La Laguna, tierra progresista

El desarrollo y cambio en la Comarca Lagunera es manifiesto y su principal activo son sus propios habitantes. Gente positiva, sumamente preparada en términos académicos, muy bien capacitada

¿Por qué vivimos con muchas leyes?

Hace algunos días recorrí parte de nuestra Comarca Lagunera y la verdad es que la encontré muy bella, prometedora y progresista. Por donde quiera fincas en proceso de construcción, hoteles de gran lujo, casas habitación, residencias, numerosos locales comerciales, bulevares y avenidas de vía rápida, llenas de vehículos.

En mi mente reproduje aquellas escenas fílmicas que nos hablaban de la fiebre del oro en California, cintas que nos contaban de infinidad de carretas y diligencias transportando familias optimistas que habían encontrado la tierra ambicionada.

«Han sido muchas las voluntades conjuntas a través del tiempo las que han echado pa’ delante, dando por resultado una región como la nuestra. ¡La Laguna huele a progreso!»

Hoy, siglos después, veo infinidad de personas importantes en todos los sentidos, apostándole a la tierra lagunera. De la noche a la mañana aparecen más y más edificios con razones sociales que anuncian su quehacer y actividad, firmas transnacionales y otras con asiento matriz en lejanos estados de la República.

No exagero. Dese una vuelta por los distintos periféricos de la región para que constate que no estoy inventando. Es más: me atrevería a vaticinar que algún movimiento de explosión comercial se advierte, presiento que la estratégica ubicación geográfica de nuestra tierra la ha posicionado como blanco para los macroempresarios y en breve La Laguna será un importantísimo corredor comercial e industrial, trayendo —como es lógico— mayores y mejores oportunidades para sus habitantes.

El progreso y cambio en la Comarca es manifiesto. De un gran salto pasó a compararse con otras ciudades mexicanas que le llevan muchos años de ventaja. No piense que estoy promoviendo la participación de tal o cual Gobierno, más bien diría que han sido muchas las voluntades conjuntas a través del tiempo las que han echado pa’ delante, dando por resultado una región como la nuestra. ¡La Laguna huele a progreso! Podemos recibir orgullosos a cualquier visita importante.

¡Claro! Urge destacar que todavía hay rezago y se requiere bastante trabajo por hacer. Lamentablemente existen clases sociales marginadas, sectores de la población mal atendidos, pero en general hay optimismo, insisto, se vive un tiempo de bonanza o, mejor dicho, un tiempo de esfuerzo que, al ser remunerado, se convierte en bienes. Y es que habremos de abundar sobre las condiciones favorables de nuestra región, cayendo en la cuenta de que el mayor potencial que se puede anotar es el valor de su gente, en todos los sentidos.

Aquí amigos, predomina la gente positiva, hombres y mujeres sumamente preparados, y si a eso se le añade la cuenca lechera, diríamos que en ganadería es el fenotipo: encontramos que el lagunero es un individuo con estatura promedio de 1.75 metros, por su ascendencia y mezcla de razas, pero profundamente orgulloso de su región lagunera; abierto en su trato, dicharachero como buen norteño, franco, sincero y sin temor al trabajo, no importa cuál sea. Académicamente, según encuestas, está debidamente capacitado.

Así ha sido casi siempre, pues a pesar de que La Laguna es una zona demasiado joven, ha producido personajes dignos de recuerdo. Baste traer a la memoria aquella época de la bonanza blanca, cuando había algodón para arropar al mismísimo planeta tierra y sus excéntricos habitantes, como aquel señor Anaya que jugaba volados apostando un Cadillac; o el otro agricultor que nada más se le ponía y mandaba por el trío Los Panchos para llevar una serenata… Locuras geniales que permanecen en la memoria por lo insólito.

La nueva generación de jóvenes hombres de negocios con sello lagunero tienen capitales que se hablan de tú con cualquier otro monstruo de las finanzas. La Comarca es pródiga por su gente y ha entregado a México grandes empresarios: podemos mencionar muchos apellidos de personas que nacieron, crecieron y siguen produciendo en esta bendita tierra del centro norte de México. La mayoría de los habitantes de la región son muy sencillos, y quizá hasta humildes, porque el lagunero es salidor, pero franco; entrón, pero humano; magnánimo y generoso; fiestero y amigo. De veras que así es, no se anda por las ramas, va al tronco, directo, de buena fe, en una palabra: positivo.

Así como para los regios no hay como Monterrey, o para los de Aguascalientes no hay como San Marcos, nosotros felicitémonos por de ser de esta región donde tenemos diez meses de clima cálido a templado, por dos meses de frío y tolvaneras. Cuando viajamos a otras latitudes y nos preguntan por nuestro origen, no contestamos Torreón, Gómez Palacio, Lerdo, San Pedro, Chávez o Matamoros, simplemente decimos «¡soy lagunero!». Seguro que sí.

Posdata: En la Laguna el más chimuelo masca rieles, el más tullido es alambrista y el más tarugo hace billetes de cien dólares. E4


¿Por qué vivimos con muchas leyes?

Las leyes son necesarias para establecer armónicamente las reglas de convivencia entre las personas en una sociedad. Sin embargo, ¿por qué vivimos con tantas leyes?, ¿por qué nos es difícil tener en claro el contenido y alcance de nuestros derechos y deberes, y hacerlos valer?

Esto se debe a que somos parte de una sociedad que se ha vuelto hostil, individualista, egoísta, materialista y consumista, en la que prevalece la cultura de aventajar a los demás con el propósito de obtener más beneficios económicos, prevaleciendo así la máxima «el fin justifica los medios», ocasionando la pérdida de la confianza, tanto en la autoridad como entre nosotros.

La ausencia de confianza —pilar de cualquier civilización— ha provocado el empobrecimiento de las relaciones humanas, por tanto, la ética de esta virtud pretende suplirse con textos legales y con el sistema de administración de justicia, lo cual no será fácil, pues la confianza da por cumplidas muchas conductas por sí mismas, considerando que no todas pueden ser previstas en la ley. Este fenómeno social deriva en tensión, corrupción, impunidad, violencia extrema y mediocracia social.

Además, a todo ello se suma otro inconveniente: el sistema de administración de justicia se encuentra fracturado y carece de la suficiente capacidad material y humana para satisfacer las demandas sociales. Actualmente para el ciudadano común se vuelve complejo ejercer un derecho ante un tribunal.

Un día escuché vitorear a un legislador al decir que pertenecía a una legislatura de vanguardia, ya que había aprobado más leyes que cualquier otra. Sentí pena por él, pues sabemos que con más leyes no se demuestra eficiencia; pero también sentí pena por mí, al darme cuenta de que esta clase de legisladores no representan.

Cada vez hay un abismo más profundo entre el gobernante y el gobernado. Hoy los políticos «hacen política» produciendo leyes efímeras con falta de técnica jurídica y en muchos casos, sin justificación social. La ley se ha convertido en un instrumento malevo de la política.

El tema no sólo es responsabilidad del Gobierno, sino de todos. Debemos asumir el compromiso de recuperar —lo antes posible— la confianza en las relaciones humanas, por el bien de la paz y la seguridad social, porque todos continuaremos siendo vecinos y porque no hay otro lugar a donde ir. Y en este sentido, no queda más remedio que tolerarnos unos a otros para vivir lo mejor posible. De no ser así, habitaremos una sociedad deshumanizada en la que se fortalecerán los sentimientos de ira, humillación, rencor, envidia e injusticia. E4

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