La pifia del senador Julen Rementería y asociados de signar acuerdo con el partido de la ultraderecha española, VOX, podría, a la larga, dejar un saldo favorable al país. Aunque el PAN ha sufrido un daño severo, el hecho sirve para que entienda lo delicado de la circunstancia, su responsabilidad ante la alianza opositora y que las posturas extremas favorecen al adversario.
Lo que importa es la democracia expresada en valores, reglas e instituciones. Su arribo fue el esfuerzo de varias generaciones. Lo alcanzado no es perfecto, pero es fundamental para el desarrollo político de México, un país sin momentos fundacionales, aunque la reforma política de 1996 y el subsecuente triunfo de la oposición en 1997, con la mayoría de la Cámara de Diputados, son relevantes en su génesis. La alternancia presidencial tres años después fue efecto, no causa.
La amenaza a la democracia no viene de la extrema izquierda, ni de la derecha ultra, sino del populismo. VOX es una expresión populista: antiliberal, xenofóbica, intolerante y manipuladora de los sentimientos colectivos como son el rencor social, el miedo y la intolerancia. La crisis de lo vigente hace que los populismos cobren fuerza. Así sucede en España con Unidas Podemos, de inclinación izquierdista, y con VOX en el otro extremo del espectro político. Así acontece en México con el lopezobradorismo de clara cepa antiliberal.
Los antecedentes del senador Rementería dieron para que no lo echaran de la coordinación, sin duda un error. Sin embargo, su tamaño y sus efectos debieron llevar a su retiro de la coordinación. Los errores se pagan y lo mismo vale la perfidia que la ingenuidad, por decirlo amablemente.
El sentimiento de miedo y amenaza que despierta el lopezobradorismo propicia reacciones extremas como es el caso del Frena. Sin embargo, el desenlace de los pasados comicios significa una doble contención al abuso del poder en curso. Por una parte, se perdió la idea de que el triunfo de Morena en 2024 era incontenible; por la otra, la oposición legislativa unida impide cambios constitucionales unilaterales.
La oposición debe privilegiar la salvaguarda de la institucionalidad democrática. Si en 2024 el Gobierno repite en la presidencia, la amenaza se contiene a partir de las reglas y las instituciones. Si se gana, el proyecto a futuro se acredita con el fortalecimiento de la democracia, lo que permite trascender con dignidad y sentido de proyecto común, el oprobio que ha significado la experiencia populista.
Como tal, el pasaje un tanto traumático que provocaron 16 despistados senadores servirá para que la oposición tenga, en el marco de su diversidad, claridad de rumbo y sentido de inclusión. Las diferencias existen hasta al interior de los partidos, mucho más en una alianza como la que ahora se conforma. Lo que les es común y los hace diferentes no es menor: su aprecio y cuidado por la democracia.
Julio Scherer
La salida de Julio Scherer del círculo cercano del presidente López Obrador es una sensible pérdida. Lo es para el presidente y para su Gobierno. También para muchos quienes veían en él una ventanilla confiable hacia el presidente. Fue mucho más que un consejero jurídico, dada las formas del presidente y las limitaciones de la secretaria de Gobernación y otros miembros del gabinete, Julio a fuerza de circunstancia más que diseño se volvió un operador eficaz del presidente.
Scherer regresa al ejercicio del oficio de siempre. Para él una oportunidad para recomponer mucho de lo que se pierde en el vértigo del ejercicio del poder y más con un presidente como el actual.
La salida de Julio y el arribo de Adán Augusto López en lugar de la exministra Sánchez Cordero, significan un cambio importante en la política interior. Un acierto el arribo del gobernador de Tabasco. Cumple con las condiciones de eficacia que se requieren del titular: comunicación con el presidente, experiencia política y oficio, nada que se relacionara a la ahora presidenta del Senado. Adán Augusto será un secretario de buenas formas, con firmeza y lealtad.
De alguna forma se entiende la renuncia de Scherer. Su ciclo concluye a la mitad del gobierno. El presidente le reconoce y le expresa gratitud. No termina la relación personal y seguramente tendrá las puertas abiertas y la disposición presidencial, como él también estará atento para apoyar a quien le unía mucho más que una relación profesional, igual que con Adán Augusto.
El cabo suelto es doña Olga Sánchez Cordero y de alguna manera Ricardo Monreal, quien ha construido una amplia alianza en sus aspiraciones sucesorias. Si la exministra no cumplió en Gobernación, mucho menos lo podrá hacer en el Senado. Su prestigio profesional está por los suelos y en la Cámara alta se hila fino, mucho más con un líder de la solidez de Ricardo Monreal, quien ya acusó recibo de no estar en las preferencias del presidente López Obrador.
Una vez pasada la ratificación de mandato —sí, ratificación y aquí lo dijimos hace mucho tiempo— el tema de la sucesión se hará presente. Se puede conducir, pero no contener. Adán Augusto tiene el perfil idóneo frente a tal propósito. El presidente ha perfilado con claridad a Claudia Sheinbaum, nadie puede darse por sorprendido.
La lección del voto urbano adverso al proyecto del presidente en los pasados comicios le hacen sentir que hay más incertidumbre de lo que las encuestas revelan. Todo presidente aspira a la continuidad del proyecto y, en ocasiones, hasta mucho más. Frente a tal propósito los desafíos están en el interior para mantener la cohesión y en el exterior para dar continuidad. López Obrador, desde siempre, ha sido un aguerrido y eficaz operador electoral. Sus atributos no son transferibles, afortunadamente, tampoco sus defectos.