La asignatura olvidada

A finales del siglo XIX y principios del XX, en los programas de estudio se reforzaban las nociones de ciudadanía, memoria e identidad, estableciendo los deberes y derechos de diversos sujetos. De tal suerte que en Historia se enseñaba cómo se había formado el Estado, el desarrollo de las instituciones, y cuánto hubo que hacer para tener libertad, desarrollo y estabilidad en la joven nación mexicana, temas por demás vinculados con la Educación Cívica.

Fue materia central para comunicar responsabilidades y derechos a los futuros ciudadanos. Hay que subrayar que el espacio que otorgaba el Estado para el ejercicio de la educación cívica era muy reducido. No era parejo, muy clasista. El sistema político, social y económico «funcionaba» de manera muy peculiar: los que exigían ampliar y profundizar el sistema democrático eran políticamente excluidos o violentamente reprimidos por el oficialismo. ¿Le suena?

Y hoy, siglo XXI, todavía en nuestro país hay analfabetas y/o alfabetizados «funcionales». Y gobiernos van y gobiernos vienen y les sigue valiendo una pura y dos con sal que permanezcamos en la marginación intelectual ¿Y sabe por qué? porque les va de perlas para mantener al rebaño en el corral.

La educación cívica es una herramienta sine qua non para la formación de ciudadanos responsables y comprometidos con su sociedad. En una democracia, es básico que las personas estén informadas y tengan desarrolladas las habilidades para participar activamente en los asuntos públicos y ejercer sus derechos y deberes ciudadanos. Resulta esencial para trabajar, aprender, debatir formas de comportamiento, rasgos culturales, la idiosincrasia de aquellos que comparten la comunidad de la que se es parte, ponderar la riqueza de los valores. Para alcanzar esto se requiere de la participación tripartita: familia, Estado y el propio individuo. Cada contexto tiene algo que aportar para integrar el todo. Se es ciudadano en todos los espacios, y uno de los crasos errores es que la educación ciudadana se atomiza dependiendo del escenario. En el seno familiar tienen los niños el primer ejemplo de ella, en el comportamiento de sus padres. De igual manera en el actuar de los gobernantes, la corrupción de estos y la impunidad de la que gozan, como no se combate, se va convirtiendo en algo «natural», consentido y así va creciendo hasta que se instala en el pensamiento colectivo, de tal suerte que al crecer esos niños, harán suya esa práctica y no les causará ni escozor transgredir la ley o ver que otros la transgredan. Y ahí nos vamos hasta llegar a esta despreciable realidad en la que transcurre nuestra vida en sociedad.

Mentando madres a la caterva de ladrones que roban hasta el hartazgo del erario, y en lugar de ir a parar a la cárcel y además quitarles lo que se robaron ellos, su parentela y «cuates» que se beneficiaron, los vemos escalar puestos más altos en el servicio público. El patrón de conducta de los educandos se distorsiona. Por ello la educación cívica debe estar y hacerse en todas partes, porque es el trasfondo en el que se mueve la comunidad. La enseñanza de la Educación Cívica debe ser ejemplar, práctica, a más de teórica.

Otra de las enseñanzas más ricas del civismo es que tengamos claro que todas las personas somos iguales, fue una de las luchas torales de la Revolución Francesa. El Civismo nos enseña a comportarnos según este canon. Atrás se quedan las creencias de jerarquías sociales y los prejuicios de raza o religión. La Educación Cívica nos forma para alcanzar estas metas: «Que todas las personas sepan de asuntos de ciudadanía y derechos humanos. Entender el sentido de responsabilidad en un Estado. Comprender las relaciones entre el individuo y la comunidad. Entender las relaciones entre los ciudadanos y el gobierno. Conocer las leyes. Valorar la diversidad social y cultural. Entender que las leyes deben respetarse, ya que hacerlo obra en beneficio de todos». La Educación Ciudadana no es solo cultura general. Hay que fomentarla. Las nuevas generaciones deben valorar el orden social, ya que sin este orden se cometen muchas injusticias y desmanes. La Educación Cívica imparte valores colectivos: somos y debemos ser buenos ciudadanos.

Pero ¿Qué es la educación cívica? «Es el conjunto de conocimientos, habilidades y valores necesarios para la participación ciudadana en una sociedad democrática. Incluye el conocimiento de las instituciones y procesos políticos, el respeto a los derechos y libertades fundamentales, así como la responsabilidad social y el compromiso con el bien común. La educación cívica es un componente esencial de la educación general, que busca formar individuos conscientes y responsables de su rol en la sociedad». La educación cívica es materia sustantiva para el funcionamiento de una sociedad democrática. La educación ciudadana construye pueblo y nación.

Un gobierno comprometido con sus gobernados la fomenta porque la educación cívica proporciona a la población los conocimientos y habilidades necesarios para participar activamente en los asuntos públicos. A comprender cómo funcionan las instituciones políticas y cómo pueden influir en ellas, a ejercer su voto de manera informada, a hacer uso de sus derechos de petición y participación en manifestaciones y protestas pacíficas. También a través de ella se promueve el respeto a la diversidad cultural, étnica y religiosa, y fomenta la tolerancia hacia quienes tienen opiniones y creencias diferentes.

Esto es fundamental para una sociedad democrática y pluralista, donde cada individuo tiene el derecho a expresarse libremente y ser tratado con igualdad y respeto. Asimismo desarrolla el pensamiento crítico y la capacidad de análisis. Al aprender a ponderar la información y a comprender los argumentos de los demás, se abre el panorama y se pueden tomar decisiones informadas y fundamentadas.

Lo subrayo de nueva cuenta, con la educación cívica se fortalece la democracia y se previene la corrupción. Al tener conocimiento del funcionamiento de las instituciones políticas y cómo pueden intervenir en ellas, la ciudadanía cuenta con los elementos para exigir transparencia y responsabilidad de sus representantes. También se contribuye al desarrollo de una sociedad más justa y equitativa ¿Por qué? Pues porque se aprende a trabajar en equipo, a valorar la diversidad y a buscar soluciones colectivas a los problemas. Por otro lado, al estar informados y comprometidos con el bien común, los ciudadanos pueden trabajar para garantizar la igualdad de oportunidades y la protección de los derechos fundamentales de todos los miembros de la sociedad.

Por eso es importante que en la currícula escolar no tengan a la educación cívica en calidad de florero. Debe de estar incluida desde la primera infancia. Dar la oportunidad a los niños de participar en actividades cívicas, como puede ser la organización de eventos comunitarios, participación en procesos electorales simulados para que vayan familiarizándose con ellos, creación de grupos de voluntariado. Pero no agotarla sólo en los niños. Los adultos también la requieren, nomás hay que revisar los niveles de abstencionismo en cada elección constitucional. Se debe trabajar en campañas de concientización sobre los derechos y deberes ciudadanos, organizar debates públicos y crear plataformas de participación ciudadana. Pero en serio, no hay nada más de relumbrón. Los mexicanos tenemos que aprender que a través del diálogo y el debate se fomentan la tolerancia y el respeto a la diversidad. La educación cívica es una herramienta invaluable para fortalecer nuestra incipiente democracia, prevenir la corrupción y tener una sociedad más justa y equitativa.

Somos una sociedad muy variopinta, ahí radica nuestra mayor riqueza y también el más relevante desafío. Tenemos que aprender a conjugar en plural. No odios ni insultos acicateados desde el poder, nosotros somos más que todo eso. El vínculo que nos une tiene su origen en una cultura milenaria. No permitamos que ningún gobernante en turno venga a romperlo. Y algo más, se abaratarían los procesos eleccionarios. Es un insulto lo que se gasta en ellos en un país con tantas carencias. Cinco millones de nuestro  peculio  para  que  se placeen los títeres del illuminati, y además  violentando la ley. Hago votos porque la autoridad judicial los ponga en su sitio. No tiene madre lo que están haciendo. Piso parejo…cínicos, desvergonzados.

Finalmente, me permito compartirles dos frases que dicen mucho de lo que quiero compartirle con estas reflexiones que usted hace favor de leer. La primera es de Sanna Marin, ex primer ministro de Finlandia. «El rostro del poder no es el mismo que el rostro de la gente, y esto tiene que cambiar. Yo también quiero que las cosas cambien, pero no puedo hacerlo sola. Te necesito a ti y a otros conmigo para hacer que el mundo sea más igualitario, más sostenible y más justo». Y la siguiente es del hoy presidente de Estados Unidos, Joe Biden: «No importa qué cambios o desafíos vengan, tu carácter, tu claridad moral, tus capacidades nunca deben vacilar». Unidad, carácter y principios morales.

Licenciada en Derecho, egresada de la UNAM. Posee varios diplomados, entre los que destacan Análisis Político, en la UIA; El debate nacional, en UANL; Formación de educadores para la democracia, en el IFE; Psicología de género y procuración de justicia. Colabora en Espacio 4, Vanguardia y en otros medios de comunicación.

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