Esta columna es una interpretación mexicana de la última novela del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, titulada Tongolele no sabía bailar, que habla de la represión actual en contra de la juventud nica a manos de Daniel Ortega y de otros antiguos guerrilleros sandinistas que en el siglo pasado habían luchado contra la dictadura de Anastasio Somoza en una revolución izquierdista que, en la actualidad, se ha convertido también en una infame dictadura cuyo epílogo lo resume una pancarta de protesta que hoy circula por Managua: «Ortega y Somoza son la misma cosa».
Y hay que decir que «Tongolele» es el apodo del represor asesino en la última novela de Sergio Ramírez, escritor en el exilio que fue vicepresidente de Nicaragua del ahora sátrapa Daniel Ortega y, como éste, Tongolele también fue un guerrillero sandinista que luchó para derrocar al tirano Somoza.
Le apodan Tongolele porque el ahora sicario verdugo de estudiantes tiene un mechón de pelo blanco en la cabeza, similar al de nuestra vedette Yolanda Montes, pero que, contrario a la gran bailarina, este Tongolele no sabe bailar, sino matar y perseguir disidentes de la actual dictadura encabezada por el otrora guerrillero Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo.
El espejo actual que tienen en México estos sandinistas convertidos en represores bien se aplica a los «Chuchos» del Partido de la Revolución Democrática que, al igual que Tongolele, no saben bailar, pero sí saben matar y perseguir estudiantes como lo hicieron en 2014, en Iguala, en contra de los normalistas de Ayotzinapa, masacrados por el alcalde perredista de Iguala, perteneciente a esa tribu caciquil de los «Chuchos», cuyos principales actores son Jesús Ortega y Jesús Zambrano, este último actual presidente del PRD.
Recuerde usted que antes de la masacre de los normalistas, José Luis Abarca ya había implementado el terror y la persecución de opositores en Iguala. Porque cierto es que este Tongolele de los Chuchos ya había secuestrado y asesinado justo antes de comprar su candidatura a la alcaldía por 2 millones de pesos al exguerrillero y ahora también excelso Tongolele Jesús Zambrano Grijalva que, entonces, como ahora, era el presidente nacional del PRD.
Tampoco hay que olvidar que, consumada la masacre de los normalistas, el alcalde José Luis Abarca, Chucho y perredista, huyó de Iguala y se reunió con el Tongolele Zambrano en la ciudad de México buscando la protección de los Chuchos, mismos que un mes después, durante el IX Consejo Nacional del PRD, aceptaron su responsabilidad en la postulación de Abarca a la alcaldía de Iguala.
Al perredismo cómplice de desapariciones, de asesinos, secuestradores, narcotraficantes y represores lo hemos visto actuar en Iguala, Guerrero, Cocula, Michoacán, Pantelhó, Chiapas y Veracruz, donde una exdiputada federal del PRD acaba de ser detenida por asesinato.
Pero de ese perredismo plagado de sicarios, narcotraficantes y criminales nada dijo Jesús Zambrano ahora que anduvo allá por la ONU y demás instancias internacionales. Narcos como el exdiputado perredista Julio César Godoy Toscano, un prófugo de la ley que tomó protesta gracias a la complicidad de la Tongolele Guajardo, la primera comadre de Coahuila que, como los Chuchos, tampoco sabe bailar.