El liberalismo humanista

En mi entrega anterior mencioné La montaña mágica, de Thomas Mann, a propósito de la apología de la enfermedad que Pascal hiciera. Ahí me referí a la posición de Settembrini y a la de Naphta en la novela de marras. En esta ocasión, volveré a citar la esgrima verbal y no tan verbal entre estos dos intelectuales, pero ahora en torno al siempre candente tema político.

La novela de Mann se sitúa en un sanatorio para tuberculosos en los albores del siglo XX. Es de las novelas, junto con Muerte en Venecia, del mismo autor, y otras, de referencia obligada para estos tiempos de pospandemia. Ahí, en el hospital, Hans Castorp acude a visitar a su primo y, finalmente, se queda largo tiempo. En algún momento de la obra hace su aparición un italiano, Ludovico Settembrini, que hace las veces de mentor del joven Hans. Más tarde, se presenta el «jesuita» Naphta y en dialéctica desenfrenada se enfrenta al italiano. Las diferencias entre ambos tendrán un final trágico.

En días pasados retornó a nuestro país Ernesto Zedillo, expresidente de México, y declaró ser liberal, pero no neoliberal. Y, mientras tanto, el flamante presidente de Argentina, Milei, lanzó su discurso contra el populismo y presumió de lo mismo: ser liberal. En fin, vale la pena desempolvar la extraordinaria novela de Thomas Mann, La montaña mágica, para «desfacer estos entuertos» y subrayar las precisiones pertinentes en torno al liberalismo.

La figura de Ludovico Settembrini nos ayudará a comprender qué se debe entender por liberal. Ludovico es un defensor de la democracia burguesa, en tanto que Naphta preconiza el conservadurismo. Se puede afirmar que ambos simbolizan el enfrentamiento entre la democracia liberal y el totalitarismo de la primera mitad del siglo XX. En la novela, el vencedor del duelo es en realidad Settembrini, pues Naphta opta por suicidarse. Con ello, Mann nos da a entender que simpatiza con la posición liberal.

Settembrini propugna el progreso y el humanismo. Se inclina por la tolerancia y los derechos humanos. Su ocupación particular es la composición de una Enciclopedia del sufrimiento. Naphta, en cambio, detenta una ideología que mezcla el anarquismo, el comunismo y el fascismo.

Settembrini considera que «…la vocación natural más honda de la humanidad es la de perfeccionarse a sí misma. De ahí concluye también que es deber de todo el que quiera responder a esa vocación natural colaborar activamente en el progreso de la humanidad» (LMM, p. 219). Más adelante se autodefine ante su alumno Hans Castorp: «Humanista… sí, ciertamente lo soy. Jamás podrá achacarme tendencias ascéticas. Reivindico, honro y amo el cuerpo, como reivindico, honro y amo la forma, la belleza, la libertad, la alegría y el placer…» (LMM, p. 223). El auténtico humanista, el auténtico liberal, se dedica a «derogar el sufrimiento humano».

Sin embargo, todo es relativo, Naphta tacha de conservador a Settembrini, cuando este se autodenomina progresista. El «jesuita» opina que la «tradición mediterránea, clásica y humanista» que preconiza el italiano no es reflejo de la esencia del hombre, ni patrimonio eterno. Castorp, e incluso Mann, se puede decir que se decanta por los planteamientos liberales y humanistas de Ludovico y combate la tentación totalitarista que parece desprenderse del discurso de Naphta.

El mentor de Castorp presenta una visión por demás optimista y prometeica del progreso, visión que ha sido puesta en jaque por los posmodernos contemporáneos: «…el mundo entrañaba la lucha entre dos principios: el poder y el derecho, la tiranía y la libertad, la superstición y el conocimiento, el principio de conservación y el principio de movimiento imparable: el progreso». (LMM, p. 143)

Lyotard, el posmoderno, hace ya 40 años, cuestionó esta cosmovisión. Nos habló de la liquidación de los metarrelatos. Aunque también lanzó sus dardos contra el metarrelato «comunista», y no sólo contra el liberal. Lo que se colige de la lectura de La montaña mágica es que el liberalismo reclama humanismo, pero este humanismo debe comprometerse con la lucha contra el sufrimiento humano, lucha que encabeza Settembrini en la novela de Mann. De otro modo, la crítica posmoderna se saldrá con la suya.

La gente presume de ser liberal, pero es preciso ser autocríticos. Si el liberalismo no cuenta con un apellido en la línea de John Rawls, liberalismo igualitario, o en la línea de Settembrini, liberalismo humanista, y no combate la crueldad y su indeseable efecto, el sufrimiento, no debe preciarse de ser heredero de las glorias de John Locke.

Referencia:

Mann, Thomas, La montaña mágica, Trad. de Yenis Ochoa, Unilibro Ediciones, Caracas, s/a.

Un comentario en “El liberalismo humanista

  1. Como todos los artículos del padre Javier , me parece muy interesante,bien documentado y actual. Muchas felicidades por ese Don y gracias por compartirlo

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