El migrante haitiano Nelson Saintil sintió que los muros comenzaban a cerrarse sobre él y su familia cuando se encontraba a orillas del río Bravo junto a su esposa y cuatro hijos, de 5, 10, 13 y 16 años. Ese día, habían regresado a Ciudad Acuña después de pasar ocho días en el infame campamento de Del Río, Texas donde se habían reunido hasta 14 migrantes. Los informes de deportaciones de Estados Unidos a Haití los habían obligado a regresar a México y el junto a su familia, reevaluaban constantemente su situación. «No quiero ser como los ratones que no saben de la trampa y quedan atrapados, porque regresar a Haití es como ser enterrado vivo», dijo a un reportero de la agencia de noticias AP.
Luego de eso, agentes de la Patrulla Fronteriza en plan de vaqueros cazarecompensas montados a caballo, usaron sus riendas para intimidar a haitianos, incluidos niños pequeños, en la orilla del río Bravo en Del Rio, Texas, mientras uno de esos agentes, les gritaba «Esta es la razón por la que deber regresarte a tu país de mierda». Recordaban tiempos cuando también a caballo, exterminaron de esa nación a los indios originarios. Los haitianos enfrentan una gran crisis, incluido el asesinato del presidente Jovenel Moïse el pasado 7 de julio y un terremoto de 7.2 que lo destruyo casi todo. Muchos optaron por buscar refugio en otro lugar, creyendo en un destino mejor.
Seis víctimas de la inseguridad, la desesperación, la inseguridad y la falta de oportunidades, huyeron creyendo que podrían encontrar acaso un ápice de vida digna. Pero lo que encontraron fue violencia y persecución tanto en Estados Unidos como en México.
De lado mexicano en Acuña, Coahuila, con una eficacia que de aplicarse a todo seriamos ya Dinamarca, la Guardia Nacional, agentes de inmigración, junto a policías municipales y estatales, allanaron hoteles y detuvieron a cientos de haitianos. La amenaza de una posible deportación es latente.
Estos refugiados, estos migrantes son las víctimas, en su mayoría inocentes, de los fracasos políticos y económicos. Pero es ese mismo sistema económico y político insaciable, el que demanda mano de obra y productos baratos y para eso están los migrantes, quienes con sus bajos sueldos subsidian los privilegios de los grupos que los satanizan y persiguen.
Incluso, aquí muy cerca de nosotros, por esta misma ciudad donde navegamos con ojos cerrados los mares de la complacencia, miles de mexicanos y centroamericanos dejan su patria en un éxodo como el que sufrió el pueblo de Dios en busca de la tierra prometida. Durante su travesía, son calcinados por el infernal sol del desierto y sus pies desgarrados por infinitas caminatas en su intento de huir de «La Migra» y el crimen organizado.
Son los extranjeros de su patria, los que huyen de la violencia y la miseria, solo para encontrar racismo y xenofobia. Son las víctimas del neoliberalismo que les ha negado cualquier oportunidad, los expulsados de su tierra que han sido condenados al sufrimiento, pero que todo lo soportan quizás por la esperanza de una vida mejor, pero como aseveraba el escritor Albert Camus, ¿quién podría afirmar que una eternidad de dicha puede compensar un instante de dolor humano?
Pero lo más triste en todo esto, es que las imágenes de los haitianos en Acuña, es que no acabaran jamás; como tampoco lo harán la ambición de los contrabandistas de seres humanos, que todos los días se enriquecen con la necesidad de esos que dejan todo por el deseo de alcanzar, al menos, un poco para sostener y darle seguridad a los suyos.
A lo sumo, lo único que ha puesto de estas imágenes en el río Bravo, es el rechazo a los elementos básicos que nos deberían marcar como especie. Hoy se evidencia que hemos fracasado como humanidad. La tragedia de los migrantes en el mundo y nuestro silencio son el mejor ejemplo de eso.
El colombiano universal, Gabriel García Márquez, el mismo que alguna vez fue indocumentado en Caracas, un día escribió: «Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia».