Los dos extremos del espectro político, oposición y oficialismo, han hecho de la conclusión de las elecciones en Coahuila y Estado de México arranque para las definiciones hacia los comicios de 2024. El 27 de abril, el presidente de la República, acompañado de los cuatro aspirantes de su partido y en presencia de los senadores afines señaló que después de junio 4 se iniciaría el final del proceso sucesorio para que entre julio y agosto hubiera definición de candidata o candidato presidencial.
Por su parte, en la oposición se resolvió que el PRI tuviera mano en las dos elecciones en proceso y el PAN la tendría en la Ciudad de México y presidencia de la República. El compromiso corrió a cuenta de Alejandro Moreno, lo que hace imposible cumplirlo. La expectativa de triunfo en el Estado de México fue la principal razón de tal concesión por el PAN; la derrota allí revelaría el error de cálculo de Marko Cortés. La oposición pasará un momento muy difícil y no se excluye que el PRI de Alejandro Moreno, pasados los comicios ponga en la mesa romper con la alianza opositora, especialmente si el PAN no construye un acuerdo que satisfaga a ambas partes.
En Morena, la intervención presidencial conjuró las posibilidades de fractura. Aunque adelantar las fechas obligó a los tres funcionarios de Gobierno a acelerar su actividad política con miras a la sucesión y, con ello, a que se recrudecieran los escarceos entre Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum. Aun así, es difícil que se presente un escenario de ruptura, a pesar de la dificultad de integración en el próximo Gobierno del canciller Ebrard. El presidente sabe que cuenta con la lealtad de Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López para cualquier solución o salida, y la postura de Ricardo Monreal revela un entendimiento con el presidente.
El PT y PVEM serán objeto de recriminación por el resultado adverso en Coahuila. No correrá la sangre al río y las negociaciones se retomarán con normalidad. No es difícil que ambos partidos insistan en sus aspirantes de candidatos presidenciales, Gerardo Fernández Noroña, y Manuel Velasco, respectivamente. El interés del presidente por la candidatura común resolvería el asunto y el acuerdo se centraría en la definición de candidaturas a legislador y quizás de gobernador en algún estado que no esté en las prioridades de Morena. Esto no conjuraría el riesgo mayor que puedan perder el registro al no alcanzar 3% de los votos. Habrán de tener presente que AMLO ganó con 53% de los votos y el PT y PES no lograron el mínimo legal.
Por su parte, Movimiento Ciudadano (MC) deberá definir si ratifica su determinación de irse solo a las elecciones federales o sumarse al bloque opositor. El mayor objetivo de MC es maximizar su presencia legislativa y mantener sus territorios, significativamente la gubernatura de Jalisco y sus enclaves en varios estados del occidente, Nuevo León y Campeche. Ir solo lo expone. Si tuviera un candidato presidencial de peso como Colosio, Ebrard o Monreal se podrían cumplir los objetivos. Es difícil que cualquiera de los tres opte por una candidatura opositora sin alianza. Ir solo y con un candidato presidencial de bajo perfil puede llevarlo a 5% de los votos, perder la elección de gobernador de Jalisco y en otros lugares. Un serio dilema para Dante Delgado.
En el PRI, Beatriz Paredes ha ido ganando terreno dentro y fuera del tricolor. Por su parte, Ángel Gurría construye alianzas sólidas más allá del partido. Enrique de la Madrid persiste como opción. El PRI puede optar por cualquiera de los tres como carta ante el PAN, PRD y las organizaciones ciudadanas; el problema es Alejandro Moreno quien pretende disputar a los tres la aspiración. Por su parte, Rubén Moreira definiría las candidaturas al Senado y a la Cámara de Diputados, lo que significa que Morena sí tendría la posibilidad de cambiar la Constitución en la próxima legislatura, como ocurrió con la reforma al transitorio que permitió prolongar el uso de las fuerzas armadas regulares en tareas de seguridad pública.
Por encima de todo, la oposición deberá entender que la contienda se centra en la elección de diputados de mayoría relativa y para ello se requiere coalición total o parcial. Habrá mucho por negociar después del domingo 4 de junio.
Difícil futuro del PRI
El PRI ganará con claridad la elección de gobernador en Coahuila. En el Estado de México es difícil que prevalezca a pesar del esfuerzo de su candidata Alejandra del Moral. Las razones que más pesan para un resultado diferente es lo que han hecho sus gobernadores. Miguel Riquelme es uno de los mejor evaluados, Alfredo del Mazo, en los últimos lugares. Desde luego que no es lo mismo gobernar la entidad más poblada del país, pero tampoco Coahuila ha sido fácil; de hecho, Riquelme es el primer mandatario en recuperar normalidad desde la gestión de Enrique Martínez, quien gobernó hace dos décadas.
El PRI del Estado de México reproduce la crisis que ha tenido en casi todo el país; en Coahuila la situación es diferente. El gobernador del Mazo mantiene, como todos los gobernadores de dicha entidad, una muy buena relación con el presidente de la República. Tal entendimiento es tradición en el altiplano, aunque provengan de distintos partidos; todavía más, el gobernador ha construido un buen acuerdo con la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Seguramente los términos de su relación con sus poderosos adversarios es factor que le inmoviliza en su respaldo a Del Moral, a pesar de que la coalición acordó postular a una candidata no sólo del PRI, sino que tuviera la más amplia simpatía del mandatario estatal.
El PRI de Coahuila es diferente. No es el de antes, tampoco es la organización decadente que pierde elección tras elección. Riquelme no sólo llevó a la entidad a la reconciliación después de la polarización que caracterizó a su antecesor, Rubén Moreira. El gobernador coahuilense ha sabido establecer términos de dignidad y de respeto con el centro. Dedicó lo mejor de su tiempo a atender los problemas de mayor impacto como la seguridad, el crecimiento económico y la mejora de servicios públicos; también construyó un proyecto sucesorio en unidad postulando a un eficaz y joven político, exalcalde de Saltillo, Manolo Jiménez.
Los resultados del Estado de México, en el supuesto de ser adversos a la alianza opositora resultarían desastrosos para el PRI y para el conjunto de la oposición. Sería un signo ominoso en el sentido de que Morena ha podido revertir la marea ciudadana adversa de las elecciones de 2021. Como bien ha dicho Claudio X González, el resultado a favor de Va por el Estado de México dependerá de la participación. El voto de las estructuras favorece a la profesora Delfina Gómez; el ciudadano a Alejandra del Moral.
El resultado favorable al PRI en Coahuila no compensaría el adverso en el Estado de México. Sin embargo, Riquelme y Jiménez destacarán como las figuras más importantes en la oposición; el primero como el único operador político exitoso de relieve, que le perfilaría como coordinador de la oposición para la campaña de 2024; el segundo, como portador de un proyecto político de una nueva generación, con amplia perspectiva, contrariamente al campo adversario.
Junto a Manolo Jiménez hay varios alcaldes de ciudades capitales afines en su capacidad política, eficacia en el ejercicio de gobierno y posicionamiento para gobernar sus respectivas entidades, destacadamente Renán Barrera, de Mérida; Luis Donaldo Colosio, de Monterrey; Bibi Rabelo, de Campeche; Antonio Astiazarán, de Hermosillo y Luis Nava, de Querétaro, entre otros.
El PRI tiene un futuro sumamente complicado. Su base social coincide en mucho con la de Morena y eso significa que el fortalecimiento del segundo propicia el trasvase de los tricolores. Por otra parte, la crisis los ha hecho ingresar en divisiones difíciles de reconciliar. Además, el porvenir del PRI se complica por el desprestigio del partido al que mucho contribuyen su dirigente Alejandro Moreno y la ambigüedad opositora de los diputados coordinados por Rubén Moreira, a grado tal que se piensa que los números del presidente López Obrador sobre la mayoría calificada en la próxima legislatura incluiría a los del PRI electos por el bloque opositor, lo que sería la carta de naturalización del tricolor como partido satélite del poder, como fueron el PPS y el PARM en el México del régimen del presidencialismo autoritario que ahora amenaza con reinstalarse.