La lealtad, principio moral que denota respeto y fidelidad es aparentemente intangible, pero que en materia política no se manifiesta con regularidad y la convierte en actitudes tangibles.
En entregas anteriores hice algunos comentarios sobre a la actitud del alcalde de Torreón, Román Alberto Cepeda, al mostrar su inconformidad cuando el gobernador Riquelme ponderó la labor de Manolo Jiménez como alcalde de Saltillo, basada en el trabajo fecundo y eficiente que realizó y que por el cual fue objeto de reconocimientos a nivel nacional por su quehacer municipal, por lo que fue motivo y fundamento legítimo suficiente para que pusiera sus complacencias y lo sucediera, con la seguridad de que implementaría ese sistema de Gobierno en el territorio coahuilense del que Torreón forma parte.
El éxito de un organismo se consigue persiguiendo metas comunes con miembros que trabajan en una misma dirección, de lo contrario provocan incisiones que afectan a la organización en la obtención de las metas preestablecidas.
Cuando no se es empático de manera natural, la empatía siempre será ficticia por lo que su actuar no se cataloga como confiable, pues el señor Cepeda pensó que el candidato a la gubernatura podría ser él.
Por impericia existen riesgos cuando se accede a puestos públicos de importancia y se emiten puntos de vista que derivan en disposiciones controvertidas que dan lugar a generar el incumplimiento de atribuciones que puedan dañar las estructuras de Gobierno y afecten a la ciudadanía.
Fue notorio cuando el gobernador favoreció al ahora alcalde de Torreón otorgándole el apoyo suficiente, pensando en la alcaldía sin visualizar si contaba con la suficiente madurez política, el cual una vez que fue elegido demostró ese déficit al ir realizando el trabajo de una ciudad media, con actitudes triunfalistas que lo han hecho caminar entre la bruma hacia un sitio que no alcanza en la realidad.
Su hambre de notoriedad es palpable, pues cotidianamente las redes sociales difunden toda su actividad, como por ejemplo en algunas gráficas aparece degustando «gorditas» en la calle y luego se le ve en lo que parece ser su despacho de sobradas dimensiones que atesta con salas, mesas de trabajo y, a las espaldas de lo que pareciera ser su lugar de labor, dos banderas conformando un aparador de exhibición de escenas, saltando del populismo y en las antípodas a un narcisismo chocante.
Al parecer en las últimas semanas fue «alineado», ya que con esa postura de ignorar al candidato de la alianza no hace más que mostrar una envidia infundada y una arrogancia propia de los débiles, dejando atrás lo que es la humildad que sí manifestó cuando fue candidato.
No se actúe de esa forma, no caiga en lo que es el efecto Pigmalión definido como aquel que supone algo y actúa en función de ese algo, y si no le resulta, luego vienen las desilusiones y se actúa en forma desleal, lo que nos deja ver.
Con esos antecedentes las carreras políticas pueden ser opacadas, por lo que primero se debe adquirir experiencia con pasos proactivos, dejando los talantes de superioridad y posturas populistas que son demostraciones artificiales.
Regule su velocidad política a fin de no caer en lo que es el Principio de Peter, pues la elección de personas que no tienen las adecuadas competencias comparten luego grandes consecuencias, ya que no es lo mismo conducir un vehículo pequeño que uno tipo tráiler, pues para lograrlo se requiere conocimiento que sólo el tiempo lo proporciona. Por otro lado, se entiende que el presupuesto municipal es raquítico, que no da la oportunidad de abatir las necesidades locales, por lo que las obras que ahora mismo son edificadas deben ser agradecidas a un gobernador torreonense que le ha querido dar un toque de modernidad a su ciudad, por lo que el mérito debe achacársele al Ejecutivo del estado. Todo eso se debe retribuir correspondiendo con genuina lealtad. Se lo digo en serio.