Jesús Flores Aguirre; el poeta del infortunio

El suicido de Manuel Acuña, (Ciudad de México, 6 de diciembre de 1873); el homicidio de Otilio González Morales (Huitzilac, Morelos, 3 de octubre de 1927); y el también homicidio de Jesús Flores Aguirre, perpetrado en la Habana, Cuba, el 25 de agosto de 1961, conforman según el escritor de Lagos de Moreno, Jalisco, Mariano Azuela, el triángulo de poetas de Coahuila, cuyo final trágico marcó de luto las páginas de la cultura del estado.

Respecto de las causas de los decesos tanto de Manuel Acuña, como de Otilio González, se han escrito innumerables libros, tesis, ensayos y artículos periodísticos que no dejan lugar a dudas que el primero se debió a la decepción amorosa que el infortunado poeta saltillense tuvo al ser rechazado por su musa Rosario a quién dedicó su inmortal nocturno; mientras que Otilio González fue acribillado conjuntamente con otros trece prisioneros por órdenes del presidente Plutarco Elías Calles en Huitzilac, Morelos, el 3 de octubre de 1927, cuando eran trasladados de Cuernavaca a la Ciudad de México como simpatizantes del general Arnulfo R. Serrano, quién se había opuesto a la candidatura del general Álvaro Obregón a la presidencia de la república.

Sin embargo, las razones que motivaron el homicidio del poeta saltillense Jesús Flores Aguirre siguen siendo un reto para los investigadores de este prolífico hombre de letras oriundo de esta ciudad donde vio la luz primera el 13 de abril de 1904, pues ni las autoridades de la Embajada de México, en La Habana, Cuba, donde prestaba sus servicios como consejero, la noche obscura del 24 de agosto de 1961 en que fue asesinado, ni sus amigos de afanes literarios tuvieron una razón cierta de su deceso que enlutó las letras de Coahuila.

A 62 años de tan artero asesinato, que se cumplieron el 24 del mes pasado, sólo se cuenta con la versión de su compadre y amigo, Oscar Flores Tapia, quien en su artículo «La muerte del poeta» publicado en el número 99, página 7, correspondiente al mes de septiembre de 1961 en la revista Provincia, bajo el signo de México, de la cual era director, escribió lo siguiente:

«La noticia corrió como reguero de pólvora: ¡Jesús Flores Aguirre, el poeta de Saltillo ha muerto!

»En todos los rincones de la ciudad había consternación. ¡Morir en tierra extraña, el que tanto anhelaba cerrar los ojos en su “Ciudad Amanecida”!

»Las circunstancias están obscuras. Lo estarán por mucho tiempo; quizá nunca se averigüe la verdad.

»Una noche, la del 25 de agosto, Jesús transitaba a bordo de un automóvil que él mismo guiaba, por las calles de la turbulenta capital habanera. Al llegar a una esquina lo detuvo la luz roja de un semáforo. Un sujeto se acercó al coche abrió de un jalón la puerta, lo amenazó con una pistola calibre 45 y le ordenó: ¡Siga de frente!

»Mi compadre —porque lo era: padrino de un libro de versos y de Miguel, también hijo mío— obedeció al asaltante. El coche de la embajada continuó su camino hasta el suburbio de Marianao. En el lugar, dónde menos había luz, mandó parar. Apenas había detenido el automóvil su marcha, el asesino, a quemarropa, disparó su pavorosa escuadra en el costado izquierdo; brincó del vehículo y emprendió la fuga…

»Los datos con que cuento me hacen suponer que así se cometió el crimen; no pudo ser de otra manera. Flores Aguirre, si bien poeta, afable y bondadoso, también era todo un hombre. En más de una ocasión lo demostró aquí y en donde quiera…».

A la conmoción de su lamentable deceso, sus amigos, y círculos culturales de esta ciudad que perdió así a uno de sus hijos más predilectos, asistieron a la despedida de sus restos mortales que se llevó a cabo el día 28 de agosto de ese trágico año de 1961 en el cementerio del Santo Cristo de esta capital, dónde ante su féretro, según lo refiere el también poeta saltillense Raymundo de la Cruz López en su artículo «Un recuerdo a Jesús Flores Aguirre», publicado en la revista Provincia, número 99, páginas 22 y 23, correspondiente al mes de septiembre de 1961, pronunciaron emotivos discursos los escritores Margarito Arizpe Rodríguez, Arturo Ruiz Higuera, Federico Barrera Fuentes, Oscar Flores Tapia y el poeta Eduardo L. Fuentes.

Dichos oradores coincidieron en lamentar la pérdida para las letras y cultura de Coahuila de vida tan prolífica, como la de Jesús Flores Aguirre, que además de abogado, notario público y diputado local, el 24 de julio de 1947 inició su carrera diplomática como primer secretario de la embajada de México en Perú; peregrinaje diplomático que habría de llevarlo en 1952 a Uruguay, a la Argentina en 1954, y a representar a nuestro país en diversas reuniones internacionales ante la ONU, la UNESCO y la OEA, a la vez que alcanzaba gran prestigio como conferencista en diversas universidades y centros de cultura en América, dónde hizo valer y mostró siempre su gran cariño por nuestra patria, y por Saltillo, su solar nativo.

Sin embargo, fue su calidad de poeta la que lo llevaría a encumbrarse como uno de los más representativos valores culturales de Coahuila en ese género. Desde muy joven debutó en 1925 con su poemario Horizontes grises, para continuar en 1927 con 11 Poetas de Nueva Extremadura. Ruda labor y otros poemas, Soledad y estío, De la tierra, del cielo y el mar, publicados todos en 1947. Continuó con México esdrújulo (1950), y en 1954 con un soneto, Para cada domingo; para culminar su prolífica trayectoria con su poemario Los caballos de bronce, publicado de forma póstuma en 1962.

A 62 años de su deceso, Jesús Flores Aguirre sigue presente como uno de los más esclarecidos poetas coahuilenses del siglo XX. Su obra sigue siendo un legado para las generaciones de nuevos escritores que tienen en él a uno de sus más distinguidos representantes que hizo de su amor por la provincia, y en especial por Saltillo, un idilio que aún perdura, al escribirle a la capital de Coahuila, a semejanza de la Suave Patria de Ramón López Velarde del cual fue un ferviente admirador y discípulo:

Saltillo,

Ciudad mía,

eres,

sonajita de plata

que el Conquistador dejó olvidada,

en un recodo

de las montañas,

¡Ciudad Prócer!

¡Ciudad Vieja!

¡Ciudad Alta!

¡Ciudad Amanecida!

¡Tienes el alma blanca!

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