Hace tiempo me encontré a mi amigo Juan Carlos, quien me expresó que tenía casi como materia obligada leer el libro La vida alegre, de Daniel Centeno. La verdad, como niño incrédulo que ve a un adulto necio, le dije que la buscaría.
Después, como si fuera cosa de algoritmos de Facebook o brujería —según les parezca—, llegó a mí por diversas situaciones la recomendación del mismo libro, tanto así que llegas a pensar que «es el destino que quiere que lo lea» y, de verdad, ¡qué gusto, destino!
La vida alegre es la primera novela publicada de Daniel Centeno, bajo la editorial Alfaguara de México, dato que digo no solo para hacerme el interesante, sino para que vayan tomando nota los que les llame la atención adquirirlo.
Es un libro que, desde la portada, te atrae. En ella se puede ver a una mujer, una especie de ¿virgen? que te llama como imán a hojear la novela y descubrir de qué va. ¿Qué misterio oculta? ¿Qué vida alegre? ¿Quién es ella?
Las primeras hojas te embriagan, hasta sientes que entre hoja y hoja hay un shot de pisco. ¿Saben qué es un pisco? Seguramente algunos sí, otros no, pero también es parte de la magia de esta novela, al presentarnos a través de las palabras expresiones, costumbres, gastronomía de un país tan rico en cultura como lo es Venezuela.
En la primera parte se te presenta a Dalio Guerrero, al que conoceremos como el «Ruiseñor de las Américas», que bastan las primeras líneas para hacerte tu propia referencia a cantantes que, al igual que Dalio, estuvieron en la cima y cayeron peor que huevo al piso en un almuerzo apresurado. El autor logra atraparte entre cada línea que hace sentir que estás viendo, qué digo viendo, hasta oliendo la cruda constante que se carga el cantante.
Dalio, en lo particular, se ganó mi respeto y hasta una especie de admiración, porque, pese a todo, él no dejó de vivir en una fantasía, se rodeó de recuerdos de glorias pasadas y, pese a toda la adversidad, donde abundó el hambre y el costo de sus errores, nunca dejó de agarrarse de su propia imaginación y fantasía.
Pero no solamente veremos al personaje de Dalio, también nos presenta a Poli, un hombre con el que más de uno nos sentimos identificados. Lleno de sueños guardados en el buró, en tazas rotas, en amores truncos, en eyaculaciones precoces…
Daniel Centeno Maldonado creó, montó un homenaje a la música de esa que te hace sentir bonito. Daniel nos presenta un pueblo que, pese a todo, sigue siendo creyente, y que al final nos deja la sensación de que, por más oscuro que se vea, se debe creer en algo, sea una figura religiosa, el destino, una picazón en la mano o lo que sea que te brinde un respiro de alivio.
Plasma en tinta un mundo donde el rock y los boleros se encuentran. Donde demuestra que la vida puede ser una rueda de la fortuna con sus altibajos, que puedes estar en la gloria por la mañana y en la mierda por la noche.
Entre sus hojas encontraremos a otros personajes, con los que podremos o no identificarnos, sentir empatía, tal vez coraje y no dudo por uno específico algo de desesperación. Es sin duda una novela llena de sabores y esencias.
Podemos ver en diversas publicaciones en redes sociales que los libros son ventanas a vivir otras experiencias y disfrutar todo tipo de aventuras, pues bueno La vida alegre lo demuestra, al permitirnos dar un vistazo a los años de los boleros, las baladas, el querer saborear los platillos que durante la novela se narran o estar en el hipódromo disfrutando de las carreras de caballos.
La vida alegre es un libro que, sin duda, recomiendo ampliamente que leamos. Y, bueno, al final, ¿quién era la mujer del velo?, ¿por qué hablé de un hipódromo?, ¿qué relación tiene Poli con Hidalio? Eso se los dejo de tarea para que vayan a leer La vida alegre, de Daniel Centeno.