El futuro de Saltillo: agua y bosque

Casi todas las poblaciones de Coahuila de buen tamaño están situadas junto a un río o son beneficiadas por alguno, aunque esté lejos. Es el caso de Torreón, Viesca y San Pedro. Esas ciudades tuvieron sus propios manantiales, lagos, lagunas y ciénegas que les dieron vida durante siglos. Hoy en día las tres sufren de escasez y en el caso de Torreón el agua que consumen es pésima: difunde un tipo de cáncer de piel que ha atacado notoriamente a los habitantes de ejidos marginales de La Laguna. Hace no menos de cuarenta años que se ha denunciado la existencia de arsénico en el agua, pero no hay poder en la tierra que logre un alto a la extracción brutal.

Hace cosa de días, Andrés Manuel López Obrador llegó a la frontera de Coahuila y, aunque no tuvo relaciones con «el Pueblo», los defensores del río San Rodrigo se colaron y le entregaron 54 mil firmas para su conservación y la del medio ambiente destruido sistemáticamente por los dueños de pedreras. En épocas pasadas cuando Rosendo Villarreal era senador intentó arreglar el asunto y no logró nada. Rubén Moreira se comprometió a protegerlo: no sucedió. Ahora Miguel Riquelme ha dado indicaciones que nadie parece escuchar. Nuestros diputados y senadores de todos los partidos están durmiendo. ¿A qué se dedican? A votar y firmar lo que los poderosos proponen, nada más. El río San Rodrigo es uno de los pocos, a nivel nacional, donde aún hay castores. Quedan muy pocos. Un castor no puede vivir sin los elementos siguientes: agua corriente (en movimiento), árboles y peces. Los empresarios de Piedras Negras han destruido casi todo: están por terminar con una evolución de millones de años. Y parece que lo van a lograr. La lucha por el San Rodrigo la encabeza una familia, los Terry; Waldo, en especial. ¿Hará algo AMLO?, hasta el día de hoy lo dudo.

Los Cinco Manantiales son irrigados por manantiales cuya agua viene de las montañas. Se dice que esa agua es muy especial: del mejor sabor, calidad y pureza. Peña Nieto la entregó a las cerveceras extranjeras.

Parras, General Cepeda y Saltillo no tienen ríos, pero sí manantiales o agua en el subsuelo. Unos cuantos empresarios vitivinicultores están acabando con el agua que ha pertenecido a los campesinos. Se habla de que el derecho al agua es uno de los derechos humanos. Mentira. El derecho es de los que tienen el poder político y económico. Hay datos claros, pero se han ocultado. Todo se reduce a acabar con el campesinado para obligarlo a migrar hacia las ciudades y entregar su mano de obra a las empresas extranjeras.

Anuncié el caso «Saltillo». Se ha hablado demasiado del agua. La ciudad no tiene ríos y ahora quedan pocos manantiales. Los habitantes estamos a merced de la Sierra de Zapalinamé y de otras recargas que vienen de las lluvias que caen en Parras. Desde hace muchos años, creo que ya suman 33, un grupo de ciudadanos creó una sociedad protectora de Zapalinamé: Profauna. Ha tenido mucho éxito, pero el crecimiento salvaje de la ciudad, promovido por unos cuantos gobernadores, tiene a la ciudad en peligro.

En apoyo a ese maravilloso trabajo de Profauna se ha creado una asociación, también de ciudadanos, que tiene por objetivo rescatar Zapalinamé para los saltillenses (y cualquiera otro que se interese). Se nombran «Asociación San Lorenzo», tomando el nombre del Cañón de San Lorenzo. Está liderado por dos empresarios, Alejandro Arizpe y Juan Carlos López. Ellos pretenden reunir dinero para ir comprando partes de la sierra y crear ahí un lugar de recreo, descanso, protección de flora y fauna y, claramente, recuperación del agua de lluvia, porque ese es nuestro único recurso para el futuro. Me dicen que siempre hablo mal de los ricos. Lo hago con aquellos que medran sin importarles la vida de los demás. Los dos millonarios nombrados están encabezando algo transcendental.

Investigador, académico e historiador

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