El insobornable boxeador

Fiel a la Revolución Cubana toda su vida, el exboxeador Teófilo Stevenson vive con placidez en La Habana y trabaja para el Instituto del Deporte. Considerado por algunos el más grande boxeador olímpico de todos los tiempos, pudo obtener cuatro y cinco oros consecutivos si Cuba se hubiese presentado a las Olimpiadas de Los Ángeles y de Seúl. Recordemos que Stevenson igualó la marca de Laszlo Papp, un púgil húngaro que había ganado oros en Londres (1948), Helsinki (1952) y Melbourne (1956).

Acaso el rasgo más distintivo de este musculoso moreno nacido en Puerto Madre (1952) haya sido su desprecio paradigmático del dinero. Desprecio que nos hace recordar una frase bíblica irrefutable: «La raíz de todos los males es el amor al dinero». Durante su fulgurante trayectoria, Stevenson desdeñó ofertas millonarias que procedían del boxeo profesional: carretadas de dólares para que se animara a pelear contra Cassius Clay (Muhammed Alí). Es célebre su respuesta nada exagerada: «No cambiaría jamás un millón de dólares por el amor de ocho millones de cubanos» o también esta frase atañedera al mismo asunto: «No cambiaría un pedazo de Cuba por todo el oro del mundo». Descubierto por Andrei Tchervonenko, Stevenson tuvo un inicio difícil y se sobrepuso a reveses en el umbral de su singladura boxística. Es cierto que después perdería frente al soviético Igor Vysotskiy (1973), pero en la Olimpiada de Montreal conquistaría su segundo oro olímpico consecutivo. Ciudades que inician con M dieron oro a Stevenson: Munich, Montreal y Moscú.

Uno de los más encendidos elogios recibidos por la elegancia y la serenidad del boxeo de Stevenson fue expresado por el federativo norteamericano Robert Surkein: «El Stevenson que ganó en Munich era superior al Clay de Roma (1960) y al Frazier de Tokio (1964) y, asimismo, al Foreman de México (1968)». Stevenson vencería también al controvertido Tyrrel Biggs, oro olímpico en Los Ángeles (1984), un epígono de Alí que sería arrollado años después en los encordados profesionales, en siete vueltas, por los mazazos adormecedores de Mike Tyson (1987).

Cuentan que en un avión en Miami, Teófilo Stevenson impactó una poderosa derecha en el rostro de un sobrecargo que criticó a Fidel Castro. Realidad o mito, lo cierto es que Stevenson mantuvo una congruencia ideológica ejemplar hasta su retiro del boxeo no profesional. Fue también famosa la frase que usó como emblema en su exitosa vida deportiva: «Más vale ser rojo que ser rico». Teófilo Stevenson, el más grande boxeador olímpico de todos los tiempos, sería igualado por su compatriota Félix Savón respecto de la obtención consecutiva de tres doradas (Olimpiadas de Barcelona, Atlanta y Sídney), pero nada como el boxeo majestuoso del insobornable gigantón cubano.

Romper la jettatura

Encontré la palabra jettatura (así, con doble t) en el diccionario de María Moliner. La palabra es ignorada en los diccionarios de Covarrubias, Corominas e, incluso, en el de la Academia Española.

María Moliner define el italianismo escuetamente como «Influjo maléfico que supuestamente ejercen ciertas personas o cosas». Definición que, traducida al buen romance, arroja con sencillez «mal de ojo», «mal sino», «mala suerte» pues. El uso de la palabra en nuestras latitudes pertenece al ámbito deportivo: cuando un equipo (o un jugador) se impone varias veces al mismo rival.

Quizá y sin quizá, la más célebre jettatura en la historia del boxeo profesional fue la protagonizada en la década de los cuarenta del siglo pasado por Sugar Ray Robinson y Jake LaMotta. Se enfrentaron seis veces y el saldo fue 5 a 1 a favor de Sugar. LaMotta, protagonizado por Robert de Niro en la famosa Toro salvaje (1980), solía decir en son de broma: «no sé por qué no me he vuelto diabético después de pelear tantas veces contra Sugar». Y se dice que tras ver la cinta LaMotta preguntó a su mujer sorprendido: «¿Así era yo?», a lo que su mujer respondió: «Eras peor».

Las jettaturas, como sabemos, son perceptibles en todos los deportes. En el boxeo nuestro podemos decir que jettatura tenía Manny Pacquiao sobre Juan Manuel Márquez hasta aquel infausto día, para el demonio de Manila, en que JuanMa reventó la derecha más potente de su vida en el rostro del filipino.

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