El valor de las encuestas electorales, además de exponer las intenciones de voto durante los procesos, radica en su aproximación al resultado. Las tendencias sensibilizan a la población, no solo a los votantes, e incitan a partidos y candidatos a apurar el paso si están rezagados o a reforzarlo y evitar poses triunfalistas si tienen ventaja. Las pesquisas valen, como se ha publicado en estas páginas, tanto si el aspirante de una determinada corriente política y ciudadana obtiene la victoria, como si es vencido en las urnas. La democracia funciona bajo esas reglas y conviene entenderlo de esa manera para no llamarse después a sorpresa ni darse contra la pared. La máxima de Alfred Emanuel Smith, quien gobernó Nueva York antes de la Gran Depresión, según la cual «Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia», es un recordatorio permanente.
En los países democráticos (Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Francia y otros) las encuestas son de larga data. En México, hasta antes de las elecciones de 1988, no eran necesarias, pues «el PRI siempre ganaba; y cuando no, arrebataba». Entre las encuestadoras y los medios de comunicación cuyo trabajo es avalado por el porcentaje de votos distribuido entre las distintas fuerzas políticas al cierre de las casillas, figuran Parametría, Enkoll, El País, Berumen, Demotecnia y Reforma. Sin embargo, frente al rigor metodológico aplicado por estas empresas, existen otras dedicadas a la manipulación, la estafa y la venta de estudios al mejor postor. Las cúpulas partidistas y sus abanderados recurren a ellas para confundir e intentar falsear la realidad, pero toman como referencia aquellas. Cada facción sabe lo que le espera en las urnas antes de abrir y los ciudadanos son libres de caer en el engaño o eludirlo.
La encuesta de Reforma del 19 de marzo —coincidente con otras de su seriedad— confirma una tendencia sólida y sostenida en favor de la candidata de la coalición «Para Seguir Haciendo Historia», Claudia Sheinbaum. La ventaja de 24 puntos porcentuales sobre su rival de «Fuerza y Corazón por México», Xóchitl Gálvez, es vista como irremontable incluso por sus simpatizantes. El estudio tiene valor periodístico porque la línea editorial de Grupo Reforma es abiertamente contraria al presidente Andrés Manuel López Obrador, a Morena, a la 4T y por extensión a la exjefa de Gobierno de Ciudad de México.
Conscientes de su efecto en la opinión pública, la oposición y su candidata se apresuraron a desestimar el sondeo. Marcelo Torres, postulado por el PAN para diputado federal plurinominal, centró su atención en la letra chica de la indagación para refutar con argumentos insostenibles una intención de voto cada vez más clara. Buscar debilidades y pretextos para crear fantasías, en vez de llamar a cerrar filas con Gálvez y exigir mayor compromiso y esfuerzo de las dirigencias partidistas, equivale a admitir la inminencia de la derrota.
La investigación de Reforma caló hondo por tratarse de un medio de derecha, aliado de las élites y los poderes fácticos adictos a Gálvez. Empero, la encuesta debe servir, más que para inducir al derrotismo, como un acicate para sacudir una campaña desangelada y sin impacto, identificar errores y cambiar una estrategia electoral destinada al fracaso por ahora. Los opositores a la continuidad del proyecto obradorista deben convertirse en promotores del voto, no entre quienes en teoría apoyan a Gálvez, sino entre los indecisos y los simpatizantes de Morena. Sheinbaum entiende mejor su circunstancia y avanza en los sectores no precisamente de izquierda que perciben en ella la mejor opción para el país. Eso explica el 58% de las preferencias registradas por Reforma y otras firmas acreditadas.
Candidata y estrategia equivocadas
La encuesta de Reforma que sacudió a la oposición PAN-PRI-PRD y a su candidata Xóchitl Gálvez por afirmar la idea casi generalizada de una victoria inminente de su contrincante de Morena-PT-Verde, Claudia Sheinbaum, ofrece múltiples aristas de análisis. Si bien la intención de voto (58%/38%) marca una tendencia, la percepción de que Sheinbaum ganará los comicios del 2 de junio es abrumadora: 65% contra 15% de Gálvez. El hecho de que la mayoría espera ese resultado legitima de antemano la elección. Otro dato relevante, útil para dilucidar por qué la candidata del frente «Fuerza y Corazón por México» no levanta, es la pregunta: «¿Cuál cree que debe ser la principal estrategia de Xóchitl Gálvez durante la campaña?». El 79% respondió: «Presentar sus propias propuestas»; el 7%, «Cuestionar y criticar al presidente AMLO»; y el 5%, «Cuestionar y criticar a su rival, Claudia Sheinbaum».
El fracaso de Gálvez en su primer mes de campaña, medido en preferencias electorales, tiene una explicación: sus asesores y ella misma escogieron la estrategia equivocada. Las descalificaciones predominan y las ofertas brillan por su ausencia. No es que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador carezca de puntos débiles; al contrario, abundan. El problema de la coalición opositora y de sus adláteres es que al dedicar más de cinco años a criticar —con razón o sin ella— al presidente, terminaron por acorazarlo y lo volvieron inmune a las embestidas de la «comentocracia» y de los medios de comunicación adversos.
Así lo confirma la misma encuesta de Reforma. La aprobación presidencial subió al 73% en marzo, 11 puntos por encima de la medición de diciembre y apenas cinco por debajo del nivel más alto (78%) registrado en el primer trimestre de 2019, recién iniciado su Gobierno. Es decir, ni las marchas, ni los yerros de la administración federal ni el bombardeo mediático por la violencia y la incompetencia gubernamental ni la presión extranjera a través de la prensa han mellado la imagen y la popularidad de López Obrador, de acuerdo con la investigación demoscópica.
En consonancia con el 58% de la predilección ciudadana por Sheinbaum, el 53% de la muestra prefiere darle continuidad a la 4T y el 38% cree más conveniente «cambiar de rumbo». Asimismo, la mayoría contradice la versión artificiosa y desesperada de la «elección de Estado». La pregunta de si «el presidente respetará el resultado de la elección independientemente de quién gane o no», recibió respuesta positiva del 69%. El 25% piensa que no. Y por si fuera poco, entre diciembre y marzo el apoyo a que el futuro presidente tenga mayoría en el Congreso aumentó del 48% al 55%.
Si el pronóstico de que Sheinbaum superará los 30 millones de votos obtenidos por López Obrador se cumple y Morena vuelve a ser la mayoría de la Cámara de Diputados, el panorama para la oposición se torna aún más desolador. La votación del PAN, PRI y PRD podría ser inferior incluso a la de 2018. Sheinbaum, como igual se ha advertido en este espacio, catapultará a los candidatos de la alianza Morena-PT-Verde para diputados, senadores y alcaldes. Pues en opinión positiva y atributos (confiabilidad, organización, eficacia, honestidad, liderazgo y autenticidad) supera con holgura a Xóchitl Gálvez, siempre con base en la encuesta de Reforma. Una tendencia tan marcada es muy difícil de cambiar. La oposición se equivocó de candidata y erró la estrategia. Candidatura improvisada —sobre todo si es presidencial— está condenada al fracaso. La de Ernesto Zedillo fue excepcional y su triunfo lo determinaron otras circunstancias como el asesinato de Luis Donaldo Colosio, atribuido a la «mafia del poder».