La apuesta de Virilio

La lentitud es la belleza.

Antonin Artaud

Primera parte

El menudo problema de la ética de los medios de comunicación es resuelto magistralmente por Paul Virilio con su propuesta de una ética de la percepción contra una estética de la desaparición. Veamos y vayamos por partes. Paul Virilio, filósofo de la velocidad, trastoca la fórmula tradicional de Marshall McLuhan —«el medio es el mensaje»— por esta otra: «el medio es la velocidad». El filósofo francés nos habla de tres revoluciones a lo largo de la historia de la humanidad: la revolución industrial, la revolución de los transportes y la revolución de las transmisiones. Actualmente, nos encontramos inmersos en esta tercera. Y dentro de esta tercera, podemos afirmar que la televisión puede llegar a ser desplazada por los multimedia. La interactividad puede ser el fin de la televisión. El video y la televisión desembocan hoy en la infografía. No opino como Virilio, la televisión cuenta todavía con la primacía, al menos en nuestro Tercer Mundo. Desde nuestra condición de localizados, puedo decir que todavía no perdemos la televisión. Anteriormente, con la revolución de los transportes era posible hablar de salida, trayecto y llegada. Hoy ya no es posible hablar de trayecto. Asistimos a una «llegada generalizada», sin que estemos seguros de haber partido. Virilio nos pone alerta sobre la pérdida del trayecto. El trayecto es lo que vincula al sujeto con el objeto. Pero el trayecto se pierde en la hiperconcentración del tiempo real. La epistemología tendría que pensarse desde esta perspectiva. La dialéctica «sujeto-objeto» encuentra una salida en la opción por la importancia del trayecto.

Las nuevas tecnologías son las tecnologías de la cibernética. Estas tecnologías nos hacen vivir en el espejismo del logro de una humanidad unida, aunque en realidad nos orillan a la uniformidad y a la incomunicación. La aldea global es ambivalente. Estas tecnologías son portadoras de un cierto tipo de accidente. Nos acercan a un accidente general. De hecho, no podemos concebir el accidente nuclear al margen del accidente informático y del accidente genético. Los tres tienen implicaciones mundiales. El tiempo real de las nuevas tecnologías es un tiempo sin relación con el tiempo histórico. Se trata de un eterno presente. La realidad virtual trastoca el hic et nunc, niega el «aquí» en beneficio del «ahora». Ya no existe el aquí, todo es ahora. Con la emancipación del presente, del tiempo real o mundial, corremos el riesgo de perder el pasado y el futuro y convertirlo todo en presente. Este tiempo real está ligado a una velocidad límite que es la velocidad de la luz. Todo esto suena surrealista, pero es lo que nos está pasando y afectando en la actualidad.

La visión de Virilio frente a la técnica es francamente crítica. Estoy plenamente de acuerdo con él: sin libertad para criticar la técnica no hay progreso técnico. Se trata, hasta cierto punto, del pensamiento del Gestell de Heidegger. La técnica es imposición. La tecnociencia ejerce una tiranía sobre cada uno de nosotros. Heidegger vuelve a tener razón: «la ciencia no piensa». (cfr. Carta sobre el humanismo) La ciencia, entre más se aleja de la verdad, más se compromete con la eficacia. Es la razón instrumental de la que hablaba la Escuela de Frankfurt. La cibernética se erige en amenaza para la humanidad. Cibernética viene del griego kybernetike que quiere decir «el arte de gobernar una nave». La cibernética es control de nuestras vidas. ¿No debería ser al revés? Es el fin de la antropología, por fin tiene razón Foucault, «el hombre ha muerto».

El problema del poder y de la democracia es planteado por Virilio en relación con la velocidad. El poder al que hace referencia nuestro autor es un poder dromocrático. La velocidad es el poder mismo. (CPP, 18) ¿Cómo democratizar la velocidad absoluta de las ondas electromagnéticas? Hace falta tiempo y el cibermundo no nos concede esa gracia. Cada vez que se da un progreso de la velocidad se nos promete que la democracia lo seguirá, pero sabemos bien que no es así. La democracia automática elimina la reflexión en beneficio del reflejo. El sondeo es la elección del mañana. Se trata de una democracia virtual, de una democracia teledirigida. La democracia automática sustituye la deliberación por el sondeo de opinión o por la medida de audiencia en la televisión.

La velocidad nos proporciona qué ver. La velocidad cambia la visión del mundo. Hemos superado la barrera del sonido y la barrera del calor. La primera con el avión supersónico. La segunda con el cohete estratosférico. Pero chocamos hoy con la barrera infranqueable del tiempo real. Por eso Virilio nos habla de una estética de la desaparición. La estética de la aparición es lo propio de la escultura y de la pintura. La estética de la desaparición nace con la fotografía y el cine. La estética es puesta ahora en movimiento. Benjamin lo advirtió en su célebre ensayo «La obra de arte en la era de la reproductividad técnica». Ahí nos habló del efecto de choque que sufre el espectador en la sala de cine. Nos habló de la «percepción distraída». Pero al igual que Heidegger, Virilio piensa que la frase clave la expresó Hölderlin: «allí donde está el peligro, allí crece también lo que salva». Cada vez que nos acercamos al peligro nos acercamos a la salvación. Esta es la paradoja de la sociedad moderna. Se abre la posibilidad de un accidente general. La velocidad juega un papel determinante en el accidente. Corremos el riesgo de un accidente global. Pero también se abre la posibilidad de salvarnos. Es aquí donde pienso en la alternativa de la ética de la percepción. Volveré sobre esto.

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