Las paradojas de la duda

Como casi todo, la duda es ambivalente, tiene una función positiva y otra no tanto. La duda nos ayuda a distanciarnos del dogma, a mirar mejor las cosas, a no tragarnos ingenuamente el engaño. Skeptomai quiere decir «mirar cuidadosamente». De aquí la palabra «escepticismo», el que abraza la duda. En la búsqueda de la verdad, o de la certeza para ser más precisos, la duda es método indispensable, diría el autor del Discurso del método, René Descartes. Por alguna razón, los auténticos escépticos, Pirrón entre ellos, creían que la duda radical nos podía brindar «ataraxia», imperturbabilidad o serenidad. La duda llega a ser así medicinal. En el caso de Descartes, la duda nos lleva a la certeza. En el caso de Pirrón, nos conduce a la «ataraxia». Sus dudas son provisionales, no definitivas. Se puede afirmar que ambos no son escépticos radicales porque en ellos la duda cumple con una función meramente instrumental, es un medio para un fin.

El escéptico radical se queda en un estado de incertidumbre. Es enemigo acérrimo del dogmatismo. Hace epojé, suspende el juicio. Cuestiona con Hume que «no podemos estar completamente seguros de que mañana salga el sol sólo porque haya salido todos los días de nuestra vida». Su perplejidad lo lleva a guiar sus actos, por lo que considera más probable.

Como señalamos, la duda tiene su anverso y su reverso. En su reverso encontramos las altas dosis de angustia, de miedo, ante un futuro que no parece decidido. Se trata de la duda patológica. Aquí es donde la psicología hace su aparición. El psicólogo busca, a través de distintos medios, darle seguridad al paciente. La toma de decisiones es su objetivo. La psicología es enemiga de la duda. Claro que estamos hablando de un registro diferente al de la filosofía. Se trata aquí de dudas que surgen al tomar decisiones, son dudas existenciales. En cambio, en filosofía, normalmente hablamos de dudas racionales. Que no están desligadas del todo de las dudas volitivas.

En Ideas y creencias, Ortega y Gasset subraya el carácter terrible de la duda. Nos advierte: «En la duda se está como se está en un abismo, es decir, cayendo. Es, pues, la negación de la estabilidad» (Ortega y Gasset, J., Ideas y creencias, p. 32). Recordemos que el filósofo madrileño hace un distingo importante entre ideas y creencias. Las ideas se tienen, van y vienen, son adventicias. En las creencias se está, no son volátiles, contamos con ellas. La duda pertenece al ámbito de las creencias. Se puede decir que creemos en nuestras dudas. «El hombre (…) se esfuerza en “salir de la duda” (…) La característica de lo dudoso es que ante ello no sabemos qué hacer». (Ibid., p. 35), insiste Ortega. Las ideas intervienen para modificar nuestras creencias o para dejar de dudar. Se puede concluir que en Ortega la duda no sólo tiene un carácter helénico, intelectual, racional, sino que abarca también lo existencial, pues sitúa este fenómeno en el ámbito vital de las creencias.

El discernimiento, clave ética por excelencia, es necesario para orientar la vida. Sin embargo, cuando el discernimiento se prolonga, la duda puede carcomer el espíritu. Por eso es preciso tener muy claros los criterios de discernimiento y fijar un plazo para decidir.

Un escepticismo moderado podría facilitar tanto la toma de decisiones crítica como la higiene mental.

San Agustín, siempre perspicaz, solía decir: «in necesariis unitas, in dubiis libertas, in ómnibus caritas», («en lo esencial unidad, en lo dudoso, libertad y en todo caridad»). Esta divisa nos puede servir de faro orientador ante el problema de la duda. La libertad debe imponerse en las situaciones dilemáticas de nuestras vidas. Pero, sobre todo, hemos de dejarnos tocar por la caridad.

Al inicio de la laureada película La duda, el padre Flynn predica sobre la naturaleza unificadora de la duda: «La duda también puede ser un vínculo poderoso y nutriente igual que la certeza». La madre superiora Aloysius censura, ayuna de caridad, el sermón del padre y su comportamiento. Sin embargo, al final de la cinta, Aloysius rompe en llanto y desolada, exclama: «Me invaden las dudas». El mensaje de esta trama es: La duda forma parte de nuestras vidas y es mejor asumir la consigna de San Agustín y obrar con libertad cuando la duda nos asalta, sin caer en dogmatismos falsos o en paralizaciones absurdas. Y es preciso seguir el sabio consejo ignaciano de «salvar la proposición del prójimo antes que condenarla». Por ello la caridad siempre será necesaria.

Referencia:

Ortega y Gasset, José, Ideas y creencias, Espasa Calpe, Colección Austral, 9ª. edición, Madrid, 1940.

2 comentarios en “Las paradojas de la duda

  1. Padre, ojalá pueda escribir sobre el cambio. Se tienen referentes desde la teoría del comportamiento, con recetas simplonas: como lograr cambiar, mejorar hábitos, etc. Desde la filosofía me gustaría leerlo.

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