La prudencia y el buen juicio

Aunque poco difuminada, la relación entre el gobernador Riquelme y el presidente López Obrador presenta cierta debilidad, pues está asida de hilos que la sostienen y que en un momento dado pudieran hacerse más delgados, de manera que sin ser deseable podría caer en un punto de inflexión.

El nivel de confianza, aunque mínimamente establecido, empezó a deteriorarse cuando el gobernador participaba como miembro de la Confederación Nacional de Gobernadores (Conago) que luego desapareció, y que seguidamente se conformó otro grupo mínimo (Alianza Federalista) de ejecutivos estatales que de la misma manera murió por inanición, y de ahí en adelante claramente por venganza, divisa representativa presidencial, le fue recortando cantidades de dinero a programas que habían sido acordados para nuestro estado, por lo que esas disminuciones han hecho que se trabaje apretadamente además de la casi nula obra pública federal.

Señor Riquelme: es imprescindible cuidar los presentes tiempos que son muy importantes para que usted complete la faena en buenos términos, pues las ventajas que deriven al final de su administración, pudieran verse tocadas con algún riesgo de sufrir un tropiezo por piedras puestas en el camino por el Gobierno federal, con el fin de que esa vía se vea accidentada y estorbe el inicio del siguiente sexenio, sobre todo si el candidato ganador no es de su partido.

Mientras sigamos viviendo con un presidente que actúa bajo impulsos y venganzas y padeciendo una seca de recursos para poder cumplir con las demandas del estado. Esas venganzas y esos impulsos lo hacen actuar empíricamente y también conforme amanezca del hígado, de ahí que los resultados han sido de poco valor que ha sufrido el país, y que con su incidencia ha repercutido negativamente en los estados, por lo que es conveniente que usted gobernador actúe con sensatez y buen juicio, pues así el tiempo que le resta al presidente nos hará menos daño.

Por lo tanto, es saludable que no riña ni de pábulo a echar a perder su buen Gobierno, pues el poder federal es mayor que el poder estatal, basado en que ellos manejan el dinero, y en la forma como se está dando no prosperan leyes ni nada, solo el poder omnímodo presidencial del que se jacta en forma por demás aviesa.

El presidente ha conducido una administración que ha impedido a buen ritmo el avance del país, es un Gobierno apabullante en donde solo las ocurrencias dominan, pensando en que lo que propone es la verdad absoluta, que no existen otras razones solo las que imponen sus pensamientos que de súbito se le vienen a la cabeza sin ser analizados, pues si se carece de capacidad deje que los expertos le ilustren, pero sobre todo que les haga caso, pues estamos padeciendo una involución que dejará heridas transgeneracionales. Por lo que se ve, no se ha dado cuenta que no sabe que no sabe.

En el plano internacional últimamente ha inducido un sinfín de descortesías diplomáticas a gran escala con Joe Biden quién comanda a nuestro principal socio comercial y el hombre más poderoso del mundo, que tarde o temprano cobrará la factura.

El Gobierno refleja la inexistencia de una planeación programática, solo operan tanteos, pues en las «magnas obras» el tren, el aeropuerto y la refinería, no han cumplido con los tiempos, movimientos y presupuestos, por lo que sus consecuencias no han sido positivas derivadas de un sistema de Gobierno que no se refiere a una izquierda democrática sino que pretende ser una izquierda de dictadura, y a pesar de esas circunstancias existen personas que con cabeza pequeña y mente atrofiada dicen que López Obrador es el mejor presidente del mundo.

No seamos copartícipes de ese atraso que podríamos heredar y que los que nos siguen nos culparán.

Se lo digo en serio.

Autor invitado.

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