Terminaron las elecciones en Coahuila para renovar el Poder Legislativo para el año 2021, y las sorpresas sí se presentaron, algunas anticipadas, pero otras inesperadas, que generarán muchas reflexiones, enseñanzas y lecciones para los protagonistas, los gobernantes y los ciudadanos.
La primera sorpresa es el nivel de participación ciudadana que casi alcanzó el 40%, con 875 mil 947 personas que salieron a votar en una elección por naturaleza floja y en medio de una pandemia que ya costó la vida de más de 2 mil personas en la entidad.
Los pronósticos de analistas, autoridades, partidos políticos y los propios ciudadanos, no esperaban ni por mucho que el porcentaje de votación llegara siquiera al 30% del total del padrón, cantidad que supone solo a la estructura de los partidos en cada ciudad.
La otra sorpresa fue el carro completo del PRI, que incluso para el mismo partidazo fue un resultado inesperado, pues en sus propias mediciones al menos perderían dos distritos de los 16 ganados; sin embargo, el triunfo aplastante mostró que no sólo su estructura salió a votar.
El otro segmento que seguramente votó por el PRI, fueron aquellos ciudadanos que valoran los resultados de gobiernos locales emanados del partido y la situación económica, social y política que priva en el estado y sus 38 municipios.
Otra parte de los votos que recibió el tricolor, son aquellos que perdió el presidente y su partido (Morena) que designó candidatos sin arraigo, desconocidos y con poco contacto en campaña con los electores.
No cabe duda que el presidente aún tiene arrastre y que, aunque los números no son malos para Morena, porque ahora logró cuatro curules, no fueron ganadas en las urnas de cada distrito, sino que es resultado del aún posicionamiento muy aceptable de su líder moral a nivel nacional.
Sin embargo, Morena y su liderazgo deben entender que la elección de Coahuila fue un laboratorio de los comicios del próximo año, que será la intermedia para el actual gobierno federal y será determinante para la continuidad de un proyecto que no termina de arrancar y que no ofrece los resultados prometidos.
El perdedor absoluto y de forma estrepitosa, fue el PAN, que más allá de su posicionamiento nacional como la única oposición al régimen actual, más estéril y débil que efectiva y contundente, demuestra que eso aún no alcanza para convencer primero a sus militantes y después al voto flotante, que al menos en Coahuila alcanzaría el 30% del padrón total que supera los 2 millones de electores.
Sin embargo, el esfuerzo de los candidatos del albiazul fue insuficiente y en algunos casos superado por Morena, gracias a la falta de dirección y en momentos con cierta soberbia de un dirigente estatal que más bien parece pactó la derrota de su partido para garantizar en el futuro su posibilidad de ser candidato a diputado federal.
La chiquillada, los partidos que solo son negocio para algunos cuantos, ya de plano no podrán participar en la elección de alcaldes del próximo año, siete de los 11 partidos de los comicios de este año, y en la federal cuatro que no alcanzaron el 3% de la votación total.
Los que ganaron deberán aprender del triunfo y de mantenerlo, porque aún las cifras de votos no son garantía para el próximo año; los que medio ganaron con muy poquito, deberán ordenarse y no confiarse en una figura mesiánica que poco a poco pierde fuerza y el resto entender nuevamente que la democracia es muy caprichosa y de alto riesgo, sobre todo la incipiente democracia mexicana, que nos guste o no, es la única forma civilizada que tenemos para tratar de salir adelante.