La manía de contar

En 1971 el escritor y semiólogo Roland Barthes publicó un interesante libro intitulado Sade, Fourier, Loyola. Barthes estudia tres casos y observa cómo tres personajes están obsesionados con enumerar sus perversiones (Sade), las pasiones (Fourier) y los pecados (Loyola). La manía de contar y clasificar sus perversiones la desarrolla Sade en la cárcel. La manía de contar y clasificar las 810 pasiones en Armonía se gesta en la mente del utopista Fourier. La manía de contar y clasificar los deseos, que no los pecados, los horarios y la rutina de los Ejercicios Espirituales, la concibió San Ignacio de Loyola en la cueva de Manresa. Todo ello con una finalidad. Porque hay un télos en cada uno de los tres: en Sade el goce doloroso del sadomasoquismo, en Fourier la felicidad utópica mas no científica y en Ignacio el combate a las afecciones desordenas y la búsqueda de la voluntad divina. Yo no digo que Sade, Fourier y Loyola padecieran aritmomanía. Sólo son un ejemplo, que Barthes propone, de personajes que se obsesionaron, para bien o para mal, con contar.

La aritmomanía o manía aritmética es un tipo de Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) que se caracteriza por la compulsiva necesidad de contar las cosas que se tienen alrededor. Se tiene la obsesión de contar cosas y la compulsión de tener que contar dichas cosas para disminuir la ansiedad. Este TOC adquiere distintas modalidades. Se puede buscar el conteo de palabras u objetos, la realización de cálculos matemáticos, el recuento hasta un determinado número antes de hacer algo, la repetición de algo un número de veces, la omisión de un determinado número, etcétera. Lo que se pretende es frenar la ansiedad. Y no estamos hablando de meras supersticiones, sino de un problema psicológico que hay que afrontar.

Hace tiempo leí una novela de Apóstolos Doxiadis, El tío Petros y la conjetura de Goldbach. En ella, obsesionado con contar, el tío Petros pretende frustráneamente resolver una conjetura que tiene ya cientos de años sin resolverse. La conjetura afirma que todo número par mayor que dos puede escribirse como la suma de dos números primos. El intento de resolver esta conjetura pone al tío Petros en aprietos. Desafortunadamente, por esta obsesión, el tío Petros se convierte en un solitario irredento. Doxiadis lo generaliza de este modo: «La soledad del investigador matemático no se parece a la de ningún otro» (p. 117). Es de sobra sabido que estas obsesiones no llevan a buen puerto: «Cuando regresé a mi universidad, leí las biografías de los grandes matemáticos que habían desempeñado algún papel en la historia de mi tío. De los seis que había mencionado, sólo dos, apenas un tercio, habían tenido una vida personal que podría considerarse más o menos feliz y, curiosamente, en términos comparativos eran los menos relevantes…» (p. 205).

Pero es bueno verle el lado amable a esta neurosis. Hace algún tiempo, mi amigo Hugo Camberos me acercó un método de curación basado en la recitación de números cual si fueran mantras. Por ejemplo, si usted padece cistitis, es cuestión de que recite pausadamente el número 48543211. Dicho método lo gestó el clarividente ruso Grigori Grabovoi. Algunos aseguran que el método es eficaz. Otros que se trata de mera charlatanería. Lo cierto es que presento este caso como una muestra de que los números y la manía de pensarlos pueden ser curativos.

La historia da cuenta de grandes matemáticos que experimentaban un placer singular al contar. ¿Por qué no suponer que la manía de contar produce placer? Así como Cioran concibió a la religión como el placer de la piedad, ¿por qué no pensar en las matemáticas como el placer de contar?

Lo que sí les puedo asegurar es que a veces el contar disciplinada y racionalmente nos puede conducir a regular nuestra vida, a conquistar la salud, espiritual o física. De hecho, la rutina, los horarios, el examen de conciencia, las meditaciones, etcétera, propios de la espiritualidad ignaciana, y no sólo de ella, logran que el ejercitante corrija el rumbo de su vida. De hecho, la paciente y ordenada ejecución de un tratamiento nos puede proporcionar la salud física. En fin, en este tenor, bendita la manía de contar. Que Pitágoras nos proteja con su manto.

Referencias:

Barthes, Roland, Sade, Fourier, Loyola, Trad. de Alicia Martorell, Cátedra, Colección Teorema, Madrid, 2011.

Doxiadis, Apóstolos, El tío Petros y la conjetura de Goldbach, Trad. de Ma. Eugenia Ciocchini, Punto de lectura, Madrid, 2001.

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