El sofista platónico hoy

Una de mis máximas delicias es releer los diálogos de Platón. Me encanta imaginar al genial Sócrates burlándose irónicamente y despedazando las falacias que con argucias como argumentos utilizaban los sofistas para defender sus mentiras. Mientras recorro el texto, evoco metafóricamente la realidad actual. Uno de los que más me atrae es «El Sofista», segundo de una posible tetralogía que se quedó en trilogía: («Teeteto», «El Político») y se cree debió existir un cuarto: «El filósofo» que nunca se escribió o se perdió.

Vayamos a la obra y después a la metáfora: En este diálogo ya no es Sócrates el personaje principal; lo es un extranjero mesurado y tranquilo, quien enfrenta a los sofistas. Estos no ofrecían ningún sistema ético, todo en ellos era destructivo, carecían de una visión positiva de la vida, solamente criticaban y engatusaban a través de la retórica. Para ellos, «la mentira era la medida de todas las cosas». Los sofistas cobraban por sus enseñanzas, usaban técnicas erísticas, es decir, el arte del conflicto o debate, y obtenían ganancias mediante el placer; eran conocedores de las ideas, pero no de la verdad.

Los sofistas odiaban a los socráticos porque les quitaron sus privilegios y prebendas que jamás volverían a recuperar; parafraseando a Maquiavelo diremos: se odia más a quien nos quita riquezas que quien mata a un ser querido. De nada les sirvieron sus aporías lingüísticas o argumentos irresolubles para salvar su partido filosófico con discursos muy elaborados; adulterando la verdad, creaban montajes de hechos para justificar su dicho. Creyeron que con la muerte de Sócrates resurgirían, pero los que le sucedieron fueron más duros: Platón, Aristóteles, Séneca, Tomás de Aquino y Agustín de Hipona; fue triste para los sofistas perder sus privilegios económicos y su posición política-filosófica.

A 2 mil 400 años de la argumentación platónica, está sigue siendo válida; lo vemos en la historia de las justificaciones de las conquistas; idénticos los romanos, ingleses, españoles y en los últimos 200 años los norteamericanos. El presidente James K. Polk cuando se lanzó a privar a México de la mitad de su territorio, lo hizo en nombre de la democracia y la libertad contra el dictador Santa Anna. Asimismo, en las dos guerras mundiales contra los dictadores Kaiser, Hitler, etc.; después Bush haría lo mismo contra Sadam Husein y hoy Biden, siempre como todo conservador, sin imaginación, mientras negocia con un gorila sudamericano antes apestado por ellos; repite exactamente las mismas palabras contra el oligarca Putin, un ultraderechista enriquecido con el dinero del pueblo ruso, todo por petróleo.

Lo importante al hacer la guerra es ganar dinero y, con argucias, engañar a la humanidad arguyendo que se protegen valores trascendentales, cuando lo único que persiguen es salvar su economía. Utilizan los medios de comunicación masivos y virtuales con montajes y buscan sumar a la población mundial a su «cruzada», haciéndola creer que se le salva de una tiranía terrible, cuando en realidad lo que se quiere es mantener los privilegios de unos pocos, pauperizando a los pueblos.

Ignorantes de la realidad social, los sofistas actuales fantasean con un mundo idílico donde todo es perfecto según su visión de la vida, incapaces de ver las verdaderas necesidades de la comunidad. Justo esta semana percibí esa ruindad en un político, alguien que separa la realidad con imágenes populacheras para enredar mentes y crear confusión. Intentó seducir haciendo creer al pueblo que sabía de lo que hablaba: colocar paneles solares en el techo de toda casa, empezando por las más humildes. Ni idea tiene este pobre ignaro del costo de cada panel solar y todo lo demás que implica, así como un mantenimiento excesivamente caro. En especial requiere un techo que los soporte; millones de casas de los más pobres tienen tejados de lámina o cartón sin estructura sostenible. Esa enorme incontinencia trapacera de este embaucador me recordó a los soldados mongoles reclutados por la URSS para tomar Alemania en la IIGM; estos rústicos aldeanos robaban los focos de las casas germanas, soñando que al llegar a sus humildes caseríos en Asia podrían colgarlos y alumbrarían sus viviendas… Toda propuesta o acción social inviable y/o improcedente es un sofisma que atenta contra la inteligencia y busca burlarla. E4

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