Historia del agua de Saltillo

La pregunta es si el agua tiene historia y la respuesta es que no. Los estudios de la formación de la tierra son geología. Durante millones de años en que los elementos forjaron el planeta nadie estuvo presente. Gracias al agua existimos. Y nosotros sí tenemos historia.

La historia es la sucesión de hechos interesantes que se han dado entre los hombres. A través de millones de años se formó el agua en el Valle de Saltillo. Apareció la vida. Los seres humanos llegaron tarde. ¿Tarde?, llegaron cuando llegaron; antes no estaban. Los arqueólogos precisaron presencia humana en Coahuila por el hallazgo de un coprolito en una cueva del río Bravo: la persona que lo defecó había consumido tunas y sotol. Lo fecharon en 8 mil años antes de Cristo. ¿Cuándo llegaron al Valle de Saltillo?, pudo ser en 100 años o en días. Podían trotar hasta 100 kilómetros diarios; y 35 si se desplazaban con ancianos, mujeres, niños pequeños y enfermos. Precedieron a los españoles en Coahuila por nueve milenios y medio.

Empezaría una historia si tuviésemos datos. No conocemos lo que sucedió, pero podemos afirmar que los indios tuvieron historia; otra cosa es que no la conozcamos. El ser humano es histórico porque recibió una cultura, una teología, técnicas, una lengua y una organización social. Su aprovechamiento de los recursos naturales lo sabemos por la arqueología o por manuscritos coloniales. Eso es historia. Cuando una sociedad encuentra los recursos para reproducirse es que tiene atrás una tecnología, una tradición y, por tanto, un pasado. Si se reprodujeron biológica y culturalmente son seres históricos.

No hubieran estado ahí sin que el agua les diera vida. ¿Qué hacían? Buscar comida, procrear niños, organizarse para resolver problemas. Así que el agua fue la que dio pie a una historia, aunque debamos ser cautelosos y no inventarla. Los siglos sirvieron para conocer las posibilidades que ofrecía el medio. En el Valle encontraron lo que se requiere para vivir: proteínas, carbohidratos, grasas, vitaminas y minerales. La alimentación aseguraba vida y cultura. Al llegar los europeos había dos bandas indígenas: cuachichiles y rayados. Los primeros estaban presentes en casi todo el desierto; los rayados pertenecían a la tribu coahuileña, la más numerosa del actual noreste. Aprovecharon el medio, pero sin transformarlo radicalmente. Se conformaban con lo que la naturaleza ofrecía. No significa que fuesen ecologistas. Depredaban a su manera, pero sin poner en peligro el ecosistema. ¿Eran los indios parte de la naturaleza?, no, eran cultura.

Al llegar los fundadores había un bosque con manantiales y ciénagas. Eso los atrajo. Al formar parte del imperio español Saltillo desarrolló una vocación agrícola y ganadera; el agua era fundamental. La agricultura se desarrolló al llegar los tlaxcaltecas en 1591, lo que implicó desmontes, barbecho e introducción de plantas extrañas. Ante los abusos de los dueños de los manantiales los alcaldes reglamentaron los usos del agua, horarios de riego y derechos de las mujeres a lugares para lavar o abrevar.

La llegada de empresas de hilados y tejidos en el siglo 19 fue un reto tanto por la apropiación del agua como por la necesidad de leña para las calderas. Saltillo empezó su desertificación imparable. El ferrocarril fue el golpe final al talar miles de árboles para usarlos como durmientes.

En 1896 el alcalde mandó hacer un estudio de plantas y árboles, así como de animales en peligro de extinción. Fundó «El día del árbol» y propició el primer esfuerzo de reforestación de que se tenga memoria. La primera idea sobre el tema la había expuesto un fraile en 1777 sugiriendo que los saltillenses deberían sembrar árboles para que no les faltara madera. Nadie le hizo caso.

El hombre ha dependido siempre del agua para subsistir. Sin ese elemento no lo hubiera logrado. La historia de Saltillo está ligada al líquido vital. No es creíble que en 2020 haya saltillenses más ignorantes que los nómadas, los españoles y los tlaxcaltecas: se está montando un proyecto de extracción de agua que acabará con el Valle y sus habitantes. El provecho será para unas cuantas familias: ellos serán la antihistoria.

Investigador, académico e historiador

Deja un comentario