El gobernador que pacificó a la UAdeC

Dotar de educación superior a la juventud de Coahuila fue siempre un proyecto de quienes gobernaron nuestro estado como lo demuestran las siguientes acciones: En 1867 el gobernador Andrés S. Viesca dispuso la creación del Ateneo Fuente; siendo gobernador, don Nazario Ortiz Garza en 1933, construyó el actual y magno edificio del Ateneo; posteriormente el gobernador Benecio López Padilla intentó fundar la institución pública de educación superior más grande del estado, aunque por diversas razones no pudo ver coronados con éxito sus esfuerzos. La Universidad de Coahuila se concretó hasta 1957, durante el gobierno de Román Cepeda Flores, con la expedición del decreto del Congreso del Estado del 30 de mayo de ese año que creó la Máxima Casa de Estudios de Coahuila.

Como entidad viva, la Universidad ha atravesado por diferentes momentos que la han definido y transformado. Después de su fundación, en 1973, a través de un movimiento estudiantil se consiguió la autonomía, y producto de las deliberaciones en el seno del Consejo Universitario Constituyente nos dotaron del Estatuto Universitario que recientemente reformamos, después de 44 años sin cambiarle, ni punto, ni coma.

Es destacable la actitud conciliadora del entonces gobernador, Eulalio Gutiérrez Treviño, quien logró que la lucha emprendida por los universitarios se encauzara por la ruta del diálogo.

Pero nuestra Universidad también ha tenido días oscuros, etapas de incertidumbre y zozobra, de inestabilidad y episodios de violencia, en donde la lucha por el poder interno y la intromisión de agentes externos propició el surgimiento de grupúsculos violentos que imponían su voluntad mediante la fuerza, cometiendo actos vandálicos incluso pistola en mano.

La historia de nuestra Universidad nos dice que cuando se ha apostado al inmovilismo universitario y se ha privilegiado el control político sobre lo académico, la investigación y la difusión de la cultura, se cae en conflicto, y estas coyunturas funcionaron como caldo de cultivo para que, por más de una década, se enquistaran grupos violentos en la máxima casa de estudios del estado, principalmente con intereses extrauniversitarios.

Con la conducción firme del rector Remigio Valdés Gámez, con el respaldo del entonces gobernador, licenciado Eliseo Mendoza Berrueto, se realizó una limpia y se reencauzó a la UAdeC por la ruta que le corresponde y aún conserva, lo cual le permite afrontar con seguridad los retos de un futuro marcado por la globalización y el acelerado desarrollo tecnológico.

No fue tarea sencilla. De marzo a junio de 1988 con el apoyo del gobernador Mendoza Berrueto, del procurador Ramiro Flores Arizpe, del alcalde de Torreón, Heriberto Ramos Salas, de los medios de comunicación y de los distintos segmentos de la sociedad lagunera, incluyendo a los propios maestros y alumnos, y la conducción del maestro Remigio Valdés Gámez combatimos y expulsamos al porrismo. Para iniciar una nueva historia, es imprescindible conocer lo sucedido para que no se repita. Les comento brevemente algunos sucesos:

Para ser electo como coordinador de la Unidad Torreón en 1988, debí ganar la elección contra un candidato apoyado por los intereses porriles y cuya base principal de apoyo era la facultad (FCA) en donde hoy estamos.

Después de tomar protesta en el Auditorio de la Facultad de Medicina al inicio de las labores de la coordinación que presidí en la Unidad Torreón, esas oficinas fueron tomadas por personas violentas y armadas. Exigían su pago para mantener el control político, pretendían continuar con su reinado de terror y canonjías, fui secuestrado y amenazado con armas de fuego, por unas horas, para que cediera a sus demandas, a todas luces injustificables.

Estos «porros» operaban principalmente desde el auditorio de esta Facultad de Contaduría y Administración, de la sala Audiovisual de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y del gimnasio de la PVC —ahí se resguardarban tras cometer vandalismo en las escuelas y comercios de la ciudad—.

Quienes vivieron y sufrieron esa etapa atestiguaron el daño que la violencia solapada y/o impuesta causa a las instalaciones universitarias. Edificios saqueados, sin puertas ni marcos de las ventanas; sanitarios sin gabinetes ni balastras de las lámparas en aulas. Cada jefe de grupo tenía que llevar su foco y colgarlo para poder tomar clases y así en los diferentes grupos.

Asaltos en pleno día en los salones donde despojaban de su dinero y pertenencias a maestros y alumnos. Robos de nóminas completas y extorsión a maestros para que endosaran los cheques y los pudieran cobrar los «porros».

Los negocios aledaños a las instalaciones universitarias sufrían asaltos periódicos sin consecuencias legales para los infractores. Los transeúntes corrían el riesgo de ser asaltados a luz del día. Los medios de comunicación lo constataron.

Este auditorio, en donde hoy nos encontramos cómodamente estaba «sellado». Las puertas soldadas por dentro. Para recuperarlo se tuvo que contratar personal que rompiera la soldadura. El auditorio estaba completamente vandalizado, sucio, con latas y frascos de cerveza, restos de comida, colchones en donde dormían los porros que entraban y salían por la escalera contra incendios.

Aún recordamos que el escudo de nuestra Universidad, colocado al fondo de este auditorio, usado para «tiro al blanco», estaba perforado por impactos de bala.

La FCA sufrió los mayores daños, estimados conservadoramente en más de 240 millones de pesos.

Los archivos académicos de los alumnos tenían que ser resguardados fuera de las instalaciones de las escuelas o facultades, pues siempre estaba latente la posibilidad de su destrucción o extravío por la acción de delincuentes utilizados como grupos de presión, de choque o simplemente de vandalismo, afectando la trayectoria académica normal de los estudiantes. El colmo del absurdo es que los responsables de la violencia y el desorden formalmente estaban en las nóminas de universitarias como cuerpo de seguridad.

En ese nivel de postración permanente se encontraban la Unidad Torreón, sobre todo la Facultad de Comercio y Administración, La Preparatoria Venustiano Carranza, la Facultad de Leyes, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica.

Además del daño material considerable, el prestigio de nuestros egresados también lo resintió, pues se encontraban muchas dificultades para colocarse en un empleo, existía un gran rechazo de los sectores productivos relacionados con nuestra máxima casa de estudios. La deserción escolar era elevada. A nadie le gustaba asistir a los planteles donde no se les garantizaba su integridad y preparación.

La gran mayoría de los directivos, de los maestros y de los alumnos no estaban de acuerdo con estas prácticas ni participaban en ellas y se encontraban ansiosos de que la normalidad regresara a los espacios universitarios.

Reestablecer la institucionalidad en las escuelas y facultades de la Unidad Torreón no fue tarea sencilla. Pero se logró en poco tiempo y se ha venido consolidado.

Para lograrlo se conjugaron diferentes factores:

La decisión del Gobernador Eliseo Mendoza Berrueto de recuperar para la mayoría de los docentes y estudiantes la Universidad, apoyando con toda la fuerza del poder ejecutivo a las autoridades universitarias, fue determinante.

La conducción del Rector Maestro Remigio Valdés Gámez para recobrar la institucionalidad de la Universidad, fue firme.

El apoyo de las autoridades municipales a través del entonces alcalde licenciado Heriberto Ramos Salas y el respaldo de los directores de las escuelas y facultades que no estaban involucrados con el porrismo y que se decidieron a enfrentarlo, fue decisivo.

El convencimiento de la mayoría de los alumnos, maestros y trabajadores de la Universidad que querían recuperar la estabilidad y trabajar en paz, fue definitivo.

El apoyo de los medios de comunicación regionales, impresos y electrónicos, que por muchos años habían estado denunciando la inacción y la violencia en la UAdeC y la solidaridad de la sociedad lagunera en general que reclamaba poner fin a lo que pasaba en la máxima casa de estudios, fue categórica.

Por todo ello nuestro reconocimiento a la decisión de Don Elíseo para reestablecer el orden y la institucionalidad de la Universidad.

Don Eliseo, como le decimos con todo respeto, permítame concluir comentando un hecho singular en la relación de nuestra Universidad con tres exgobernadores, que en su tiempo y bajo sus circunstancias impulsaron y protegieron la educación superior en Coahuila.

El primero, Pedro de Verona Rodríguez Triana, quien construyó el edificio original frente al bosque, de la actual Escuela de Bachilleres Venustiano Carranza en Torreón, y la hoy Escuela de Bachilleres Agua Nueva en San Pedro de las Colonias.

El segundo, Don Braulio Fernández Aguirre que construyó los edificios de la Facultad de Contaduría y Administración, de la Facultad de Medicina y de la Facultad de Odontología.

Y el tercero, usted Don Eliseo, que con su firmeza y decisión posibilitó que los universitarios de la Unidad Torreón recuperáramos la vida académica de manos del «porrismo».

Los tres, nacidos en el municipio hermano de San Pedro de las Colonias.

Muchas gracias. «En el Bien fincamos el Saber».


Discurso del rector de la UAdeC, Salvador Hernández Vélez, durante la entrega al exgobernador Eliseo Mendoza Berrueto del Master Ad Vitam (22.06.21).

Rector de la Universidad Autónoma de Coahuila

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