La casa de los famosos denigra a la sociedad

La ciudad perversa nos encarcela, nos hace poco o nada libres; y la mala política —que obviamente incluye la política económica— nos empobrece

Giovanni Sartori

A lo largo de la historia de la humanidad, el lenguaje y la palabra han sido una diferencia fundamental que distingue al hombre de los animales. Por medio de la palabra, el hombre transmite sus reflexiones, comunica lo que piensa… no obstante a lo anterior, las civilizaciones comenzaron a desarrollarse de una manera más prolífica con el tránsito de la comunicación oral a la palabra escrita; anterior a la invención de la imprenta, la cultura de toda sociedad se transmitía por medio de la tradición oral.

En la actualidad, con un mundo globalizado, tenemos al alcance todo progreso tecnológico que incluso creo, cada vez menos molesta, porque en la sociedad líquida en la que vivimos, existen menos, los órdenes constituidos.

Desgraciadamente, día con día, la capacidad de entender y la capacidad de abstracción, se desvanece más. Sin ahondar en juicios sobre si detrás de todo eso se encuentran los detentadores del capital económico, o que todo es una especie de complot mongol para mantener sometida a la sociedad; lo que sí es cierto, es que no todo progreso ciertamente implica un avance; en muchas de las ocasiones, es un retroceso como el que describo aquí: el empobrecimiento de la capacidad de entender. Así, en el limbo de la abstracción, pocos individuos entienden conceptos como soberanía, república, burocracia, justicia, legitimidad, legalidad o libertad y derecho.

Y es en ese sentido, tecnologías invasivas, con imágenes y programas de televisión con realidades alternativas, nos imponen conceptos e ideas, ya que cada vez somos más pobres en abstracción. A mi pesar, el programa televisivo denominado «La casa de los famosos», auspiciado por la empresa Televisa-Univisión (un formato tropicalizado de la empresa Endemol Shine Group), sin prudencia alguna, realiza interacciones con los personajes o quimeras de la casa vigilada —al puro estilo Orwell— de los pseudo famosos.

Lo peligroso es que este tipo de contenidos audiovisuales arrojan datos impresionantes de audiencia. Si alguien no entiende lo peligroso de esto, lo invito a seguir viendo por televisión o vía streaming el morboso programa.

Por ejemplo, cada domingo se involucra a la gente a votar por los integrantes de la casa, que para efectos prácticos son más de 5 millones de individuos los que votan por los integrantes; esto implica más de la población de una entidad federativa, o de la gente que salió a votar en 2018 para elegir jefe de Gobierno en la CDMX.

En resumen, cada día vivimos en una video-política. No solo la televisión, sino los infomerciales, los formatos streaming y las redes sociales (virtuales), invaden toda nuestra vida. Así que hoy tenemos candidatos prefabricados con todo e historia de vida. Ya han existido intentos, en donde personajes de la farándula, son promovidos por diferentes partidos políticos para ganar espacios, y como se vislumbran las cosas, es solo la punta del iceberg. Hoy, el hecho de conducir la opinión y el poder de la imagen, se coloca en el centro de todo proceso de la política contemporánea.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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