El sexenio más mortífero de nuestra historia

Fue el sacerdote liberal José María Luis Mora quien allá por 1830 advirtió del peligro que representaban la influencia de los militares y del clero en los albores de la nación mexicana. Mora tuvo la previsión de que los sables y las sotanas siempre representarían un peligro para la libertad en esta nación. Y no en balde el Constituyente de 1917 legisló sobre las Fuerzas Armadas (artículo 129) y la Iglesia (artículo 130) en artículos consecutivos y en el capítulo final de la Constitución que se titula «Previsiones Generales», porque milicia y clero merecen un trato especial por las grandes calamidades que han causado a nuestra patria. Hoy, sin embargo, necesitamos de la fuerza letal militar para combatir asesinos desalmados que son la causa del baño de sangre en este país.

Buena es la intención del presidente de militarizar a este país incluyendo a la Guardia Nacional y qué bueno que el PRI de Rubén Moreira brinda su apoyo a tal iniciativa en un país convertido en el México asesino de los 100 homicidios dolosos e impunes al día. Pero de nada va a servir este apoyo priista si Andrés Manuel sigue con su terquedad de dar abrazos y no balazos a los delincuentes, de impedir que las fuerzas federales disparen sus armas que son herramientas para matar, como efectivamente las usan los sicarios enemigos de México.

Hoy el Estado mexicano es débil frente al Estado de facto del crimen organizado y es urgente que la Guardia Nacional se fortalezca con mandos militares y que den de baja, de inmediato y por motivo de perjuicio del servicio, a la periodista Rosa Icela Rodríguez y al abogado Ricardo Mejía Berdeja, que inhiben la potencia de fuego y la capacidad de abatir delincuentes y sicarios que es la esencia efectiva y disuasiva de la violencia legítima.

En 1999 el suscrito fue de los primeros columnistas que abordó el tema de la Guardia Nacional que estaba plasmada desde 1917 en la Constitución y que nunca había existido antes de 2019 por temor al Ejército, que era un tema tabú en este país. Fue a raíz de un foro realizado por diputados del PRD en San Lázaro, «Primer Foro Legislativo sobre las Fuerzas Armadas Mexicanas» (18/11/1998), donde el jurista Bernardo Bátiz presentó su ponencia sobre la Guardia Nacional y donde uno de los propósitos era equilibrar el poderío de las Fuerzas Armadas aumentando el poder de una guardia civil.

Cualquiera pues que sea el rumbo que tomen los militares y la Guardia Nacional, el asunto es enmendar el peor error que AMLO ha cometido en su Gobierno que es la absurda estrategia de los «abrazos y no balazos».

Y aquí es donde el entonces diputado Bátiz (ahora integrante del Consejo de la Judicatura federal) insistió en la preparación armada de los civiles en la Guardia Nacional y hacerlos conscientes de que son portadores de instrumentos útiles para hacer daño a otros hombres y en especial que esas armas son útiles para privar de la vida a otros seres en defensa de sus funciones de mantener la paz y la seguridad, y que jamás insinuó para la Guardia Nacional eso de los «abrazos y no balazos», verdadero fantasma obradorista que hoy recorre este país en el sexenio más mortífero de nuestra historia.

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