Entrevista a Kiskesabe

PRIMERA PARTE

Dentro de los festejos de La Opinión, donde esta columna se publica desde hace más de 30 años, me invitaron a una entrevista-conferencia, sin público, respetando la sana distancia preventiva de COVID. Las preguntas versaron sobre la trascendencia profesional social de un área del conocimiento como lo es el ejercicio de la medicina, cuyo objetivo es el cuidado de la salud, uno de los derechos esenciales de la humanidad, sin importar tendencias políticas, económicas o religiosas.

Dr. Espinosa, ¿nos puede hacer un relato breve de su trayectoria desde los inicios del ejercicio su profesión?

Egresé en 1968 de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana, para ejercer un año, 1969, de Médico Interno aquí en el IMSS de Poza Rica, Martínez de la Torre y Tuxpan y un año de servicio social, 1970, en un hospital de la SSA en Castillo de Teayo, Veracruz. En aquellos tiempos, en los citados hospitales, de las cuatro grandes especialidades, solo había especialistas en Pediatría, Cirugía general y Ginecología, no había especialistas en medicina interna, de ahí que recién salido de la escuela, tuve que enfrentarme a manejar en forma autodidacta casos serios de diferentes especialidades: de insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial, sangrados digestivos, infartos agudos del corazón, trombosis cerebrales, peritonitis agudas, diarreas agudas, entre otras causas más frecuentes de consulta general y de urgencias. Deduzco, que en Castillo de Teayo, donde era el mejor médico (era el único), recibí las mejores clases de sentido común en medicina: no tenía maestros que me enseñaran, ni colegas a quien echar la culpa de mis errores. Hoy, los médicos internos y los médicos generales, la mayoría de las veces, los casos clínicos mencionados simplemente los envían a los diversos especialistas con los que cuenta un hospital. La burocracia en medicina, los protocolos rígidos, les impide tomar decisiones clínicas personales ante estos casos y se pierden el rudo aprendizaje de «las trincheras médicas», donde se forja el criterio para resolver problemas médicos para beneficio de los enfermos. Los médicos «enviadores» de los enfermos a otras especialidades, resuelven su problema, no el de los enfermos. Rehúyen el reto que forja a un médico clínico con solvencia y responsabilidad profesional.

En 1971, arribé a Torreón, Coahuila, para otro año de Medicina General, previo a la especialidad de Medicina Interna. En este hospital del IMSS, ya se contaba con casi todas las especialidades esenciales en Medicina Interna, especialidad dirigida a las enfermedades de los adultos: cardiología, reumatología, neurología clínica, neumología, gastroenterología, psiquiatría, hematología y endocrinología.

Muy buenas lecciones aprendí en la Comarca Lagunera, esencialmente del primer médico internista que conocí, el Dr. Raúl Adalid, sus lecciones en medicina sistémica, reflexiva y analítica, y sus lecciones de medicina interna bohemia, me hicieron elegir esta especialidad.

Dr. Espinosa ¿Qué significa para usted ser médico, porqué eligió esa profesión?

No te digo que esta pregunta es interesante, porque, en general, cuando un entrevistado dice eso, la respuesta no es interesante. Sí, te digo que es una pregunta reflexiva. La ilusión de los padres durante el embarazo de un hijo es que éste nazca vivo, que sea inteligente, guapo, exitoso y rico.

¡Creo que mis padres solo atinaron en que estoy vivo!

Yo elegí la carrera de medicina desde la primaria, quizá porque en aquel tiempo, 1962, había muy pocas profesiones: medicina, leyes, magisterio, ingeniero, arquitecto, contador público y… no recuerdo otras. Desde ese punto de vista, era fácil elegir. No obstante, reflexionando tu pregunta, creo que elegí ser médico porque me llamó mucho la atención observar y tratar de cuestionar y explicarme los fenómenos de la naturaleza sin connotaciones divinas. Nací en Solís de Allende, un Macondo marginado de los cien años de soledad de García Márquez. Criado en contacto con la naturaleza. Nunca se me olvida un detalle esencial: de niños diseñábamos nuestros juguetes y los famosos «charpes» (resorteras), para competir cazando pajarillos en el monte. Desde el inicio fui bueno en eso, buena puntería. Pero, tengo grabada en mi memoria la imagen de los dos primeros pajarillos jilgueros muy pequeños que cacé: la respiración agónica abriendo y cerrando sus picos hasta que exhalaron su último aliento de vida. ¡Nunca más volví a competir y cazar a ningún pajarillo!

Ser médico es cuidar la salud de nuestros semejantes para prolongar la cantidad y calidad de vida. Cazar pajarillos es atentar contra la portentosa maravilla de todas las maravillas: el fenómeno de la vida. Ser médico, como cualquier actividad humana, significa estar consciente de que somos servidores sociales, servidores públicos. Primun non nocere, primero no dañar, es la esencia moral del ejercicio de la medicina y de cualquier otra actividad, incluyendo el periodismo. Ser médico es dar lo mejor a nuestros semejantes. Ser médico para mí, es enriquecerme de satisfacciones si en el intento de prolongar la cantidad de vida y mejorar su calidad, no provoco un daño adicional. Ser médico es sentir esa sensación de impotencia, desaliento y frustración ante nuestros errores y fracasos y que estos nos estimulen a seguir siendo aprendices del buen quehacer médico. Con esta filosofía, los bienes materiales son secundarios, aunque no despreciables, puesto que, en el contexto capitalista en que existimos, las necesidades básicas a las que tiene derecho cualquier ser humano, tienen un costo material individual elevado, y con una actitud de competencia salvaje, cuyos éxitos se tasan en los bienes materiales acumulados, la profesión médica, y cualquier otra, puede convertirse en una buena fuente de divisas a expensas del sufrimiento humano y esto es antihumano. ¡Mi plumaje…no es de esos!

(Continuará…)

Lea Yatrogenia

Egresado de la Escuela de Medicina de la Universidad Veracruzana (1964-1968). En 1971, hizo un año de residencia en medicina interna en la clínica del IMSS de Torreón, Coahuila. Residencia en medicina interna en el Centro Médico Nacional del IMSS (1972-1974). Por diez años trabajó como médico internista en la clínica del IMSS en Poza Rica Veracruz (1975-1985). Lleva treinta y siete años de consulta privada en medicina interna (1975 a la fecha). Es colaborador del periódico La Opinión de Poza Rica con la columna Yatrogenia (daños provocados por el médico), de opinión médica y de orientación al público, publicada tres veces por semana desde 1986.

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