El renacentista florentino Nicolás Maquiavelo (1469 – 1527) habla del importante papel, que, en materia política moderna, está llamado a desempeñar el arte de la palabra. Indica cómo se debe diseñar la fisonomía, es decir, la imagen del príncipe, y agrega de igual forma insistir en la impenetrabilidad de sus designios, en su poder de simulación, en el misterio de su verdadero pensamiento. Termino con un apunte final del florentino que dijo «la diferencia entre un régimen simplemente autoritario y uno totalitario está en que el primero (autoritario) quiere que no se le ataque, y el segundo considera un ataque todo lo que no es un elogio. Al primero le basta con que no se le desfavorezca, el segundo pretende además que nada se haga que no le favorezca».
Ya en nuestro país el espíritu de la libertad de expresión solo lo puede encontrar en forma plasmada en la Constitución de la República en forma conceptual, en donde obliga a salvaguardar lo más sagrado, que es la libertad de pensamiento y de opinión como derecho humano fundamental, y exige al Gobierno el respeto, de igual forma a los medios y a los trabajadores de los mismos, predicando mediante discursos que son los defensores de la opinión de los que manejan el Cuarto Poder.
Las exigencias políticas para que los medios suavicen las notas o les cambien el sentido, sin que su tergiversación sea notada, siempre las han sabido corresponder otorgando favores convertidos en regalos, pero principalmente en dinero, por lo que siempre han creado esa línea directa, que es espinoso que sea cortada, ya que la conveniencia es bilateral. «Te doy para que me des», como decían los primeros romanos.
Maquiavelo decía que el gobernante debía hacerse criticar por uno de los medios, teniendo periodista a sueldo con el fin de mostrar que se respetaba la libertad de expresión y que esta subinformación es uno de los pilares del despotismo moderno en que, por un retorno del efecto sobre la causa, cuanto mayor es, menos la perciben los ciudadanos.
Existen otros autores contemporáneos que refieren aspectos sobre la comunicación, como el polaco Ryszard Kapuscinski, quien circunscribe la labor en cinco sentidos del periodista, como: Estar, ver, oír, compartir y pensar, pues antiguamente se trataba de una profesión de alto respeto y dignidad que jugaba un papel intelectual y político.
Hace unos cuantos meses el Papa Francisco dijo en forma contundente: «Para caracterizar el buen periodismo se necesita saber escuchar, profundizar y contar», en esas cuantas palabras define la idea fundamental de la comunicación.
De unos años para acá los periodistas en nuestro país han sido amenazados, aherrojados e incluso asesinados por la inseguridad galopante que padecemos, de igual forma tienen que luchar por la diferencia de criterios rivalizada con los poderes fácticos, sobre todo, por la influencia tan importante del dinero que dispersan entre los medios, que son pagos por concepto de publicidad, lo cual es totalmente justo, pero que por otro lado también ofrecen retribuciones a algunos periodistas en forma selectiva con el objeto de que publiquen noticias en determinado sentido.
Optemos por ser verdaderos comunicadores, llámense columnistas, analistas, reporteros, etcétera, cada uno en su rama, y trabajemos en estas actividades con pasión, ecuanimidad y honestidad, que son valores que concede la integridad de la persona derivada de una capacidad académica adecuada.
El Día de la Libertad de Expresión se conmemoró el 7 de junio, la llamo así porque así la llaman oficialmente, pero si realmente existe ¿Por qué hay tantas muertes de periodistas?, ¿por qué ese amedrentamiento a comunicadores?
Recordemos aquí lo dicho por Sor Juana Inés de la Cruz
¿O cuál es más de culpar?,
Aunque cualquiera mal haga:
La que peca por la paga
¿O el que paga por pecar?
Se lo digo en serio.