Miren la casa y cuenten el número de agujeras.
Vean mis utensilios y la ropa que tengo puesta. Examínenlo
Todo y describan todo lo que ven. Esa es la pobreza.
Un hombre pobre de Kenia (1997)
Tratando de poner orden en mi biblioteca encontré un viejo informe del Banco Mundial, sí esa institución encargada de formular los indicadores de desarrollo. Al explorar su índice me di cuenta de la vigencia del documento.
Lleva por título: La voz de los pobres, ¿hay alguien que nos escuche? El documento es un informe del año 2000 en torno a esta condición social tan devastadora para la construcción de sociedades en las que no se han podido zanjar los abismos de desigualdad tan insultantes para la dignidad de la vida humana.
«A las personas pobres —dice en el prefacio— les preocupan las mismas cosas que nos preocupan a todos: la felicidad, la familia, los hijos, los medios de vida, la paz, la seguridad, la protección, la dignidad y el respeto»
Cuando trata el caso de México y su pobreza, el documento destaca la siguiente joya en su capítulo Humillación y anulación potencial: «La costumbre de ofrecer un servicio o favor a cambio de lealtad política se conoce como clientelismo. El PRI ha dominado la política en México durante 66 años, y sin duda ello contribuyó a la importancia del clientelismo. Ochenta por ciento de los encuestados en los alrededores de la ciudad de México declara haber participado en el clientelismo para conseguir su casa y servicios públicos (agua, electricidad, pavimentación y otros servicios). Sin embargo, pese a la amplia participación en el sistema, hay un resentimiento generalizado hacia él.
»Aunque considerado fuente de beneficio para el pueblo, a menudo al Gobierno también se le ve alejado de la gente, ya sea por distancia física o por el hecho de que siempre hay líderes locales que actúan de intermediarios y hablan por los pobres, en lugar de animarlos a hablar por sí mismos.
»En todos los debates sobre el Gobierno figuran otros dos temas. Primero, que el pueblo está mal informado sobre lo que el Gobierno puede ofrecer. Segundo, la opinión generalizada de que el Gobierno es corrupto.
»La gente ve que los programas del Gobierno se traducen en favores concedidos a ciertos grupos a cambio de la afiliación al partido en el poder. A consecuencia de largos años de control por un partido político, el pueblo identifica a la política con el Gobierno, y extiende al Estado la misma desconfianza con que mira a la política».
De eso hace más de veinte años, cualquier parecido con los tiempos que corren hoy, ¿no? Lo cierto es que no hemos cambiado nada. Aunque el PRI es un partido del pasado, Morena que representa el presente, actúa de la misma forma; son exactamente iguales. El clientelismo con que opera el Gobierno de hoy sus programas sociales se ajusta perfectamente al modelo del PRI de hace tres décadas. No le importa el combate a la pobreza. Es sólo un discurso. En realidad, los utiliza con fines aclamatorios y para construir una democracia de escenografía que los legitima en su estadía en el poder.
El combate a la pobreza debiera ser una obligación moral, una obligación política y una obligación profesional de urgente cumplimiento en cualquier Gobierno; en el nuestro, el que dirige Andrés Manuel López Obrador, debiera ser, además de lo anterior, una prioridad porque esa condición es el origen de todos los males que aquejan hoy al país.
Para eso sería necesario que el presidente se ocupara en ser presidente; que su gabinete hubiera sido responsable en cumplir con su encomienda y su deber y no dejarse seducir por las ganas de tener y mantener poder político al buscar la presidencia de la república u otros puestos de dirigencia y de decisión; que no se hubiera dado la desbandada en busca de las burocracias de mando, sino que cumplieran con su deber para terminar sus gestiones públicas.
La pobreza es un fenómeno social de múltiples facetas. No hay una causa única que le dé origen. Está en función de muchos factores: género, edad, cultura, economía, estructura social, geografía, educación, salud, justicia… Así que la tarea de los gobernantes no es menor únicamente para tratar de comprender el fenómeno.
Esa debiera ser su ocupación y no otra porque si no lo que se manifiesta en la sociedad es una serie de muchos males que tienen su origen en la pobreza. Comprendiendo el fenómeno se pueden plantear políticas públicas, políticas de Estado para combatirla. Verdaderas políticas que trasciendan la siembra de árboles, becas masivas, pensiones que parecen dádivas.
En lugar de eso (o también eso, si se quiere) se requieren verdaderos empleos permanentes que garanticen estabilidad financiera; una sólida educación que nos catapulte hacia las sociedades del conocimiento para propiciar el desarrollo; una juventud sana respaldada por un sistema de salud eficiente; una sociedad, aunque diversa, cohesionada y solidaria que no se vea involucrada, como testigo o como partícipe, en los cotidianos baños de sangre a que es sometida a diario.
Decía en mi colaboración anterior que este Gobierno, el de Andrés Manuel, es un Gobierno débil. Mencioné también todo aquello que lo debilitaba. He añadido ahora estos otros factores que contribuyen a esa vulnerabilidad certificados, además en los hechos.
No necesitamos, ante el secuestro de 16 trabajadores de la Secretaría de Seguridad de Chiapas, la patética reacción del presidente «exigiendo» a los malosos la liberación de los secuestrados amenazándolos con acusarlos con sus papás y sus abuelos. Pedazo de… presidente, diría mi tía Beba, la sabia, en lugar de que la autoridad cumpla con su deber.
Tampoco necesitamos, ante el asesinato de Hipólito Mora, que el gobernador de Michoacán y el propio presidente de la república se laven las manos diciendo que ellos le advirtieron en más de una ocasión que se saliera de su casa para vivir en Morelia, donde, según ellos, estaría más seguro. Es decir, él tuvo la culpa de que lo mataran. Caso cerrado.
¿Por qué tanta insensibilidad ante los dramas humanos que se presentan a diario en este Gobierno?
Violencia y pobreza van de la mano. El pasado ya se fue. Es el presente el que está en curso. Y a todos los que hoy nos gobiernan les corresponde el presente. Y parte de nuestro presente se encuentra sumergido en la pobreza, esa que origina todos los males.