Elogio de las meninges

En la otra orilla de lo que pensamos las meninges no sólo brindan protección al cerebro sino también al sistema nervioso central, van hasta el filo de la segunda o tercera vértebras de las llamadas sacras.

Como sabemos, las meninges son tres: aracnoides, duramadre y piamadre.

La sufijación creativa de los últimos nombres aquí citados se ha prestado a un sinfín de chistes, no todos afortunados.

El más común es el que trueca (gracias a una disimilación consonántica) duramadre por puramadre.

Los diccionarios avisan que la voz meninges viene del griego y significa membrana.

Las meninges conforman un dispositivo a guisa de plástico que recubre los cables de la conducción nerviosa del encéfalo y médula espinal.

La principal causa de la meningitis (inflamación de las meninges) son los virus; la segunda, las bacterias.

Un signo patognomónico (indicativo de la enfermedad de meningitis es la cefalalgia o cefalea, dolor de cabeza, pues.

Una de las expansiones horizontales de la duramadre (que es la más resistente de las meninges) se llama cavum de Meckel —que recubre al ganglio del nervio trigémino, sensibilizador de la cara— en honor al pionero teratólogo Juan Federico Meckel, célebre estudioso de la anatomía comparada a quien debemos, asimismo, la descripción de ese centón de la zoología llamado ornitorrinco.

En atención a su fisiología las meninges cumplen dos empeños: aislantes y protectoras.

El líquido cefalorraquídeo, que discurre entre aracnoides y piamadre, es distribuido por la aracnoides, situada debajo de la duramadre.

El diccionario de María Moliner avisa que meninge es membrana, y añade: «Cada una de las membranas que envuelven el cerebro y la médula espinal».

La más sutil de las meninges es la aracnoides, cuyo nombre no disimula su procedencia: relacionada con los arácnidos.

¿Por qué?, porque es una suerte de tela de araña que recubre, superpuesta pero no adherida, a la superficie profunda de la duramadre.

La aracnoides es fina y delicada, comunican los manuales de anatomía (Gray Anatomía para estudiantes, p. 104).

A guisa de lo que ocurre con los cilindroejes o axones respecto de las dendritas, la relación de la aracnoides con la duramadre es de «contigüidad no continua».

Cambio de tema: el líquido cefalorraquídeo es un auténtico protector mecánico del sistema nervioso central, un mullido colchón hidráulico.

La piamadre o meninge interna funge como tapiz de las circunvoluciones del cerebro. Mientras más externa es la meninge, es mayor su dureza.

Hagamos un ejercicio crítico e imaginemos un mundo sin meninges.

Los seres humanos tendríamos que reducir el espectro de actividades relacionadas de manera directa con el encéfalo:

Menos cabezazos en «el juego del hombre», como lo apodó Ángel Fernández, y necesarias caretas en el box, por citar sólo dos deportes.

No digo aquí nada de esquiadores, motociclistas (México) o motoristas (España) o de jugadores de futbol americano: sus cascos demandarían un vigoroso refuerzo.

Quizá podríamos sobrevivir sin aracnoides y sin piamadre, pero la ausencia de la duramadre nos tendría vigilantes de nuestra cabeza día y noche.

Sin esa membrana, tendríamos que prohibir todo género de coscorrones.

Pidamos una membrana aún mayor que la externa y resistente duramadre: que a Dios y al rey, pedir y volver. ¡Ah!

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