Cada semana me siento a escribir y recuerdo una foto de Ernest Hemingway, en algún lugar de Cuba o de su casa en Ketchum, Idaho, en los Estados Unidos, donde corrige o escribe un texto. Hemingway es sin duda el escritor más famoso del mundo. En esa foto se ve en pleno proceso de creación del escritor por excelencia. Sintetiza sin duda él en plenitud la expresión el mito «Todos quisiéramos ser Hemingway», como «todos quisiéramos ser Maradona». Finamente los que empuñamos como arma y defensa la escritura, y tenemos conciencia de ello, nos enfrentamos a ese momento de íntima relación con el texto, donde con toda la humildad debemos de aceptar que no tenemos la palabra precisa, que no está bien construida la frase, que la idea es incompleta. Ese es un instante de soledad del proceso de creación al que nos sometemos. ¿Que escribimos?, ¿Para quién? Entre los lectores y los escritores se establece una complicidad, un acuerdo de buena voluntad en el que unos tratamos de entender y aprehender y el escritor trata de enseñar y convencer.
«¿Qué es un escritor?», le pregunté una vez a Juan José Arreola y me dio una respuesta que a él le había dado don Alfonso Reyes. Un escritor es el que escribe. Puede ser Cervantes o un tendemaquinas como algunos periodistas. Es él que toma conciencia de que escribe para transmitir una emoción, una idea o un mensaje, ese es un escritor. Los periodistas somos sin duda alguna, escritores de un tono menor, pero escribimos. ¿Para quién escribimos? Mi amigo «Catón» Armando Fuentes Aguirre, dice que escribe para cuatro lectores. Como no quiero caer en una falta de precisión sobre cuántos lectores tiene, le pregunté. Esta fue su respuesta: «Mi muy querido amigo Gabriel: Según datos de mis editores me leen diariamente cerca de 2 millones de personas, tanto en medios impresos como digitales. Eso me aterroriza: si antes de empezar mi jornada cotidiana pensara que lo que voy a escribir lo leerá tal número de personas, no sería capaz de escribir una sola línea. Por eso inventé lo de “mis cuatro lectores”, como una especie de mecanismo de defensa contra ese pensamiento paralizador. Espero con mucho interés tu artículo y te envío, con mi agradecimiento, un abrazo lleno de afecto. Tu amigo Armando Fuentes Aguirre, Catón». Eso sin contar los libros que publica y las transmisiones de sus columnas que se hacen a partir de las síntesis o envíos personales cuando deseamos compartir sus textos llenos de picardía y buen humor.
La escritura no está exenta de emociones y pasiones, de complicidades en el buen sentido de la palabra. Y aunque en México no contamos con los millones de lectores que tienen otros países, los cuatro lectores de Catón se convierten en dos o tres lectores de nosotros. Es evidente que todos lo hacemos con la misma responsabilidad, coraje y pasión que los grandes, grandes.
¿Cuántos lectores participan de esa complicidad y emoción de la que hablamos hoy? Naciones Unidas y la agencia NOP World, realizó un trabajo de investigación para determinar cuántas horas dedican las personas de diferentes países a la lectura. En ese apasionante mundo los asiáticos lideran el ranking. América Latina, Europa y los Estados Unidos no figuramos entre los pueblos con numerosos lectores. Ahí parece que los medios audiovisuales han capturado a la audiencia.
El lapso de la muestra es una semana y el primer puesto lo ocupa India, en promedio, su público lector dedica 10.7 horas semanales a la lectura. El segundo puesto es para Tailandia, que dedica 9.4 horas; el tercer puesto es para China, que dedica 8 horas, el cuarto lugar es para Filipinas, que dedica 7.6 horas semanales. Egipto, 7.5 horas, la República Checa: 7.4 horas; Rusia, 7.1 horas, Suecia, 6.9 horas a la semana; Francia, 6.8 horas a la semana y Hungría, 6.8 horas a la semana.
En América Latina los argentinos son los mayores lectores de libros en la región, seguidos de los chilenos y los peruanos. México ocupa el sexto lugar en América. El índice de lectura en México es de 2.9 libros por año, lo que representa un mínimo de lectores. España sigue estando a la cabeza en los países de habla hispana con 10.3 libros leídos por año. En México muy poca gente lee por placer, la mayoría de los mexicanos leen para obtener conocimientos generales, mientras en España y Argentina, con 10.3 y 4.5 libros anuales se lee principalmente por placer, 70% y 85% respectivamente. Países como Brasil y Chile, leen por exigencia académica y para obtener conocimientos generales.
Y, si preguntamos ¿por qué la gente no lee? Encontramos que por falta de tiempo y por desinterés, la gente no lee porque simplemente no le gusta. Por otra parte, la invasión de los medios audiovisuales radio y televisión cada vez ocupan más el uso del tiempo libre para la diversión.
Todo esto lo escribí porque me compré el libro Tiempos Recios, de uno de los autores más importantes del Perú, excelente escritor y pésimo político, a quien su conservadurismo lo pierde en las declaraciones cotidianas, Mario Vargas Llosa, y lo leí en un día.