Pareciera que con la culminación de los «ideales» llevados a la práctica, con la plenitud de la revolución mexicana, muchos anhelos se cumplieron. Uno de los puntos centrales fue la redistribución de la tierra después del porfiriato y que la defensa y lucha por el territorio —como elemental para la vida— se convertiría en realidad y punto de gobierno. Las luchas y movimientos sociales de origen rural y campesino habrían cumplido.
Lo anterior, en estos días trae como recuerdo la figura emblemática de Emiliano Zapata. El 8 de agosto, pero del año de 1879 es cuando nace en Morelos, en el seno de una familia humilde. Impactado por las injusticias y los despojos desde muy joven, fue uno de los autores del Plan de Ayala —según el historiador de la revolución mexicana John Womack, fue escrito también por Otilio Montaño—.
Fue el propio Zapata quien recogía las aspiraciones justas de las clases rurales más humildes, provocadas por una arbitraria política agraria. El ideario zapatista se basó en cuatro palabras: Reforma, Libertad, Justicia y Ley.
Hemos pasado por muchos cambios en la historia de nuestro país, inclusive, hemos sabido transitar a una democracia con transiciones. Sin embargo, y citando a Reyes Heroles, parece ser que nos obstinamos en el privilegio para pocos y miseria para muchos: «tal parece que todavía se quiere seguir la pauta porfiriana, reses bravas y pueblo manso, pauta que atosiga a hombres y mujeres. Un semifeudalismo de origen pulquero parece tan enraizado en modos, costumbres y usos, que aparenta tener más fuerza que aquella en que realmente se apoya». Palabras escritas hace más de 50 años que siguen siendo actuales.
A propósito de Zapata y de una justa redistribución de la tierra, —y riqueza— considero tomar al vuelo la necesidad y deseo de muchas sociedades latinoamericanas —como la nuestra— de un nuevo modelo de desarrollo. Se requiere no solo de la tierra, sino de un concepto en el que se incluya a la educación, la cultura, la política…
Quizá la tenencia de la tierra es un concepto enraizado, un tanto carente ahora de fundamento. Haciéndole honor a la Revolución y a personajes como Zapata, sería mejor pugnar por una verdadera política social (justicia) y no igualdad. Considero también (además de lo planteado) que una alternativa verdaderamente progresista para México es equipar al individuo: reorganización de la economía y la política, profundizar la democracia, robustecer las capacidades, superar las brechas. Cuestionar y corregir el contexto.