La nueva pandemia se llama feminicidio

Hace alrededor de 10 meses, escribí en este medio sobre la tolvanera negativa encaminada a la sumisión, desprestigio y violencia en todos los sentidos —de manera directa e indirecta— hacia la mujer.

El año pasado, un 25 de noviembre, un poderoso performance llamado «Un violador en tu camino», del colectivo Lastesís intervino el espacio público en Santiago de Chile y con el himno Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía… marcaron un antes y un después sobre la protesta contra el Estado, la sociedad y todas las instituciones que la conforman. Un grito desesperado de las mujeres por el respeto, su valor y su emancipación. Esto se replicó en ciudades como México, Francia, España y Colombia, provocando una onda expansiva que no ha muerto. Los esfuerzos no son en vano, pero desgraciadamente, los feminicidios van en aumento.

No me parece ocioso escribir sobre esto, pero provoca una sensación de impotencia al saber que parece una «nueva normalidad» el que México esté siempre de luto. En estos últimos días causó escozor la noticia de los feminicidios de Jessica de 21 años, Alondra de 20 y Alexandra de 18. Al parecer, los tres cuerpos fueron encontrados con signos de violencia.

Una constante que se vuelve costumbre, es que a las mujeres las reportan como desaparecidas días antes de sus asesinatos y después aparecen sin vida.

Desde la pandemia, uno pudiera pensar que ante el encierro en casa, mayor interrelación entre familiares y quizá, con mayores «cuidados», esto pudiera disminuir, pero la cosa no es distinta. Entre enero y finales del mes pasado —en tiempo de COVID-19— se han registrado alrededor de 626 víctimas de feminicidio, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

En general, estos meses, han registrado una tendencia a la alza en violencia de género. Hoy, Ciudad Juárez, Chihuahua y Monterrey, Nuevo León, son los lugares donde más mujeres han sido víctimas.

Alondra Elizabeth Gallegos García se reportó desaparecida; sin dejar rastro, con 20 años y una menor a su cargo, cinco días después fue encontrada muerta con evidentes huellas de violencia al sur de Saltillo, Coahuila. Esto es solo un reflejo de lo que sucede en nuestro entorno; recordemos que esto es un problema de antaño. Desde 2016, esta realidad ha ido en aumento. El gobierno del sexenio anterior no logró disminuir los índices de violencia contra la mujer y tal parece que el actual circula por el mismo camino.

Los diferentes movimientos feministas de nuestro país se han reactivado por medio de diferentes manifestaciones, en las que inclusive tomaron las instituciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en la Ciudad de México.

No importa la elaboración de las leyes si solo se simula y disimula y se convierte en letra muerta. La solución de la violencia contra la mujer tiene que ser una tarea compartida, con la participación de la gente; de una forma holística, y no solo con la acción del Estado, en donde se actúa de manera clientelar y paternalista.

Es preciso construir una comunidad distinta, una sociedad distinta con nuevos valores y axiomas, en donde se origine una nueva comunidad, sociedad y de este modo, resolver —de forma paulatina— un problema tan sentido, que ha provocado heridas en la gente, principalmente y de manera particular, a las mujeres.

En conjunto, podemos romper con una ideología hegemónica falocéntrica. Procuremos dar una lucha permanente que no dé tregua. Creo que ya no hay marcha atrás y la rabia de las mujeres, crece y se manifiesta en todo lados. La mujer ha conseguido liberarse. Ya es libre. Realizarse pone a la mujer frente a un nuevo horizonte, más complejo pero igual, apasionante.

Aguascalientes, 1982. Cursó sus estudios de Licenciatura en Derecho en la Universidad Autónoma de Coahuila, posteriormente hizo sus estudios de maestría en Gobierno y Gestión Pública en la Universidad Complutense de Madrid. Labora en la administración pública estatal desde el año 2005. Es maestro de Teoría Política en la Facultad de Economía de la UA de C desde el año 2009. Ha sido observador electoral de la Organización de los Estados Americanos en misiones para Sudamérica, en la que participa como miembro de observadores para temas electorales.

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