Los humanos somos seres vivos que manejamos la palabra, dijo Aristóteles. Es nuestra diferencia con el resto de los animales y el origen de nuestras discrepancias. La capacidad de hablar origina la de disentir. Esto es verdad en cuanto se trata de comunicarse, pero se complica al ingresar a determinados campos. Se dice que hablar de religión y de política es meterse en un berenjenal del que difícilmente se sale ileso. Por los días que corren parece más peligroso ingresar en el campo de la política. Todo está a flor de piel y es casi imposible lograr un acuerdo mínimo, aunque sólo fuese el de adoptar un vocabulario.
Los sucesos recientes sobre la libertad de expresión me llaman la atención. Las dos cartas que se contradicen, una firmada por 650 «intelectuales», la otra por 40 mil mexicanos son importantes. Deseamos libertad de expresión, de cátedra, de movimiento. En esto no hay diferencias. La de los 650 hace ver, o es lo que desea, que no existe o que está siendo amenazada por el Presidente. La escritora Sabina Berman dijo que la de los 650 le sugería que, en resumen, quieren libertad para sí y amordazar a López Obrador.
Puedo declarar que no sólo he sido libre en mis artículos periodísticos, y no nada más ese tipo de libertad, sino que jamás me han siquiera sugerido decir o callar algo. No todos somos así. Existe una gran cantidad de «coincidencias» que aparecen en artículos que no serían creíbles si sucedieran una vez, no cien. Cada quien su conciencia. Tampoco me quejaré de la libertad de cátedra, pues la ejercí hace muchos años en UANE y desde hace veinte en la UAdeC. Aun cuando impartía la cátedra de Historia de la Iglesia en el ISER del padre Usabiaga, éste jamás me dio orientación alguna, aunque conocía de sobra mi revisión crítica de ese pasado.
Me llamó la atención encontrar entre los 650 a no pocos que durante años sirvieron fielmente al poder sin críticas —y sin rasguños—. No olvido que cuando Mario Vargas Llosa afirmó que el PRI era la dictadura perfecta y Enrique Krauze lo apoyó, Octavio Paz tronó contra Enrique y públicamente lo regañó. Krauze ni pío dijo y Paz se plegó a Carlos Salinas. En la lista también aparece un señor que ha dicho desde hace décadas que es de izquierda. Estuvo en Punto Crítico, luego en el PSUM y fue asesor de un político; recibió una opípara beca para doctorarse en París y regresó tras varios años a disfrutar de su mano izquierda en la UNAM. ¿Qué puede decir sobre libertad?
Lo anterior no implica una defensa de AMLO, que a través de su cargo domina la esfera pública de forma evidente e impone a los que puede, los que trabajan con él, sus categorías, sus datos, sus verdades. De que el Presidente es libre no hay duda; sus colaboradores no lo son tanto. Es evidente. Considero que las mutuas acusaciones pierden mucho de su fortaleza mientras queden en ataques generales, técnicos y conceptuales.
Si tuviera que escoger elegiría el grupo mayoritario y no el de los 650, entre los cuales hay no menos de cien nombres de dudosa ética y mala reputación. Y desapruebo lo que hace Andrés Manuel día con día en sus mañaneras. El abuso del lenguaje, los despiadados adjetivos, los regaños, su lentísima exposición de cada tema… me dan flojera y a veces molestia. Eso se resuelve apagando la televisión —pero no, no se resuelve—. Lo último es el cruel ataque hacia uno de sus mejores colaboradores: Jaime Cárdenas, de una honestidad a toda prueba. ¡No tiene derecho!
Regresando a Aristóteles y acogiendo su definición añado la que Martín Heidegger anota en su «Carta sobre el Humanismo» y dice que el lenguaje es la casa del ser humano. Ambos filósofos arrostran una peligrosa definición a la que no hay manera de negarse. En el lenguaje es donde nos refugiamos o donde lo hacen quienes se contradicen o los que se aman u odian. Y un tema como el de la libertad otorga toda la libertad de decir lo que a cada cual le convenga o le acomode. Recuerdo que los grandes intelectuales como Paz, Fuentes, Garibay y Sabines se acomodaron bien ante el poder con Salinas y Echeverría. Era su libertad, tenían ese derecho. Pero hubo otros que críticamente la ejercieron.