El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y a aceptar el futuro en lugar de imaginarlo: así practica el crimen, y así lo recomienda. En su escuela, escuela del crimen, son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación.
Eduardo Galeno
Duele ver que no es efímero, duele ver que no es nuevo y duele ver que es algo que se esconde y después sale con morbo para mostrar lo vacía que es la vida y la sociedad en la actualidad. Por motivos que desconozco —porque no veo una política pública eficaz y eficiente— se ha ahondado en el conocimiento sobre la mujer, en sus raíces y sus implicaciones sociales, políticas y económicas.
La agresión a la mujer —lo dicho— lleva siglos produciéndose amparada; sobre todo por un sistema social androcéntrico y patriarca en la que la mujer es considerada propiedad del hombre. Hasta el siglo XX, la mujer estaba bajo la tutela del hombre padre hasta que se casaba y pasaba a la tutela del marido, no era dueña ni de los bienes que heredaba que pasaban a engrosar el patrimonio del cónyuge. En caso de que quedase soltera, la tutela pasaba a los miembros varones de la familia.
Las características de la violencia ejercida en la actualidad contra la mujer es la apariencia de la normalidad. Golpes, insultos, palizas, incluidas las agresiones sexuales se producen a diario en los hogares y se revisten de argumentos y justificaciones de todo tipo. La mal llamada violencia doméstica es en la realidad agresión a la mujer y no se produce solamente en el hogar, sino en todos los ámbitos sociales.
La causa del maltrato se atribuye al desempleo, las extremas condiciones laborales, el alcoholismo, la drogadicción y la falta de valores que engendra la violencia principalmente. Inclusive, también muchos hombres han sufrido este tipo de violencia —pero no es asunto de esta colaboración—. Ni de una en una ni de todas ellas juntas, explicarán realmente este tipo de fenómenos sociales que no respeta clases sociales. Ahora, con la importancia que ha tomado el papel de la mujer dentro del mundo laboral, dentro de la universidad y en el mundo de la política, cada día se pone de manifiesto, un problema de orden social. Para mantener este orden se utilizan todo tipo de trabas, económicas por supuesto, pero sobre todo ideológicas. Desde que nace se implanta en el sistema de valor de la mujer, la importancia de la maternidad y del amor como objetivo vital. Desde la circunstancia y la obligación de tener que elegir entre trabajo y familia.
Recuerdo, hace un par de años, un llamado mediante un poderoso performance llamado «un violador en tu camino» del colectivo «Lastesís», que intervino el espacio público en Santiago de Chile y con el himno «Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía…». Como hito, marcó un antes y un después sobre la protesta contra el Estado, la sociedad y todas las instituciones que la conforman. Un grito desesperado de las mujeres por el respeto, su valor y su emancipación. Esto se replicó en ciudades como México, Francia, España y Colombia provocando una onda expansiva que no ha muerto. Los esfuerzos no son en vano, pero desgraciadamente, los feminicidios van en aumento.
No me parece ocioso escribir sobre esto, pero provoca una sensación de impotencia al saber que parece una «nueva normalidad» el que México este siempre de luto. En estos últimos días causó escozor la noticia de los feminicidios que han ocurrido recientemente en el Norte del país, cuerpos de jóvenes mujeres que han sido encontrados con signos de violencia. Una constante, que se vuelve costumbre, es que a las mujeres las reportan como desaparecidas días antes de sus asesinatos y después aparecen los cuerpos sin vida.
No importa la elaboración de las leyes si solo se simula y disimula hasta convertirse en letra muerta. La solución de la violencia contra la mujer tiene que ser una tarea compartida con la participación de la gente, de una forma holística y no solo con la acción del Estado, en donde se actúa de manera clientelar y paternalista. Es preciso construir una comunidad distinta, una sociedad distinta, con nuevos valores y axiomas en donde se origine una nueva comunidad, sociedad y de esta manera resolver (de manera paulatina) un problema tan sentido, que provoca heridas en la gente, principalmente en las mujeres.