La mañanera, el espacio maldito de la televisión

Todo había comenzado con la mención en La mañanera. Su cuñado fue el primero en enterarse de la noticia. Supongo que nada importante, se dijo el personaje aludido, seguro que se trata de una tontería que podrá aclararse. Pero él sabía que no; tantos años en las alturas del poder político habían hecho del aludido un hombre experimentado en imponderables: trampas, emboscadas, triquiñuelas, traiciones y demás lindezas de la perversión, de modo que saber que había una mención contra él en La mañanera, las horas de televisión más vistas y temidas por todos pues estaba alimentada por el Primer Jefe de la Nación para sostener el barómetro político del país, le hicieron perder los nervios.

Aparecer en ese espacio infernal no era un buen presagio. Otros protagonistas de la política nacional: ministros, gobernadores, diputados, senadores o cualquier funcionario que le fuera útil a las sutilezas con que el presidente de la república manejaba los hilos de la intriga, todos ellos lo  voz del propio presidente, era el principio de persecuciones judiciales, desprestigio público y, en el mejor de los casos, el fin de una carrera política que aleja a cualquiera del poder porque lo peor podría ser el principio de una despiadada persecución judicial que debía culminar en la cárcel para el perseguido.

Bueno, los dos anteriores párrafos son una paráfrasis de un pasaje de la novela La fiesta del Chivo, del peruano-español Mario Vargas Llosa, ese espléndido escritor cuya lucidez tanto irrita al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, sobre todo cuando sus puntos de análisis tocan la realidad de nuestro país.

La novela, como sabemos, borda su trama en torno a un personaje oscuro, implacable, convertido en el gran dictador de la República Dominicana, el general Trujillo quien, en privado gustaba y exigía ser llamado Excelencia, y en la vida real y pública, jamás dudó en tiranizar a los tres millones de dominicanos que vivieron la pesadilla de su gestión mientras la democracia languidecía a los ojos de todos.

El texto de Vargas Llosa, publicado cuando empezaba el milenio, constituye un hecho anticipatorio, profético, de la realidad que habría de vivir México en el tiempo presente. Ni duda cabe que La mañanera es el equivalente del Foro Público, la sección más leída y temida de El Caribe, publicación que en el texto del escritor era el espacio destinado para los fines a los que se han aludido líneas arriba.

La mañanera del presidente mexicano se ha convertido en el espacio simbólico de una frontera irrebatible y dogmática, resguardada por todos los frentes proteccionistas a fin de que se constituya en el tribunal condenatorio de cualquier movimiento que atente contra las ideas del Jefe; a su vez es la plataforma desde donde se impulsa un monumento verbal al desatino, mismo que sirve para ocultar la desarticulación paulatina de una democracia que el país, con grandes esfuerzos, había empezado a construir en las últimas décadas.

Pero, además, esa tribuna deja ver las vulnerabilidades ciudadanas donde su voz no tiene cabida, así como la debilidad de instituciones, organismos autónomos, medios de comunicación. La mañanera es un templo a la servidumbre mantenida con creces por los funcionarios del Gabinete, los diputados y senadores de Morena y los millones que son beneficiados por la dádiva presidencial con que se les humilla públicamente cada vez que hacen largas filas para cobrar la pensión universal.

Gobernar constituye una labor honrosa que implica la puesta en juego de todos los valores que una sociedad requiere para ser conducida eficazmente. No se trata de tener un santo en la presidencia de la república, o en cualquier puesto de elección popular, sino personas de razón que puedan evaluar objetivamente la realidad que gobierna; personas sensibles formados en una cultura que les permita reconocer en el/los otros al ser humano por encima de objetos que se pueden utilizar como clientes políticos para perpetuar el poder.

Cada quien tiene, y mantiene, un estilo personal de gobernar; eso es entendible y respetable. La mañanera apareció como el augurio de bondades abierto para ser un espacio de interlocución, de diálogo con la asamblea ciudadana. Esa manera, que pertenece al estilo personal del presidente para gobernar, parecía  una acción muy original que contenía la promesa de gobernar para todos, sin embargo, al cabo de unos cuantos meses se convirtió en ese espacio maldito de la televisión donde se eliminan adversarios, instituciones, organismos y donde, finalmente, se construyen paraísos inexistentes en la realidad de un país que se desmorona frente a los ojos de todos.

Gobernar, en efecto, implica transformar la realidad que se ha heredado, así que la postura del presidente respecto de la corrupción es correcta y se deben perseguir y poner en la cárcel a todos aquellos que, vía corrupción, cometieron ilícitos. Pero la acción de gobernar no concluye ahí. Porque gobernar también exige atender problemas de salud creando infraestructuras que soporten una atención para todos, no destruyendo un sistema que, mal que bien, operaba con cierta fluidez.

Gobernar también exige poner lo mejor de sí mismo para vigilar la seguridad y la aplicación de la ley para que el crimen organizado no llene el vacío dejado por las instituciones del Estado y que aquellas asolen el escenario geográfico del país con miles de muertos que ha generado la violencia porque nadie lucha contra ella.

Gobernar también exige la puesta en juego de políticas públicas dirigidas a propiciar el crecimiento y el desarrollo de un país que se ha estancado, que ha detenido su marcha porque la economía no crece, la inflación se dispara, el desempleo campea en todo su esplendor y los pleitos con las instituciones de educación superior estropean la investigación científica.

Después de tres años de gobierno, ¿no sería acaso prudente pensar en dejar de hablar un momento para gobernar, por fin, a una sociedad que le dio millones de votos pensando quizá en un país distinto al que se mantiene hasta hoy, y que hoy, como en la realidad dominicana gobernada por Trujillo, ve languidecer la democracia?

¿No sería mejor suprimir La mañanera para que no estorbe la verdadera acción de gobierno? No vaya a ser que, en una de esa, ese espacio maldito de la televisión se convierta en el anzuelo donde muera el pez por su boca desbordada en palabras vacuas cada día, temprano en la mañana.

Bueno, es un decir.

San Juan del Cohetero, Coahuila, 1955. Músico, escritor, periodista, pintor, escultor, editor y laudero. Fue violinista de la Orquesta Sinfónica de Coahuila, de la Camerata de la Escuela Superior de Música y del grupo Voces y Cuerdas. Es autor de 20 libros de poesía, narrativa y ensayo. Su obra plástica y escultórica ha sido expuesta en varias ciudades del país. Es catedrático de literatura en la Facultad de Ciencia, Educación y Humanidades; de ciencias sociales en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas; de estética, historia y filosofía del arte en la Escuela de Artes Plásticas “Profesor Rubén Herrera” de la Universidad Autónoma de Coahuila. También es catedrático de teología en la Universidad Internacional Euroamericana, con sede en España. Es editor de las revistas literarias El gancho y Molinos de viento. Recibió en 2010 el Doctorado Honoris Causa en Educación por parte de la Honorable Academia Mundial de la Educación. Es vicepresidente de la Corresponsalía Saltillo del Seminario de Cultura Mexicana y director de Casa del Arte.

Deja un comentario