En unos días más se terminará el tiempo de una gubernatura que le procuraron a Miguel Riquelme cuyo peso específico era débil, pero que una caballada furiosa provista de soldados del Gobierno y de su partido lo empujaron, pues reunía pocos antecedentes y hábitos que sobresalían que demostrara una estabilidad política de alcances maduros que pudiera enfrentar a otros candidatos de su mismo partido o de las otras corrientes.
Sin embargo fue público que durante el tiempo de campaña se convirtió en un campo de batalla en donde se usaron estrategias construidas por el comandante como elector cuyas maniobras se llevaron a cabo en forma por demás pragmática, y que al término de la jornada electoral sin importar actos cínicos, como los que fueron vistos por clientes que visitaban una tienda de conveniencia, en donde miembros de seguridad transportaban recipientes de votos en un vehículo que estaba a la vista, y otro más como aquel en donde en un archivo de votos había una horadación teniendo los sufragios a la mano, y luego terminada la elección se tuvo que judicializar por sobrepasar el porcentaje de gastos de campaña y que a toda prisa apenas a unos días de la toma de posesión se logró defender.
Claro que tampoco fue el apocalipsis, ahora es ya la última etapa de un periodo que nos envolvió a todos y que se supo controlar el orden, hay que reconocerlo, ya que el gobernador Riquelme logró mantenerlo estableciendo un equilibrio en su Gobierno que fue dejando atrás la estridencia que acabábamos de padecer, con todo y que una parte numerosa de funcionarios del anterior equipo empezaron a caminar al lado del titular tendiendo puentes y diluyendo los remanentes de tormentas.
Ya quedan pocos días para el final del periodo que fue acompañado por la imposición de un criterio ecuánime que dejó atrás la voz dominante del que no admitía debilidades, pues su sello estuvo sustentado en una autocracia desde la creación de leyes sin sustancia como aquella que normaba el uso de la sal comestible en los restaurantes.
La trascendencia del actual Gobierno será calificada por la ciudadanía con opiniones que la avalarán o condenarán dentro de los límites que encierran a tres millones de habitantes, entidad que está dividida por regiones cuyas manos benevolentes del ahora casi exgobernador, trató a algunas con mayor cariño que otras, pues las prioridades se ordenaron de acuerdo, algunas veces, según intereses, así ha sido siempre y así será.
Gobernador, tal vez la nostalgia lo haga hacer declaraciones como las que recién concibió en el sentido de que con la megafábrica Tesla o sin ella, el desarrollo coahuilense en lo que se refiere a la industria automotriz, concretamente en la producción de vehículos eléctricos, está garantizada y que nuestro estado no depende de ella, ya que en la región sureste se hallan las armadoras Stenllantis, General Motors y Daimler que ya se encuentran haciendo las maniobras necesarias para la producción de autos eléctricos, además de los de combustión interna.
La ligereza de sus comentarios que anteriormente eran cuidadosos sobre diversos temas sorprenden, ya que estábamos acostumbrados a que emitiera juicios más objetivos y no derivados de una percepción incierta, pues habrá que pensar que existen beneficios que la megaplanta atraerá con su cercanísima instalación al territorio coahuilense en el cual se establecerán, como ya se encuentran en actos preparatorios, infinidad de empresas satélites proveedoras de Tesla la cual le dará a nuestro estado recursos económicos vía impuestos federales cuya recaudación es participable al estado, y estatales como el impuesto sobre nóminas, asimismo el predial municipal, además de miles de empleos que facilitará una fuerza económica que haría de nuestra región aún más grande y próspera.
Señor Riquelme nuestro estado ha madurado y la entrega que le hará a Manolo Jiménez en esas circunstancias le dará a usted una tranquilidad que no la tuvieron otros.
Se lo digo en serio.