Significativo fue que, a unas cuantas horas de ser celebrado el treinta de abril de 2021 —Día del Niño y de la Niña en México— la llamada «Ley Olimpia» haya sido avalada por el pleno de la Cámara de Diputados. La lucha sostenida por miles de mujeres en todos los estados de la República Mexicana derivó en la tipificación del delito de violación a la intimidad sexual «con penas de 3 a 6 años de prisión y una multa de 500 a mil Unidades de Medida y Actualización (UMAS), lo que sería un monto que va de 44 mil 810 pesos a 89 mil 620 pesos» (comunicacionnoticias.diputados.gob.mx/).
Con un solo voto en contra, y 446 a favor, el pleno de la Cámara de Diputados aprobó las modificaciones correspondientes a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. El fallo fue celebrado no solo por los puñados de colectivos que habían acampado frente a la Cámara de Diputados, sino por la creadora de este histórico movimiento ciudadano, Olimpia Coral Melo, y también por su madre.
De manera dolosa, en 2013, la joven Olimpia Coral fue exhibida en redes sociales y en Sistemas de Mensajería Instantánea (SMI) —a manera de venganza— por el hombre que había sido su pareja sentimental. El exnovio, por su proceder, muy probablemente supuso que anotaría un triunfo a su virilidad al distribuir fotos y videos de la intimidad sexual sostenida con Olimpia. Empoderado no solo por la ancestral cultura machista que aún prevalece en nuestro país, sino por los huecos legales que, en ese entonces, ni siquiera consideraban este tipo de agresividad virtual, dañó la moral de quien, tiempo después, resurgiera con una fuerza ciudadana.
Que la noticia de la tipificación de la violencia digital no se haya dado en el marco del Día Internacional de la Mujer, sino, prácticamente, en la fecha en que la infancia mexicana es, de alguna manera, visibilizada, no resulta del todo casual ni poco significativa. La siguiente reflexión del doctor Mario Alonso Puig sobre el origen de los traumas en la adultez ofrece otro tipo de luz, tanto en el caso de la hoy activista Olimpia Coral, como en millones de relatos más, caracterizados por prácticas violentas ejercidas por hombres en contra de mujeres, y con múltiples víctimas dañadas. En entrevista vía Instagram con Anne Igartiburu (www.youtube.com/watch?v=lt9v2bssPOY), Mario Alonso Puig explicó la trascendencia del concepto de la niña interior, del niño interior: «(La niña o) el niño interior es la figura más importante en la vida de una persona. Si uno busca los traumas —y todos los tenemos y de distinto nivel— te vas al niño interior. Los traumas proceden de dos niveles: no haberse sentido suficientemente querido o no haberse sentido suficientemente capaz. Y esto se va extendiendo, nos guste o no, en la vida adulta. Ese niño herido, ese niño asustado, (en la vida adulta) necesita encontrar un espacio lleno de amor para que se pueda abrir. Ese niño interior ha creado sus defensas para no volver a sufrir y te antepone el dragón: el rechazo, el enfado, el odio. Si tú, ante ese dragón, reaccionas, el niño no sale. Nunca sale. (…) Pero si lo abrazas, rompes la línea del tiempo y comienzas, en ese mismo instante, a sanar tu vida desde el presente hasta el pasado».
¿De qué tamaño pueden llegar a ser los traumas de las niñas y los niños internos referidos por el médico Puig cuando esos dolores son contrastado con lo que el Código Penal Federal ahora define como un delito de violencia digital?
Será un delincuente «quien divulgue, comparta, distribuya o publique imágenes, videos o audios de contenido íntimo sexual de una persona que tenga la mayoría de edad, sin su consentimiento, su aprobación o su autorización. También comete dicho delito quien videograbe, audiograbe, fotografíe, imprima o elabore imágenes, audios o videos con contenido íntimo sexual de una persona sin su consentimiento, sin su aprobación, o sin su autorización. La reforma define que la violencia digital es toda acción dolosa realizada mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación, por la que se exponga, distribuya, difunda, exhiba, transmita, comercialice, oferte, intercambie o comparta imágenes, audios o videos reales o simulados de contenido intimo sexual de una persona sin su consentimiento, sin su aprobación o sin su autorización, y que le cause daño psicológico, emocional, en cualquier ámbito de su vida privada o en su imagen propia. Se precisó que la violencia mediática llega a ser ejercida por cualquier persona física o moral que utilice un medio de comunicación para producir y difundir contenidos que atentan contra la autoestima, salud, integridad, libertad y seguridad de las mujeres y niñas, que impide su desarrollo y que atenta contra la igualdad» (reforma.com).
Gracias a la visionaria resiliencia de Olimpia Coral Melo, como país y, específicamente, como mujeres mexicanas, hemos recibido un primer abrazo amoroso, como señala Puig. El valiente trabajo de ella —y de mujeres y hombres que han actuado a su lado y a nuestro favor— podrá salvaguardar distintos tipos de derechos y una parte de la salud mental a quienes han sido —y seguirán siendo— víctimas de las violencias digital y mediática. Sin embargo, y con la motivación de los avances legislativos ahora conquistados, bien vale considerar en las subsecuentes etapas de la consolidación de la «Ley Olimpia» voces como la del ibérico Mario Alonso Puig.
Multas a las y los delincuentes digitales, sí. Cárcel a las y los delincuentes digitales, sí. ¿Y con estos dos tipos de castigos serán atendidos y aliviados los golpes sicológicos de las niñas y niños internos de quienes violentan? ¿De los violentados? ¿No sucederá, como es común, que al obrar con toda la dureza de la «mano de La Ley» la necesidad de venganza, la incontinencia de odios, las patologías tanto en lo individual como en lo colectivo, soltarán a dragones endemoniados? ¿De qué responsable manera contempla el Estado valorar y aplicar intervenciones verdaderamente científicas para abrazar a las y los criminales? Es comprensible que proteger la vida de las víctimas, en un peligroso contexto delincuencial, amerita acciones de seguridad inmediatas, urgentes, efectivas al cortísimo plazo y con un blindaje perenne. Pero, sin temor a equivocarnos, subrayemos que el dinero y la cárcel son castigos que quizá en algo frenarán al adulto, mientras que, al mismo tiempo, escupen y patean —con harta violencia— al infante interior que, en su momento, violentado fue.
Una readaptación integral sí es posible, siempre y cuando existan voces y actos de alto valor, como los de Olimpia, sumados a las voces multidisciplinarias competentes, de calidad profesional comprobada, para llegar hasta la auténtica raíz de las tantas violencias y los traumas nuestros.