno nuevo de la cultura occidental, «es una vertiente en todas las culturas existentes hasta la fecha». (Heller, Á., 1989, p. 246)

Agnes Heller se refiere, al hablar de las tres oleadas, a la generación existencialista, a lo que ella llama la oleada de la alienación y a la posmodernista. Estas tres oleadas, que se desarrollan a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, poseen todas ellas la impronta feminista.

Estoy plenamente de acuerdo con Agnes Heller en que la revolución feminista es la que muestra una mayor pujanza hoy en día. De hecho, la multiplicación de los feminicidios en nuestro país reactiva al movimiento feminista que se manifiesta en todas las latitudes.

Hagamos un repaso rápido de lo que ha pasado con los otros movimientos emancipatorios. La revolución del ciudadano, inaugurada allá por 1789 con la Revolución Francesa y con la obra El contrato social de Juan Jacobo Rousseau, tiene todavía mucho camino que recorrer. La ciudadanía, en nuestro país, asoma la cabeza solamente en épocas electorales. Recuerdo, por poner sólo un ejemplo, que en el ejercicio de revocación de mandato del 2022, sólo participó el 17% del electorado. Hay razones para explicar esto, pero nadie puede negar que el porcentaje es exiguo. Ser ciudadano quiere decir participar políticamente no sólo ejerciendo el voto, sino en la rendición de cuentas, en la llamada democracia directa, en el barrio, etcétera.

La segunda revolución, la que tiene que ver con el sujeto y el individuo, con la potenciación del individuo, y que tiene su origen en la obra de Kant, en particular en ¿Qué es la Ilustración?, ha degenerado en un individualismo consumista, insolidario y hedonista, que vulnera lo mejor de nosotros: la libertad y la dignidad. Esa autonomía de la que hablaba Kant, se desdibuja en un sujeto que es avasallado por el objeto (Jean Baudrillard). Para lograr la emancipación del individuo se precisa una vuelta de tuerca hacia la responsabilidad.

La última emancipación, situado su origen en la segunda mitad del siglo XIX, en particular con la obra de Marx, es la del proletariado. El Manifiesto comunista puede ser mencionado como el libro de referencia de este movimiento. Actualmente, en nuestro país, y quizá en todo el mundo, el movimiento obrero, o bien, los movimientos parientes de éste, están en reflujo. Aun el motejado por Negri como el «cognitariado precario», que vendría a ser el sucedáneo del proletariado en el mundo contemporáneo, se caracteriza por su desorganización y dispersión.

En cambio, si volteamos la mirada hacia el movimiento feminista, no podemos negar que continúa más vivo que nunca y pone en jaque al sistema irracional que nos domina. Lo que no quiere decir que dejemos de presionar en el sentido de que la totalidad de los movimientos emancipatorios, que son los que nos hacen verdaderamente modernos, lleguen a buen puerto. La misma revolución feminista, sin el oxígeno de las otras restantes, no avanzará lo suficiente para sentar sus reales. Sucede lo mismo con las virtudes cardinales, si falta alguna de ellas —prudencia, moderación, valentía y justicia—, no se constituye cabalmente el phrónimos griego.

Referencia bibliográfica:

Heller, Á., Existencialismo, alienación, postmodernismo: los movimientos culturales como vehículos de cambio en la configuración de la vida cotidiana, en Heller, Á. y Fehér, F. (1989). Políticas de la postmodernidad. Ensayos de crítica cultural. Barcelona: Península.

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