Cada ser humano es movido por hábitos y costumbres, siendo este incorporado, agregado, anexionado a ellos por la civilización, por imposiciones sociales
Federico Nietzsche, el controversial filósofo alemán al que muchos estigmatizan sin haberlo leído directamente, describe un aforismo denominado «moral de rebaño» donde afirma la existencia de un comportamiento humano puramente sumiso y obscenamente irreflexivo sobre los valores dominantes de la civilización.
Según esa cavilación ética, cada ser humano es movido por hábitos y costumbres, siendo este incorporado, agregado, anexionado a ellos por la civilización, por imposiciones sociales. Su comportamiento es generalmente consentido por la mayoría sin reflexionar ni meditar sobre ellos; los adhiere rutinariamente y hasta les venera; convirtiéndolos incluso en «virtudes sociales». Nietzsche opina que surge así una vida sumisa opuesta a otra que es libre. Esa está anestesiada, enfermiza y frágil y la otra es rebosante de alegría, sana y por ello fuerte, viril y noble. La primera es la vida de la moral de rebaño y la segunda es la vida del ethos, la del individuo que lucha siempre para no ser absorbido por la tribu.
Hoy las redes sociales han incrementado los rebaños, podemos encontrar muchos borregos en ellas, pero destaco dos: Creadores de mensajes tóxicos con el afán de dañar, destruir y causar furor a través de falacias Ad hominem, es decir, contra la persona, esas que buscan destruir a determinado semejante, no aclarar o desmentir el contenido del mensaje; e infinidad de pusilánimes que reenvían sin más comunicaciones virulentas sin percatarse plenamente del contenido, ni cuestionarse si son verdad o sofismas repulsivos; simplemente calcan rumores y hasta juicios improcedentes y peor aún, opinan según lo primero que les llegó sin atreverse a analizar la otra visión del mismo tema; carecen de «voluntad de poder» lo que es terriblemente perjudicial; por ello, según sea el caso de quien me envía alguna misiva de esas, simplemente las borro.
Antes discutía o les mencionaba que era mentira lo retransmitido, jamás aceptaban su patraña, hasta se molestaban cuando les ofrecía argumentos. Ahora sencillamente los ignoro, me doy gusto vaciando chats completos y correos electrónicos sin abrirlos; incluyendo «supuestos informes oficiales». Según quien los envía, percibo perfectamente que están alterados o malignamente arreglados para causar daño a su enemigo político; son remitidos por ese rebaño retuiteador de augurios funestos; les resulta imposible compartir algo positivo, tienen que destruir, jamás construir; lastimar, nunca curar.
En los últimos días la tercera guerra mundial ha sido declarada varias veces; miles de empresas han sido expropiadas; cada partido político ha salvado a México del desastre; incestos, adulterios y conflictos familiares de actores y políticos; delincuentes supuestamente logrando demostrar su inocencia; frases entresacadas de su contexto y dándoles una versión radicalmente diferente; existe una vastedad de mentes perturbadas por millones de bots ponzoñosos entre otras tantas argucias enfermizas que solamente quienes tienen algún interés o definitivamente pecan de increíble ingenuidad aceptan.
A pesar de demostrarse fehacientemente que una información emitida es totalmente falsa o tergiversadas y que rayan en lo ridículo como fenómenos de la naturaleza o conflictos internacionales que se intentan burdamente encarnar como problemas nacionales; coexiste una desesperada irracionalidad de agoreros fatídicos en una «guerra sucia», embarcando a las más altas esferas sociales.
Son, según el propio Nietzsche: «…un animal de rebaño, diminuto, ridículo y mediocre, cuya aspiración es complacer las necesidades de sus semejantes, siendo solamente una triste sombra de lo que podría llegar a ser»; están perdidos, no saben a dónde ir, no tienen propuestas provechosas; son presas de ilimitada envidia rencorosa al ver que otros realizan lo que ellos nunca llevaron a su concreción final; todo eso es criminal. Como diría el refrán hindú: «Sólo se tiran piedras contra el árbol que da frutos».
Para salir del rebaño, diría Nietzsche, «es indispensable encontrar a aquel que considera que ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo; si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado; entenderás pues que la mentira más común es aquella con la que las personas se engañan a sí mismas». Asegurarse de no transmitir calumnias es convertirse en persona confiable, confraternal con la verdad. E4