De acuerdo a Norberto Bobbio en su libro sobre la historia del pensamiento político y sus formas de gobierno, en Marx ni siquiera existe una teoría de gobierno. Muchos de sus estudiosos se han inclinado solamente a poner el acento en la teoría general del Estado de índole marxista, en vez de procurar sus aspectos particulares a la luz de este pensamiento.
A pesar de tener la intención —y hubo algunos esbozos— nunca escribió ninguna obra dedicada expresamente al problema del Estado. Lo poco, solo se redujo a pasajes breves que particularmente fueron tomados de sus obras sobre economía, historia y política. La más cercana fue la obra sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que es autoría de Engels; pero aquí lo que trata es, en gran parte, de la formación histórica del Estado y no del poder público.
Dicho lo anterior, y solo por mencionar a dos grandes pilares de la izquierda en el mundo, para Marx, «la mejor forma de gobierno es la que permite el proceso de extinción de cualquier posible forma de gobierno; es decir, que da lugar a la transformación de la sociedad estatal a una sociedad no estatal».
En la actualidad, en México como en muchos países, en términos políticos vivimos en una orfandad de ideologías y no solamente hablando de izquierda, sino de derecha o puntos intermedios. Encuentro que hay una desorientación de la izquierda por cuatro motivos principalmente: primero, por una carencia de una alternativa; segundo, por la escasez de una idea sobre el mundo; tercero, por la carencia de un agente, y finalmente por la carencia de una crisis planteada.
La izquierda carece de una alternativa, principalmente porque muchos de sus planes y formas las fundamentan solo en la dirigencia o lo que en otros términos quiere decir, poner los huevos de la gallina en un solo cesto. En ese sentido, la idea vieja y desacreditada de que el gobierno dirija todo, sobre todo la economía, se ha tornado un tanto irrelevante al manifestarse hoy por todos lados de que el cambio de la economía debe ser basado hacia una economía cimentada en el conocimiento. El concepto de redistribución de la riqueza no es suficiente para contrarrestar las enormes presiones que vive la desigualdad, la inseguridad, la exclusión… que son el resultado de la segmentación jerárquica de la economía que ahora crece a pasos agigantados, y esta idea suele ser insuficiente para abordar problemas como la fragmentación del tejido social, el individualismo y el menosprecio.
Bajo estos argumentos y las experiencias particulares en lo nacional y local, me parece que la izquierda en México no define lo que quiere defender. A pesar de tener mucho acervo y experiencias, hoy carece de un conjunto base de ideas con las que repensar e incrementar las concepciones institucionales de las que está sujeta en la actualidad la sociedad; por el contrario, la idea dominante del capital desarma cualquier tipo de imaginación que vaya en la lucha por desafiar lo ya establecido.
A pesar de lo que menciono sobre la desorientación de la izquierda en el cuarto motivo, en la vida diaria se vive y se padece la sensación de que todas las alternativas —no solo la izquierda— y todos los presupuestos, se encuentran enredados dentro de un cuerpo en descomposición. Todos los postulados, han dejado de ser creíbles y solo presentan opciones indivisibles como capitalismo o pobreza.
Este tipo de circunstancia, eleva la temperatura de un real debate político y no de un desfile alegórico. El debate derrite las definiciones ya congeladas que lejos están del interés y de la identidad. Lejos de la construcción y del desarrollo, lo que aparentemente se llama izquierda en México, se dedica a una operación de contención que solo suaviza las consecuencias sociales de los programas ya establecidos y que pretenden llevar a la práctica sus adversarios conservadores.