La contundencia de la realidad

Es necesario. La recurrente tendencia de este Gobierno a no tomar en cuenta la realidad obliga a tomar las riendas de ese contundente monstruo que, sin moverse siquiera, provoca tanto daño. Por eso ruego a mis dos lectores de siempre me permitan nuevamente abordar ese tema tan inasible y etéreo, pero al mismo tiempo objetivable y concreto: la realidad. Lo he hecho, por lo menos, en tres ocasiones anteriores pero la recurrencia de su vigencia obliga a un nuevo abordamiento.

Sin preámbulos, pues, entremos en materia. La realidad es una entidad contundente que está ahí, sin que nadie en particular la haya puesto donde está. Su extraña presencia es un proceso permanente de construcción colectiva. Es decir, todos le damos forma y, al mismo tiempo, estamos dentro del fenómeno. Quizá por ello resulta sumamente compleja, tanto su abordamiento como su comprensión; se necesita mucha suspicacia para aprender a leerla y anticipar su dimensión.

Frente a la realidad, el primer requisito para afrontarla es desmontar todo el conjunto de ideas, valores, hábitos y demás mecanismos ideológicos surgidos desde las múltiples estructuras de poder que operan en la sociedad, mismas que atentan contra la libertad ciudadana, la dignidad de las personas y el crecimiento del ser humano, entre otros órdenes del individuo.

La anterior aseveración significa que, para una conciencia ciudadana común, debe mantenerse la exigencia de saber leer todas las formas posibles de sometimiento, explotación y alienación. Naturalmente esto supone el ejercicio de un pensamiento crítico que posibilite la construcción de una realidad creando, aquí y ahora, las bases de un estadio social que aún no existe, que sólo se imagina a partir de las situaciones económicas, políticas, sociales y culturales actuales.

Hoy entendemos por distintos saberes humanísticos que el conocimiento tiene la doble intencionalidad de criticar la existencia y anticipar la creación de una realidad distinta de la del presente, que sea mejor. Necesariamente alguien debe conducirlo. Y ese alguien es el sujeto del conocimiento, rico en su diversidad y valioso en sus posturas de pensamiento.

En otras palabras, la realidad supone toda una epistemología de la creación anticipada de la existencia.

De esto resulta que el centro de gravedad de ese proceso constructivo está en el sujeto. No se puede dejar la responsabilidad de conceder a agentes externos su proceso, como la ciencia, la religión o la política, por ejemplo, porque todos los individuos tienen la responsabilidad de conducir y co-crear la realidad que constituye la sociedad en que vivimos.

Si entendemos esto, resulta fácil entender que somos entes activos, constructores de la realidad, sea para legitimar un orden o para crear otro. Somos, naturalmente, seres singulares, únicos e irrepetibles. Difícilmente podemos atribuir el conocimiento a una entidad genérica, como la Humanidad o el Género Humano. La producción de conocimiento, históricamente rastreable, viene con nombre y apellido concretos.

Esa condición sociohistórica condiciona el proceso de conocimiento, por lo tanto, hay que conocer el contexto que habitamos, así como las posibilidades y recursos disponibles porque el lugar, las pautas socioculturales, los conocimientos, las predisposiciones, la visión de futuro, permitirán conocer las posibilidades de enriquecer el proceso constructivo de la realidad.

La realidad es una realidad para alguien. Es particular pero también comunitaria. Se va dando en un continuo proceso de diálogo. De ese modo, la realidad significa algo en la medida que comunique a unos individuos con los otros. No está ni adentro ni afuera de las personas, sino en sus procesos comunicativos cotidianos.

Por eso la realidad es inagotable, plural, diversa e inconmensurable porque es un movimiento continuo y total que no es nada en sí mismo, sino en la medida en que significa algo para un individuo; él es quien va creando la realidad en su desenvolvimiento cotidiano y en el desarrollo de sus procesos vitales. Y la va creando, no sólo conceptualmente, sino también tiene un sustento material porque esta creación es intencionada, porque apunta hacia un futuro que también es parte de la realidad.

Lo interesante es que la realidad no admite contradicción. Es como es. Por eso no se puede mentir ante ella ni nada puede alterar su noción irrefutable de Ser como es. Por eso también ella se encarga de desestructurar todo proceso discursivo que intente alterarla. Esa es la razón por la que situaciones por las que pasa el país no pueden sostenerse a pesar del enorme poder que pudiera tener el agente generador del discurso.

Sólo a manera de ejemplo, y para estar en el carril de actualidad, veamos lo siguiente: Acapulco y otros municipios de Guerrero, hechos trizas por las fuerzas de la naturaleza.

El presidente de la república se muestra airado y reprocha a sus adversarios la desmesura con que magnifican los daños y, sobre todo, el poco tino con que el Gobierno actúa para enfrentar la crisis. Se siente amenazado y pregunta que de cuándo acá hay tanto interés por esas cosas queriendo hacerlas pasar como una de sus virtudes si no lo fue en el pasado. La pregunta podría pasar por legítima y quizá no le falte razón, pero la realidad está ahí para recordarle que, en el caso de Acapulco, esa realidad es un cuestionamiento serio que debería tomar en cuenta.

El presidente se afana por construir un discurso de atención que se desmorona ante el montaje teatral de su visita a la zona de desastre y quedarse atorado en el lodazal. Sus incondicionales hacen circo, maroma y teatro para poner a su disposición recursos destinados a otras áreas tratando de salvar la situación. Y todo falla.

La destrucción de instituciones, la falta de medicinas, la violencia desatada en todo el territorio nacional, los feminicidios, el drama de los migrantes, las luchas fuera de control por el poder político… constituyen el telón de fondo de la realidad de este país y cuyo desenvolvimiento emerge, aunque se le quiera ocultar.

Es así porque la realidad está por encima de cualquier constructo discursivo que intente siquiera ocultarla, aunque sean los individuos más poderosos de México quienes sostengan esa palabra que termina por derrumbarse ante la fortaleza de realidad que preside la vida cotidiana de todos.

A lo mejor es hora de ponerle atención a la realidad que, sin ideología de por medio, nos dice toda la verdad en torno a los problemas vitales del país, mismos que no han sido atendidos ni por asomo durante la presente administración y que, sin embargo, constituyen la dura realidad de nuestro país y que está siempre ahí para desmentir toda estructura discursiva que intente enmascararla.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

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