Pero el esófago, me dicen, no fue culpable del cáncer… Yo no lo creo. Por su palmaria indefensión, al no resistir los embates y los envites del cáncer, el esófago de mi padre me dejó huérfano y desolado en la anchurosa habitación del mundo.
Gilberto Prado Galán
He estado insistiendo últimamente, machaconamente, en el tema o problema del mal. Ahora vuelvo a la carga sobre la base de la lectura y la mirada de las dos zonas de interés: la novela de Martin Amis y la película de Jonathan Glazer, ganadora del Óscar a Mejor Película Internacional en 2024. Intentemos responder a la pregunta ¿de qué hablamos cuando hablamos de la banalidad del mal?
Martin Amis, recientemente fallecido, nos ofrece en su La zona de interés una trama amorosa con el marco de la crueldad del nazismo en un campo de concentración. Golo, un joven oficial, sobrino del jerarca nazi Martin Bormann, llega a dicho campo para trabajar en la puesta en marcha de una fábrica con mano de obra esclava. Se enamora de Hannah, la mujer del comandante del campo, Paul Doll. El triángulo se completa con la participación del Sonderkommando, un judío colaboracionista, Szmul.
La cinta de Glazer nos cuenta la historia de la familia Höss, que vive idílicamente al lado de un campo de concentración. A Rudolf Höss se le asciende a subinspector de todos los campos de concentración y se traslada cerca de Berlín. Su esposa Hedwig pide quedarse en Auschwitz porque adora la comodidad con la que vive ahí. Se aprueba su solicitud. Meses después, Höss regresa de Berlín y se le encomienda encabezar la operación que transportará a 700 mil judíos húngaros a Auschwitz para ser asesinados y se reúne con su familia. La película termina con una escena situada en la actualidad, donde un grupo de conserjes limpia el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, en memoria del millón de personas que murieron ahí durante el Holocausto.
Yo diría que esta cinta es una versión libérrima de la novela de Amis. Amis concentra su atención, como ya observamos, en tres habitantes del campo de concentración. En cambio, Glazer se focaliza únicamente en la figura del comandante y su familia. Aunque ambas obras de arte se diferencien en el contenido, las dos nos obligan a desentrañar de nuevo lo que Hannah Arendt quiso decir con el concepto «banalidad del mal».
En su estudio sobre la banalidad del mal, Hannah Arendt, la teórica alemana, discípula de Heidegger, analiza la actitud del criminal de guerra llamado Adolf Eichmann. Su conclusión es de todos conocida. El mal en Eichmann se presenta con tintes de banalidad, pues este individuo afirmó hasta el cansancio que era inocente y que sólo obedecía órdenes. En otras palabras, cual Pilatos, se lavó las manos. Arendt fue cuestionada seriamente desde el lado judío porque se pensaba que ella había sido demasiada tibia al «eximir» en cierto modo de culpa al monstruo de Eichmann al exponerlo sólo como un oscuro e irrelevante burócrata.
La noción «banalidad del mal» nos sirve para describir cómo un sistema de dominación política puede trivializar el exterminio de personas humanas cuando se realiza con un procedimiento burocrático que es ejecutado por funcionarios que no reconocen su responsabilidad ni las consecuencias morales de sus actos.
En la novela de Amis, Doll hace las veces de Eichmann y se refugia en la normalidad: «Porque soy un hombre normal con necesidades normales. Soy “completamente normal”. Es lo que nadie parece entender» (p. 40). En cambio, y que la comparación ayude, Szmul hace su confesión, tiene conciencia moral: «Somos del Sonderkommando… y somos los hombres más tristes del campo… Y de todos estos hombres tristísimos yo soy el más triste» (pp. 40-41).
El análisis de la novela y de la cinta nos obligan a reformular nuestros conceptos de «bien» y de «mal». Habla Doll: «Ser amable con los judíos es ser cruel con los alemanes. El “bien” y el “mal”, lo “bueno” y lo “malo” son conceptos que tuvieron su momento, y que han pasado a la historia» (p. 71). Es escalofriante esta expresión de la indiferencia moral. Sobre todo, cuando es proferida por defensores de la crueldad humana de la talla de Paul Doll: «No pueden competir con nosotros en crueldad despiadada» (p. 187).
La cinta de Glazer rara vez atraviesa el muro del campo de concentración. La mirada está puesta en el confort con el que vive esa familia nazi. De este modo pone de relieve, a su modo, no reflejando directamente la crueldad del genocidio a la manera de Spielberg en La lista de Schindler, sino insinuando que algo inaceptable está ocurriendo tras bambalinas.
No hay lugar para la esperanza, ni para la compasión en la «banalidad del mal». Desafortunadamente, la banalidad del mal, el mal en su forma trivial, el mal como algo «normal», se repite de manera incesante. Basta analizar las declaraciones de los criminales de guerra hodiernos, los de Ucrania y los de Gaza, o las declaraciones de los que han construido la llamada «verdad histórica» de Ayotzinapa.
Martin Amis dejó de existir el 19 de mayo de 2023 a causa de un cáncer de esófago.
Referencias:
Amis, Martin, La zona de Interés, trad. de Jesús Zulaika, Anagrama, Panorama de narrativas, No. 906, Barcelona, 2015.
Arendt, Hannah, Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, trad. de Carlos Ribalta, Lumen, Barcelona, Lumen, 1999.