Un sistema eficiente de farmacovigilancia, es decir, información de los efectos indeseables de los medicamentos observados por los médicos que los prescriben, se convierte en una necesidad para poder emplear con buen tino los «nuevos medicamentos», en donde la principal preocupación por parte del médico deberá ser la del conocimiento de los factores de seguridad de empleo, en las condiciones específicas del paciente individual. En México aún no contamos con este sistema, de tal forma que la prescripción de medicamentos nuevos se fundamenta en la información directa de los laboratorios, los cuales la mayoría de las veces magnifican los efectos benéficos y minimizan o niegan los efectos tóxicos. Un ejemplo es la cerivastatina (Baycol), un medicamento nuevo y carísimo, que se utilizó para el tratamiento del colesterol y triglicéridos altos, se retiró del mercado después de que varios pacientes, allá por el año 2008, se murieron por rabdomiolisis grave con debilidad muscular generalizada.
En términos generales, se puede afirmar que el precio de las «novedades terapéuticas» es entre un 50 y un 300% por arriba de los otros productos con una eficacia terapéutica similar. Además, salvo algunas excepciones, la mayoría de medicamentos anunciados como novedosos no lo son. La cuestión del precio es poco atendida en la consulta privada, a menos que el paciente sea quien la refiera. Por ejemplo, a un paciente diabético le prescribieron sitagliptina (januvia), un medicamento nuevo para la diabetes. Solicitó mi opinión, si había otro más barato con la misma efectividad. Por supuesto que sí, hay muchas opciones más económicas. Le dije. Pues recétemelo porque este es muy caro. En efecto, el paciente se controló muy bien con tres pesos diarios de uno de los medicamentos ya conocidos por su efectividad. El tratamiento con sitagliptina era de 20 pesos diarios, con la misma efectividad. Este medicamento en la red lo encuentra anunciado como un «medicamento milagroso para los diabéticos», arguyendo que el mecanismo de acción es completamente diferente a los demás. ¡Ah! Y fue autorizado aquí en México, antes que en su país de origen. Sin embargo, en esencia, estimula la formación de insulina por las células beta del páncreas, al igual que la tolbutamida o la glibenclamida (sulfonilureas), la diferencia radica en que estimula al páncreas por un mecanismo diferente, nada más. ¡Miento, también su precio es diferente! Imaginemos una «mula rejega», una persona la obliga a trabajar con «riatazos», «mentadas de madre» y demás onomatopeyas. Otra persona utiliza un moderno estimulador con toques eléctricos, obteniendo el mismo resultado, pero a un costo mayor. Las mentadas de madre a una mula son muy baratas y las mulas no regresan las mentadas: «A 20 por si las moscas».
En la mayor parte de los casos, el costo de las «novedades terapéuticas» es mucho mayor que el de otros recursos terapéuticos disponibles. Hay que recordar que, al no existir competencia en los productos nuevos, puesto que están protegidos por patente, su precio es establecido por el laboratorio de forma tal que en el tiempo de protección de la patente, se puedan tener tantas utilidades como sea posible, con el pretexto de que se está recuperando la inversión en investigación realizada y por otro lado en que estos recursos se usan para la búsqueda de nuevos medicamentos. En algunos casos se justifica el uso de medicamentos novedosos, pero valdría la pena preguntarse si por el afán de seguir una «moda» o de ceder a las presiones comerciales o sociales, se justifica el imponer al presupuesto del paciente una carga, que en muchas ocasiones lleva a los pacientes a no seguir las indicaciones dadas, en cuanto a número de dosis diarias o duración del tratamiento.
Sin duda, cada médico escoge con base en su experiencia su propia farmacopea personal, la que se debe ir construyendo de manera cuidadosa y fundamentada, no sólo en los resultados obtenidos o en la presión de otros, sino también en la información sólida que se pueda ir recabando de fuentes científicas confiables, que en la actualidad existen y que están disponibles en la red, se actualizan periódicamente y que son de libre acceso. ¡Cuidado con la información en la red, existe mucha «basura científica»! Sin embargo, muchos conceptos vertidos en esta columna, los obtengo de la red.
Las escuelas de medicina tienen la responsabilidad de formar a médicos con capacidad terapéutica crítica, capaces también de recabar información, evaluarla y usarla de manera juiciosa en el tratamiento de sus pacientes. Esta responsabilidad formadora deberá estar presente no únicamente en las aulas sino en la vida cotidiana de los médicos en contacto con colegas jóvenes y con una experiencia limitada.
La responsabilidad de formación la tenemos también con nuestros pacientes, de quienes debemos conseguir, sean una parte importante en la sociedad terapéutica que se debe establecer y poder lograr que ellos tengan una participación importante en su proceso de curación, para lo cual debemos convertirnos en sus orientadores e informadores veraces e imparciales. ¿Logrará la 4T transformar esta aberración neoliberal en beneficio de los enfermos? Como decía Descartes: lo dudo. Cambiaron funcionarios administrativos de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), pero me parece imposible cambiar la mentalidad burocrática de los que tienen contacto directo con los enfermos, el gremio médico privado y del sistema de salud es poco probable que cambien con buenos deseos, porras, abrazos, la cartilla moral o decretos o con la filosofía del voluntarismo: teoría filosófica que da preeminencia a la voluntad sobre el entendimiento. Doctrina que, según el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, sostiene el predominio de la voluntad en la sustancia y constitución del mundo. Muy complicado cambiar la mentalidad mercantil individual egoísta y deshumanizada, por una buena conciencia social humanística.
Lea Yatrogenia